Preámbulo
Mantenerse vigente no es solo estar al día: es decidir no quedarse al margen. Desde siempre he sentido la necesidad —y la responsabilidad— de conectar con los temas que definen el tiempo que vivimos. Pero más allá de consumir información, me mueve compartir creencias, preguntas, intuiciones y convicciones. Porque opinar también es construir.
Creo que no hay trayectoria sin tránsito, ni éxito sin la compañía silenciosa —y a veces incómoda— del error. Trabajo tras trabajo, descubrimos que no se trata solo de llegar lejos, sino de hacerlo con conciencia. Es ahí, en ese ir y venir entre certezas e incertidumbres, donde encontramos sentido y propósito. Desde esa mirada nace esta serie de artículos: como una conversación abierta, un espacio para explorar ideas que nos desafían, nos inspiran o nos invitan a actuar.
¡Con este espíritu, comencemos!
Innovar no basta: el propósito como brújula
En un mundo obsesionado con la novedad, ¿cuántas veces nos detenemos a preguntar por qué estamos innovando? ¿Para quién? ¿Con qué propósito?
Hoy innovar parece una obligación: hay que lanzar lo nuevo, lo distinto, lo disruptivo. Sin embargo, muchas veces esa carrera por lo “último” olvida lo más importante: el sentido. Porque innovar no basta si no sabemos hacia dónde —y para quién— caminamos. La innovación sin propósito puede fascinante, pero efímera.
Personalmente, siempre he creído que el propósito es una brújula. Da dirección a las ideas, convierte el talento en legado. En ese contexto, la innovación cobra verdadero valor cuando nace de una necesidad real, cuando responde a preguntas fundamentales y se ancla en valores sólidos. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en un ejercicio de estilo más que en una fuerza de transformación.
Pensemos por un momento en aquellas innovaciones que realmente han cambiado vidas. No fueron necesariamente las más tecnológicas ni las más costosas. Fueron las más humanas. Desde soluciones de salud accesibles hasta modelos energéticos que redefinen industrias, lo que hizo que esas ideas florecieran fue el propósito que las sostenía.
Pero el propósito también puede ser anticipación. Hay una forma de innovación con propósito que no se limita a responder a necesidades existentes, sino que anticipa, provoca y moldea comportamientos futuros, con una intención clara de transformación.
Es decir, no solo atiende realidades —como ofrecer una leche sin lactosa o un empaque compostable— sino que crea nuevas realidades: cambia hábitos de consumo, cuestiona categorías, introduce lógicas más conscientes, más humanas, más sostenibles.
Una innovación lidereada por la lectura profunda de hacia dónde vamos. Que va más allá del ámbito inmediato, que no aprovecha tendencia, sino que la provoca. Es una innovación profundamente intencionada: busca alterar patrones, desafiar el consumo inercial y abrir espacio a nuevas formas de relación con el entorno, con los productos y entre nosotros mismos.
Asimismo, también hemos visto lanzamientos espectaculares que generaron ruido, pero no impacto. Innovaciones que, aunque disruptivas, no dejaron huella porque nunca respondieron al por qué. La innovación sin propósito es como un faro sin brújula: puede brillar, pero no guía a nadie.
Nos toca preguntarnos ¿Cómo cultivamos una cultura de innovación con propósito?
Fomentar una cultura de innovación con propósito no es un acto aislado: es un ejercicio colectivo, continuo y consciente. Requiere convicción desde la dirección, espacios para cuestionar lo establecido, y estructuras que permitan convertir buenas ideas en realidades transformadoras.
Les comparto algunos principios que son claves para mí:
- Volver siempre al “para qué”.
- Conectar con quienes serán impactados. Escuchar, de verdad, es mucho más transformador que asumir. Escuchar no solo datos, sino historias.
- Crear estructuras para la innovación valiente. Se necesita: Espacios seguros para proponer lo impensado. Procesos que faciliten el prototipo, el error y el aprendizaje.
- Medir el impacto más allá del beneficio económico. Debemos promover coherencia entre los valores que decimos tener y las decisiones que tomamos.
- Comprometernos con una causa más grande que uno mismo.
La innovación con propósito es esa que cambia cómo consumimos, cómo nos relacionamos, cómo entendemos el éxito. Es elegir que nuestras ideas no solo brillen, sino que sirvan. Que no solo sorprendan, sino que transformen.
Porque el propósito es la brújula que convierte la innovación en legado.
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