Según palabras del humorista Felipe Polanco (Boruga), “La escuelota”, de Freddy Beras Goico, representa para los dominicanos lo que “El Chavo” para los mexicanos y la “Tremenda corte” para los cubanos. No exagera. La Escuelota se constituyó en el toque de queda de los hogares del país en la década de los noventa y se ha establecido como la comedia temática más exitosa del humor dominicano.
Es un retrato de muchas aulas dominicanas y los personajes corresponden a caracterizaciones de la más folclórica dominicanidad. Elvin Vinicio Raposo, personaje inspirado en un camionero, tiene 5 hijos y va a la escuela. Es un estudiante atento, sagaz, pero conflictivo, irrespetuoso, lascivo y agresivo. Se atreve a confrontar al maestro sobre la trascendencia de los contenidos que imparte, cuestiona las informaciones que le son suministradas y tiene un don especial para “aterrizar” a su cotidianidad los contenidos de la alta cultura.
Elvin Vinicio es un tipo de estudiante muy frecuente en las aulas dominicanas, aquel que es de respuestas rápidas, creativo y divergente pero desaplicado y tosco. Es al mismo tiempo un líder en el salón de clases, de manera, que, si el maestro logra mantenerlo disciplinado, puede mantener el control de la clase.
Vicente es el hijo ejemplar de una matriarca dominicana. Su rol dentro del aula no es estridente, pero es participativo y lúcido.
Plácida Montero, inspirada en una joven con problemas de salud mental que conoció Nani Peña en un salón de belleza, representa la típica estudiante “iinteligente para lo que le conviene”. Es una joven precoz, con muchos conocimientos sobre la vida, el barrio y lo mundano, pero “poquita”, en el argot dominicano, para comprender los contenidos curriculares. Habla de bebidas, fiestas y de los chismes del barrio y de este extrae sus referentes para entender a los héroes de la historia oficial. Es un clásico la recreación que hizo sobre los problemas que le causaba Juan Pablo Duarte a su madre con “esa junta de tiguere en la casa” (los fundadores de La Trinitaria).
Boby el boricua, la encarnación del típico dominicano que cambia de acento desde que sale del país, con su atuendo de “viajero” o “domincanyol”, con el pecho descubierto, el traje, la gruesa cadena y los lentes negros sugiere una vida que participa de alguna actividad contraria a las buenas costumbres. Su discurso caótico e incoherente provoca que el terrible Elvin Vinicio lo acuse de consumidor de estupefacientes. Es, curiosamente, la némesis de Plácida a quien acusa de loca. ¡Precisamente él! Proyecta superioridad y se sitúa por encima de los demás, a través de un discurso forzado que ni él mismo logra entender y que siempre concluye con la frase: “eso es afirmativo teacher”.
Lalo es un joven aplicado, que por lo general está bien informado sobre los contenidos que imparte el maestro. Poseedor de una buena dicción, pero víctima de burlas, por sus gestos delicados y su abierta orientación sexual.
Margaro y Sirita son los dos típicos campesinos que, aunque pertenecen al mismo circulo que los demás estudiantes, parecen representar un mundo aparte. Son dos cibaeños en la capital. Sus vivencias, sus referentes, su sociolecto es otra expresión de la dominicanidad. Donde la religiosidad católica es más ferviente, los referentes son mucho más empíricos y las analogías que realizan entre los contenidos de clase y la cotidianidad están mucho más vinculadas a experiencias que sugieren una mayor interacción con la naturaleza.
El estudiante “trujillista”, con su amplio bigote y su figura afelpada, no puede disociar ningún nuevo conocimiento de la “Era de Trujillo”. Para comprenderlo, hay que conocer muchos detalles históricos de la referida época.
Todos estos icónicos personajes, así como otros que también desfilaron por La escuelota: doña Ladita, Mensa, Boca de Chivo, la trabajadora doméstica, el borracho, el inspector de educación Francis Santana y el director Ramon Emilio Pérez, marcaron una época.
Freddy Beras Goico retrató a un grupo de estudiantes en un liceo cualquiera de nuestro país comprendiendo la historia universal en clave dominicana, con sus palabras y sus referentes culturales (Colón salió de España porque peleó con su mujer llamada Beba y se trajo al hijo Diego y también de allá afuera trajo “enemoscada”).
La escuelota supo representar a un estudiantado que fruto de un contexto marginal, debe enfrentarse a contenidos curriculares muy distante a su realidad. Incapaces, por ejemplo, de entender el significado del Renacimiento, asocian a Pico de la Mirándola con un restaurante y el concepto de mecenazgo con una palabra pintorescamente dominicana: lambón.
Refleja la dificultad de intentar ubicarlos geográficamente, cuando su único referente del extranjero es “Nuevayol”. “Nueva yol está más lejos que la luna”, dice Elvin Vinicio.
Es casi un insulto que se les indique -como hace el invitado Artañan Pérez- cuáles son los comportamientos impúdicos y sus consecuencias penales si son estos precisamente el ABC del barrio. Simplemente no lo logran entender.
Finalmente, La escuelota también nos muestra cómo la genialidad de un maestro con humor y cultura general puede lograr educar a pesar de las adversidades.
Un museo de la educación dominicana puede contemplar dedicarle un espacio a La escuelota que no solamente retrata la escuela dominicana, sino que configuró un aula abierta, un espacio educativo para muchos de sus televidentes.
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