La actual aspereza entre muchos dominicanos y haitianos, producto de un conflictivo pasado histórico, es un factor que obstaculiza el logro del bienestar económico de los dos países. Si bien la búsqueda de una conjunción de intereses está castrada por la actual situación de nuestro hermano país, conviene resaltar las invaluables oportunidades y beneficios que una relación armónica traería como consecuencia. Conocer esas oportunidades y beneficios puede contribuir a que los xenófobos, racistas e intolerantes de ambos lados desistan de su inquina y en vez promuevan el desarrollo económico y la paz.
Como integración inicial sería iluso aspirar a perseguir una armonía social o cultural bilateral. No es solo que en esos renglones se anidan los lúgubres bastiones de la animadversión, sino que por su multifacética naturaleza se tomaría décadas lograr la deseada armonía. Ni siquiera los mejores íconos de la sociedad civil de cada país podrían entrelazarse por ahora. Lo que más rápidamente puede generar una zapata de buena voluntad sería una amplia complementación económica. Es obvio que, en términos de la mano de obra haitiana, en el comercio, en la minería y en el turismo existirían las más prometedoras posibilidades. No hay que ser marxista para justipreciar el determinante factor económico en las relaciones bilaterales.
Mano de obra
Recién ha aflorado nuestra aguda dependencia de la mano de obra haitiana en la agricultura, la construcción y el turismo. Estos sectores contribuyen con aproximadamente un 35% del PIB: turismo 20%, construcción 9% y agricultura 6%. De ahí que preservar su salud representa una gran prioridad nacional.
Ya los cacaotaleros, constructores, bananeros, caficultores y arroceros han señalado su crucial necesidad de esa mano de obra. Se estima que un 30% de los trabajadores en la construcción son haitianos, mientras para cosechar los bananos, el arroz y el café la proporción llega a un 90%. Y se estima que un 18% de todos los haitianos empleados en el país trabajan en el sector turístico. La AIRD también ha reclamado una solución urgente ante la escasez derivada de las deportaciones masivas. Atinadamente, los permisos temporales de trabajo se tienen como la solución, mediante un proceso similar al que otrora existió para los trabajadores caneros.
La propalada mecanización, aunque deseable, no es una solución que pueda resolver las carencias ni en el corto ni en el mediano plazos. Queda claro, entonces, que la utilización de mano de obra haitiana beneficia a nuestro país económicamente. De igual modo, beneficia a Haití porque ayuda a paliar su crónico nivel de desempleo. Aunque sea temporalmente, los trabajadores en suelo dominicano contribuyen, con su docilidad y dependencia de su trabajo para sobrevivir, a crear lazos de fraternidad entre los dos pueblos. El sustrato económico de tal complementariedad es obviamente beneficioso para las relaciones entre ambos países.
Comercio
A pesar de las tensiones políticas y los problemas fronterizos, Haití sigue siendo el segundo socio comercial de nuestro país (después de los Estados Unidos). La IA reporta que en el 2024 nuestras exportaciones hacia Haití llegaron a US$896.1 millones, con un 2.6% de aumento respecto al año anterior. De este total, US$601,1 millones correspondieron a productos nacionales y US$294,9 millones a materias primas destinadas a las zonas francas de Haití. Se debe recordar que en Juana Méndez opera una zona franca dominicana (CODEVI) que es el mayor empleador de la región norte de Haití con más de diez mil trabajadores haitianos.
Sin embargo, para el 2015 ese volumen era significativamente mayor: (US$1,400 millones). Las exportaciones dominicanas fueron afectadas entonces por una disposición haitiana que prohibía la importación de 23 productos dominicanos por tierra, pero no por aire o mar. Esa medida fue revocada el año siguiente. /Pero para impedir la entrada de armas en marzo de este año Haití prohibió la entrada por tierra desde la RD de toda mercancía extranjera exceptuando la dominicana.) También en el 2024 nuestro gobierno cerró temporalmente la frontera debido a la disputa por un canal de irrigación cuya ubicación estuvo en entredicho. En general, la caída del comercio bilateral ha sido causada por el creciente deterioro de la economía haitiana producto de la agravada crisis de seguridad.
El pasado año los principales productos de exportación a Haití incluyeron textiles de algodón (US$119.7 millones), prendas de punto y accesorios (US$104.2 millones), productos plásticos (US$101.8 millones), productos de molienda y almidón (US$69.1 millones), preparaciones a base de cereales y productos de pastelería (US$66.7 millones) y cemento portland (US$37.4 millones). Esta composición de las exportaciones dominicanas subraya la importancia de los aportes dominicanos a la economía de Haití, particularmente para la construcción, la alimentación y los textiles. Por otro lado, nuestra importación de productos haitianos es pírrica, solo un 1.5% de todo el comercio bilateral.
A pesar de los obstáculos, la resiliencia de las relaciones comerciales indica una dependencia mutua, ya que Haití sigue siendo un mercado crucial para las exportaciones dominicanas. No se requiere mucha imaginación para deducir que las exportaciones dominicanas podrían incrementarse sustancialmente con la pacificación de Haití, lo cual daría paso a su desarrollo económico. Y Haití pudiera inclusive recibir inversiones dominicanas para producir allá productos que ahora importa desde aquí. No cabe duda de que el comercio bilateral podría aumentar considerablemente con la pacificación para beneficio mutuo.
Turismo y minería, las estrellas del futuro bilateral
Aunque Haití era considerada la Perla de las Antillas en los años 40-50 y recibía un flujo importante de visitantes, la turbulencia política desde entonces no ha permitido el desarrollo de su sector turístico. La recepción de cruceros en Labadee, un enclave del norte cercano a Cabo Haitiano era lo único que existía como operación turística importante (aunque recientemente cerró por motivo de la inseguridad). Desde hace mucho tiempo, en términos bilaterales tampoco se registra ningún flujo importante de visitantes de un país al otro. Los dominicanos que pueden vacacionar en el extranjero no piensan en Haiti como destino, y solo los haitianos de la elite que tienen residencia en la RD cruzan la frontera con fines recreativos.
Pero la pacificación y estabilización de Haiti podría generar enormes beneficios económicos para ambos países. Su cultura y otros atractivos hacen de ese país un filón turístico que imantaría a millones de visitantes. Basta señalar que Haití posee, según un estimado informal, el doble de kilómetros de playa que la RD. La inversión extranjera, y más particularmente las cadenas hoteleras que operan en la RD, acudirían a Haití a desarrollar la infraestructura turística necesaria. Resulta obvio que el turismo multidestino podría convertir la isla en una potencia turística latinoamericana que rivalice con México. Asimismo, se desarrollarían sinergias entre los puertos de cruceros de ambos países y aumentaría la conectividad aérea y la comunicación por tierra. Y la diversificación del producto turístico isleño traería consigo también una atmósfera de distensión y confraternidad entre los dos países y sus respectivas poblaciones.
En materia de minería la cooperación bilateral sería igualmente prometedora. Los recursos minerales de ambos países no se han clarificado enteramente, pero los expertos internacionales reconocen que la dotación de cada uno es grandiosa. Basta aquí señalar que la franja minera que se extiende desde San Juan de la Maguana hacia Restauración en el noroeste de la RD prosigue con una cuantiosa dotación de oro y plata al noreste de Haití. Más importante aún, se ha reconocido que la veta de tierras raras de nuestra Sierra de Bahoruco penetra a una gran parte del territorio sur de Haití. Obviamente, la cooperación bilateral para compartir información y experiencias podría convertir la isla en el otro Potosí de las Américas.

Es enorme el desafío que ambos países tienen por delante para estabilizar su relación y lograr una convivencia armónica. En la picota actualmente está el reto de la pacificación de Haití. Nuestro país debe contribuir en la medida de lo posible a crear las condiciones de este lado de la isla para que esa pacificación redunde en un mejor clima de mutuo respeto y colaboración. El futuro promete que los resultados serian enormemente beneficiosos para ambos lados de la isla.
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