La lingüística es una ciencia, como la medicina o la ingeniería. Por esa razón, el vocabulario empleado en la descripción y la explicación de los hechos de la lengua es directo, objetivo. Hay que llamar al pan, pan, y al vino, vino. En este sentido, se formulan afirmaciones como esta: ‘La raíz del verbo contar tiene dos formas: cuent-, aparece cuando el acento cae en la vocal de la raíz (cuento, cuentas); y cont-, en los demás contextos (contamos, contaba)’.

En literatura, en cambio, se emplean expresiones indirectas, metafóricas. Así, en poesía es normal encontrar enunciados como los siguientes: ‘Muero porque no muero’ (Santa Teresa de Jesús); ‘Y el camino que serpea y débilmente blanquea se enturbia y desaparece’ (Antonio Machado).

Utilizar un lenguaje figurado en lingüística implica, en el fondo, formular una falacia o incurrir en una falta de propiedad léxica que podría estimular el surgimiento de falsas creencias sobre las lenguas. A propósito de esta cuestión, conviene esclarecer algunas afirmaciones comunes como que ‘El latín es una lengua muerta’. ¿Es el latín, en realidad, una lengua muerta?Captura-de-Pantalla-2025-05-28-a-las-11.11.40-a.-m-728x341

Conviene recordar que un prerrequisito para morir es estar vivo. Y las lenguas no son seres vivos. Las lenguas son sistemas abstractos de comunicación que los hablantes logran aprender y memorizar. Quienes han muerto son los primitivos hablantes nativos del latín. Pero el latín puede estudiarse, aprenderse y hablarse como cualquier otra lengua. El hecho de que haya dejado de utilizarse como lengua materna de un pueblo no equivale a decir que está muerto. Lo que sí se puede afirmar objetivamente es que el latín es una lengua desusada.

Es cierto que en el lenguaje ordinario se emplean, con frecuencia, expresiones metafóricas, como ‘En invierno, el sol se acuesta temprano’. Pero, lógicamente, dicha afirmación es inaceptable en el campo de la Astronomía porque no representa la realidad: no es verdad que el sol se acuesta. Lo mismo vale decir de otros enunciados figurados (‘las manecillas del reloj’, ‘la voz del pueblo’, ‘una lengua viva’), corrientes en el habla ordinaria y popular, pero que, estrictamente hablando, no tienen cabida en el lenguaje de la ciencia porque algunas palabras han sido utilizadas en un sentido simbólico, metafórico, distinto del significado real, primario y directo que tienen en la lengua. En definitiva, en la frase ‘el latín es una lengua muerta’ no se están utilizando las palabras con su valor literal y verdadero, sino que se está hablando en sentido figurado.

¿Cuál es el nombre más apropiado de la lengua: español o castellano?

Aunque comenzó su existencia como variedad dialectal de una pequeña zona del norte peninsular, en Castilla, el castellano se difundió por toda España y se propagó después a gran parte de América. En este sentido, castellano y español son nombres sinónimos: se refieren a la misma realidad. La diferencia está en que con el nombre de castellano se hace referencia a Castilla, al origen regional de la lengua, y el nombre de español constituye una alusión a la nación donde se generalizó su uso. Es un reconocimiento de la difusión de la lengua en todo el país.

En general, los lingüistas consideran más apropiado usar el término español para referirse a la lengua en conjunto y reservar la denominación de castellano para la variedad del español que se practica en la región de Castilla, en oposición al andaluz, por ejemplo, y a las modalidades nacionales americanas (español chileno, cubano, ecuatoriano, dominicano, etc.). Así se hace en muchas universidades de España (Complutense de Madrid, Salamanca, Alcalá de Henares, Sevilla, etc.) donde existen departamentos de Lengua Española y se enseñan cursos de español para extranjeros. El nombre se ha consagrado también en el terreno internacional, adoptado en otros idiomas: en inglés, Spanish; en alemán, Spanisch; en francés, espagnol; en italiano, spagnolo.

A pesar de todo, en la mayoría de los países sudamericanos se refieren a su lengua con el nombre de castellano. Pero en México, América Central y el Caribe se ha acogido como la opción predilecta la denominación de español. En la República Dominicana, por ejemplo, el artículo 29 de la Constitución dice: ‘El idioma oficial de la República Dominicana es el español’. Por su parte, en las regiones bilingües de España (Cataluña, Galicia, Euskadi) prefieren utilizar castellano para marcar así la oposición con la lengua cooficial en la zona. Sucede igual en textos gubernamentales. El artículo 3 de la Constitución española de 1978 establece lo siguiente: ‘El castellano es la lengua española oficial del Estado’, y ‘Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos’.

Orlando Alba

Linguista

Orlando Alba es un lingüista dominicano, socio de Honor de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, ALFAL, miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y académico correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue condecorado por el Estado dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador. Ha sido catedrático de la PUCMM y de Brigham Young University. Su bibliografía incluye numerosos artículos en revistas especializadas y más de una docena de libros que analizan, principalmente, temas relativos al español dominicano. Con motivo de su jubilación, un grupo de colegas reconoció su carrera académica de más de 40 años con la publicación del libro ‘Estudios de lengua y lingüística españolas – Homenaje a Orlando Alba’ (Ed. Peter Lang SA).

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