La Filosofía, cabría decir, no es si no un área de conocimiento general que procura, entre otras cosas, no solamente determinar el fundamento del ser y el no ser, sino desentrañar sus múltiples sentidos. Además de eso, busca la verdad y, a la vez, orienta, con vasta sabiduría, nuestra existencia, al tiempo que enseña a pensar, con entero rigor lógico, los problemas y desafíos del diario vivir.
La gran pensadora italiana Maura Gancitano conceptualiza lo que es en “sí” para “sí” la filosofía del siguiente modo:
“La filosofía, de hecho, no solo es el arte de razonar, sino un verdadera actitud. Esto era muy evidente en la antigüedad, porque la filosofía se estudiaba sobre todo en la escuelas, en las cuales se hacia vida comunitaria, se practicaban ejercicios cotidianos y había que seguir reglas precisas sobre el estilo de vida, los hábitos y las cosas que había que hacer y las que había que evitar”.
Juan F. Viloria Santos, consciente de ello, ha sabido combinar, sabiamente, sus profundos y amplios conocimientos filosóficos con la epistemología, la historia, la política, la sociología, la literatura y la educación.
Mediante ingentes esfuerzos, ha tratado de que sus alumnos aprendan, con honda visión crítica, los conocimientos enseñados.
Habría que enfatizar, por tanto, que es, sin más, filósofo, epistemólogo y admirable educador, que sabe, que la educación, ciertamente, implica, además de responsabilidad, paciencia, disciplina, comprensión, autenticidad, respeto, prudencia, imaginación creadora y gran vocación.
A sabiendas de que es así, Viloria Santos, Viceministro de Evaluación y Acreditación del Ministerio de Educación Superior Ciencia y tecnología (MESCYT), ha logrado, de manera creativa, forjar una conciencia crítica que le permite valorar, en su justa dimensión, el proceso de enseñanza-aprendizaje no de manera ortodoxa, sino inteligente (siempre aprendiendo y desprendiendo).
Además de ello, conoce las más íntimas particularidades y generalidades de la sociedad dominica; su historia, idiosincrasia, hábitos, costumbres, problemas y características definitorias.
Cabría resaltar, justamente, que es poseso de un inigualable talento para evaluar, valorar y diagnosticar, con eficacia, los procesos educacionales de carácter superior y cualquier otro nivel. De ahí que se diga, sin faltar a la verdad, que Viloria Santos es gran experto de los más diversos procesos educativos.
El célebre escritor mexicano, Carlos Fuentes, habría dicho, no sin razón:
“La educación se ha convertido en la base de la productividad. Entramos al siglo XX1 con una evidencia: el crecimiento económico depende de la calidad de la educación (…).
Esa percepción Fuentes la refuerza aún más cuando expresa:
“(…) no hay progreso sin conocimiento y no hay conocimiento sin educación. De allí que la educación, de manera explícita, encabece hoy la agenda en todas las naciones del mundo, las más desarrolladas así como las que se encuentran en vía de desarrollo”.
Semejante interpretación, se podría decir, es correcta. La razón: se corresponde con la verdad. Sin deja de reconocer que es así, Viloria Santos hace su apuesta por una educación de calidad, capaz de cuestionarlo todo y rechaza el dogmatismo y la irracionalidad.
Gracias a ello, destruye prejuicios y, a la vez , burla los vértigos de la ortodoxia moribunda y los devaneos de la cerrazón, apretujada, diríase, entre laberintos de equivocidades. Por eso, no se distrae, ni siquiera por un instante, con los gritos contenidos, ni las ilusiones fugaces de la memoria desgarrada en el polvo de la “educación que no educa”.
Además de su gran dominio de teorías, métodos, ideas, conceptos y problemas de las ciencias, Viloria visualiza a fondo las intríngulis de la investigación, así como la estructura de las revoluciones científicas y cambio de paradigma de Thomas Kuhn; la concepción contra el método de Paul Feyerabend; el programa de investigación de Imre Kakatos; la lógica aristotélica; el método experimental de Galileo Galilei; el principio de falsacion de Karl Popper; los Diálogos de Platón; los “Principios matemáticos de la Filosofía Natural” de Isaac Newton; el Curso de filosofía positiva de Auguste Comte; los planteamientos de las más variadas escuelas y corrientes de pensamiento que han dejado su impronta en el ámbito de la cultura universal.
Esos y demás conocimientos de la humanidad, Viloria los piensa y repiensa, una y otra vez, con profundidad, si se quiere, descarnada. Por eso, escribe muy bien lo que piensa.
Según Friedrich Nietzsche, hay escritores que aparentan ser profundo, cuando, en realidad, son superficiales y oscuros, porque no saber pensar y carecen de talento. De ahí que su discurso en vez de coherente, sea insípido y fútil.
Viloria Santos, justo sería expresarlo, es además de buen pensador, excelente escritor, cuyo estilo, claro, sobrio y fluido, goza de asombrosa fuerza seductora. Por eso, las lecturas de sus escritos son sumamente placenteras por una razón fundamental: domina muy bien el tema, lo cual no es fruto del azar, sino, principalmente, a que está de acuerdo con el filósofo danés Soren Kierkegaard, quien dijo alguna vez que el tema nos domina cuando lo conocemos muy poco.
Es más que válido destacar, por consiguiente, que Viloria Santos -por su sólida formación cognoscitiva- trasciende los resplandores escuálidos de las recordaciones confusas que, de más en más, extravían el pensamiento entre brumas de incertidumbres apretujadas.
Por lo referido, es posible afirmar, sin la menor duda, que Viloria Santos es un gran intelectual de sólida formación cultural. De ahí que se pudiese considerar, con sobrada razón, valiosa reserva de nuestra sociedad y más allá de ella.
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