A las 9 de la noche de casi todos los lunes de los últimos años, empezaba a alistarme para la fiesta en Jet Set. Un poco antes de las 11 llamaba al valet para que me esperara y me parqueara el vehículo, después de procurar mi entrada, reservada, muy probablemente, desde la fiesta del lunes anterior, llegaba a sentarme en la mesa de Marcos y Tati, dos buenos amigos que tenían más de 20 años con una mesa fija en el lugar, y que gracias a Dios, la misma noche de la tragedia decidió no asistir.

Una fiesta del Mayimbe no me la perdí; así mismo vi a Sergio, Los Rosario, Rubby Pérez, Toño, Don Miguelo, Yiyo Sarante, Raulín Rodríguez, El Chaval, Luis Vargas y muchos años atrás, Anthony Santos, cuando la discoteca aún no había sido remodelada. Por muchos años los lunes del Jet Set fue el escenario de los grandes artistas, un espacio seguro para bailar, para pasarla bien, sentarse a disfrutar de una fiesta entre gente que la mayoría ya se conocía, aunque fuera de vista, o se tenía la referencia de verso ya todos los lunes en el mismo lugar.

Mis camareros, primero Fernando y después Rhoyer y Manuel, ya eran un contacto seguro y con el grado de confianza alcanzado ya eran capaces de saber si el próximo artista nos gustaba o no. Puedo afirmar a ciencia cierta que habíamos logrado un nivel de consideración y cariño en el trato. Cristina, la señora del baño, que durante tantos años acompañó a las mujeres en lo que fuera que necesitáramos y que se convirtió en un rostro conocido del Jet Set.

Justo al lado de mi mesa, como vecino de silla, Octavio Dotel, con quien la cercanía y su don de gente, tan genuino y espontáneo, logramos cultivar una amistad y un afecto que trascendió la fiesta de los lunes y se convirtió en amigo. De esa gente que, más allá de sus luces como profesional, te llenan de orgullo conocer y te contagian su alegría. Cada fiesta del Mayimbe era de rigor mandar a pedirle “Sonámbulo” a través de Octavio, con la certeza de ser siempre complacida.

Eso era Jet Set los lunes. Un espacio seguro del que jamás, ni que me lo contaran, podría siquiera pensar que terminaría con la vida de 232 personas de la manera más trágica imaginada. Gente que salió de su casa a disfrutar, precisamente en lo que era para todo el que frecuentaba los lunes, un espacio seguro, y terminó encontrando la muerte. Y de qué forma.

¿Quién iba a decirnos que aquel rato bonito, lleno de música, de ambiente decente iba a ser el destino final de 232 almas? Nadie. ¿Deliberado? No lo creo, no lo pienso. Antonio Espaillat era el cliente más habitual del Jet Set, su hermana Maribel administraba el lugar y su presencia, junto a su esposo, era una costumbre. ¿Irresponsabilidad y descuido mayúsculo? Eso sí. probablemente apelando al error humano de abusar de la fe y pensar que las cosas no nos pueden pasar a nosotros.

Lo cierto es que el descuido era una bomba de tiempo que puso en juego nada más y nada menos que la vida de todos los que nos sentábamos allí y que de cierta forma le entregamos nuestra confianza a lo que se suponía era nuestro espacio seguro, sin saber que aquel techo gritaba y daba señales mientras todos estábamos ajenos a que nuestras vidas estaban en juego.

La tragedia del 8 de abril nos ha marcado. Existe un luto colectivo que mantiene a la sociedad en un duelo del que nos costará salir y retomar la inevitable normalidad. Así sea que uno conozca o no las víctimas, aquí todo el mundo ha llorado a los muertos; otros han llorado ante el milagro de sobrevivir, y algunos, como yo, también hemos agradecido la suerte de no haber estado esa noche, como en tantas otras anteriores.

Paz a esas almas. Conformidad a los familiares que hoy lloran sus muertos, que sepan que todo un pueblo llora con ellos. A Rubby Pérez que vuelve tan alto como se escuchaba su voz. Y a la justicia dominicana, sabiduría y claridad para dar cierre a esta tragedia y la pérdida irreparable de tantas almas alegres muertas en el Jet Set.

Con cariño para los míos: Rhoyer, Manuel, Fernando y Octavio.

Paola Chaljub Then

Periodista

Periodista, locutora y presentadora de noticias. Madre de dos. La más chiquita de Dulce y Rafael.

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