La crisis financiera por la que atraviesa el SENASA es la resultante del incremento del gasto debido a dos conjuntos de factores: 1) decisiones políticamente complacientes que aumentaron las coberturas de servicios sin recursos; y 2) las deficiencias endémicas de los servicios públicas de la mayoría de los hospitales centros de salud.
Durante el período 2020–2024, el SENASA registró un alza sostenida en su siniestralidad, alcanzando un 102.4% en 2024. La misma se concentra en el Régimen Contributivo y en el plan de los pensionados y jubilados, una población que casi cuadruplica la demanda promedio de servicios de salud cada vez más complejos y costosos. Además, la duplicación del límite de los tratamientos de alto costo, sin los recursos correspondientes.
La estrechez financiera del SENASA, acentuada el año pasado y en lo que va del presente, ha obligado al gobierno a acelerar la transferencia de recursos. Al concluir el primer semestre del año las erogaciones equivalen al 65%, por lo que posiblemente será necesario un subsidio extraordinario de unos 5,669 millones en el último trimestre. Este desequilibrio no es nuevo porque ya se produjo en el período 2010-2012.
Nadie duda que el presidente Luis Abinader rescatará financieramente al SENASA para tranquilidad de sus 7.7 millones de afiliados. Pero para evitar nuevas recaídas y nuevos rescates, es preciso ir al fondo del problema. Si los servicios públicos no mejoran el SENASA volverá a cuidados intensivos. Es necesario transformar el Servicio Nacional de Salud (SNS) para evitar que el SENASA continúe dependiendo de la prestación del sector privado.
Entre el 2019 y el 2024 los pagos del SENASA a los hospitales públicos se incrementaron en sólo un 48%, en contraste con el 124% pagado a las clínicas privadas. Además, los pagos a los médicos privados aumentaron en un 441% en solo 5 años. La facturación privada pasó del 79.2% al 86.2%, una clara evidencia de las preferencias de la población por las clínicas y médicos privados, aun pagando entre 2,000 y 4,000 pesos de diferencia.
Para superar las deficiencias públicas endémicas es necesario otorgar autonomía y asignar los recursos a los hospitales según los servicios prestados, y contratar a los médicos de acuerdo a su dedicación y desempeño
El cuadro revela tres preocupantes realidades: 1) el pago a los hospitales públicos se redujo del 20.5% en el 2019 al 13.8% al 2024; 2) los pagos a las clínicas y centros privados continúan muy elevados, un 75.3% del total; y 3) los honorarios médicos privados más que se duplicaron al pasar del 4.5% al 10.9% del total.
Estos resultados testimonian el rezago del Servicio Nacional de Salud (SNS), una prestadora que, a pesar de ser muy joven, hereda y arrastra todas las ineficiencias e improductividades del siglo pasado. Una PSS oficial más al servicio de las minorías gremiales y políticas, que de las necesidades de las familias más pobres y vulnerables.
El SENASA y el SNS constituyen una dupla inseparable, un matrimonio indisoluble que cojea debido al bloqueo de las reformas estructurales aprobadas por la Ley 87-01. Por eso para transformar el sistema público de salud la Ley 87-01 dispuso elevar el pago a los médicos por la dedicación, el desempeño, la extensión de los horarios y la prestación de servicios con la cantidad, calidad y oportunidad que demandan los afiliados.
No obstante, el Servicio Nacional de Salud (SNS) continúa haciendo más de lo mismo, siguiendo la misma política fracasada de las administraciones anteriores. Sin una reforma integral del SNS, el SENASA continuará siendo un simple pagador público cada vez más dependiente y al servicio del sector privado.
Aplaudimos el anuncio del presidente Luis Abinader de rescatar al SENASA para la tranquilidad de millones de afiliados. Y le solicitamos, iniciar la reforma gradual del SNS para elevar la aceptación de los servicios públicos, mejorar el equilibrio entre la demanda pública y privada y reducir el gasto familiar de bolsillo.
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