La corrupción es un virus contagioso que se esconde en el Estado.
Es altamente transmisible. Ataca especialmente el cerebro de los políticos electos o designados en la administración pública.
Ningún país está exento de este mal. En regímenes dictatoriales de izquierda radical, se acostumbra a eliminar el virus de la corrupción matando a los contagiados. Pero matando al perro no matan la rabia.
Ese virus, como un cáncer incurable, corroe políticos, jueces, empresarios, comerciantes, profesionales y líderes religiosos.
Con los robos del erario público ocurridos en República Dominicana en los últimos 60 años, no sé en cuál clasificación la organización Transparencia Internacional tiene colocado nuestro país en su puntuación del 100 a 0, siendo el 0 el más corrupto.
Se decía que, en cuanto a corrupción gubernamental se refiere, la administración del expresidente Danilo Medina, líder del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), había sido la más corrupta, superando la de su antecesor, el expresidente Leonel Fernández, quien gobernó durante los periodos 1996-2000 y 2004-2012.
¿Por qué el “ministerio público independiente” actúa de manera diferente? “Por sus obras os conoceréis” fue un mensaje de Jesús recogido por el apóstol Mateo en los Evangelios (Mateo 7:16).
Los montos robados al Estado en el gobierno de Medina (2012-2020) revelados por el “ministerio público independiente” eran tan extravagantes que dejaban atónitos a todo el que se enteró.
Hoy, ese mismo organismo revela montos robados en la presente administración de Luis Abinader, especialmente en el Seguro Nacional de Salud (SENASA), que quizás rompan todos los récords registrados de robos anteriores.
El expresidente Medina se ganó los titulares de los medios de comunicación y comentarios en las redes sociales en octubre de 2023 al calificar como una “maldita maldición” la actitud del gobierno de Luis Abinader de dejar fuera de funcionamiento importantes obras positivas que había realizado en su administración peledeísta.
Solo se concentraron en las cosas negativas cometidas por algunos de los funcionarios peledeístas y familiares cercanos del exgobernante.
Danilo estaba frustrado por la campaña de desmoralización pública del “ministerio público independiente” de Abinader contra la corrupción y el despilfarro del PLD.
Su expresión “esta es una maldita maldición” reafirmaba el enojo del líder opositor contra Abinader no solo por toda esa “campaña sucia” que empañó su imagen dentro y fuera del país, sino por no valorar en su justa dimensión las grandes obras de su administración.
Es casi seguro que Abinader tiene que haber repetido, voluntariamente o involuntariamente y en soledad, esa misma frase del líder del PLD. Y no es para menos.
Con el bochornoso escándalo de SENASA y los pedidos de extradición de congresistas, políticos y algunos funcionarios de la administración de Abinader, Medina ha de estar “muerto de risa”. Y no por venganza personal.
Ese trago amargo que bebió Medina desde que salió del poder en 2020, ahora baja por la garganta de Abinader.
Medina jamás pensó que su expresión encajaría perfectamente con los actos del gobierno del “cambio”, del PRM.
Pero hay una diferencia. Las persecuciones de exfuncionarios por parte del “ministerio público independiente”, acompañadas de la fuerza del orden y miembros de la prensa en horas del día y la madrugada para capturar a los desfalcadores peledeístas, hoy no ocurren.
Ese virus, como un cáncer incurable, corroe políticos, jueces, empresarios, comerciantes, profesionales y líderes religiosos.
Los corruptos perremeístas de hoy no son molestados durante la noche a pesar de cometer los mismos delitos que los peledeístas.
Los perremeístas duermen tranquilos, asisten a funciones familiares, luego van y se entregan.
¿Por qué el “ministerio público independiente” actúa de manera diferente? “Por sus obras os conoceréis” fue un mensaje de Jesús recogido por el apóstol Mateo en los Evangelios (Mateo 7:16).
Abinader tiene un grave dolor de cabeza. Algunos de sus más cercanos hombres le han fallado.
Es probable que, sin darse cuenta, el virus contagioso de la corrupción, como el cáncer, haya hecho metástasis en sus más confiados colaboradores y no tiene forma de eliminarlo.
Mi preocupación es: ¿Estará vacunado el presidente?
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