Publicada en el matutino Diario Libre, esta noticia llamó mi atención: “Investigadores del instituto Catalán de Paleontología Humana y Evolución Social, hallaron una flecha incrustada en una costilla humana de hace más de 4,000 años…” La flecha fue disparada por la espalda. El hallazgo no es sorpresa, puesto que a partir de Caín y Abel venimos matándonos entre nosotros. Sin embargo, me hizo pensar en la inmoralidad de las guerras.

Se podría decir que vivimos una “Guerra Global”; no la de las tarifas del inefable Trump, sino la de siempre: flechas, lanzas, espadas, tiros, cañones, napalm, bombas atómicas, cohetes, drones, y sangre en abundancia. Actualmente están activos 56 conflictos armados en el mundo; el instinto guerrero del “homo sapiens” se viraliza.

Guerras sin moral

Yuval Harari, destacado filósofo y escritor judío, opinó recientemente que la mayoría de las guerras ocurren por pendejadas (lo de pendejada es traducción criolla). Afirma, que estudiando la historia le queda claro que han sido provocadas por creencias mágicas, cuentos de camino y otras sin razones.

Desde que pisoteamos el planeta hasta la guerra de Gaza, religiones, pasiones, y absurdos de todo tipo causan millones de muertos. ¿Acaso la guerra de Troya no se inició por el rapto de la esposa del rey Menelao de Troya? Se la llevó el príncipe Paris. En otras palabras: causada por unos cuernos.

Poco ha cambiado: Putin invade a Ucrania soñando grandezas imperiales, y los chinos invadirán a Taiwan por sueños similares. Netanyahu evita la paz por temor a caer preso. Nada, que las pataletas de cualquier “quítame esta paja” conducen a exterminios masivos. Y mientras el suelo se llena de cadáveres, van sacándose de las mangas narrativas, sofismas y todo tipo de teorías para justificar la carnicería.

Releyendo razones históricas, geopolíticas y religiosas, que aspiran a legalizar el genocidio de Gaza, detectamos falsedades e interpretaciones arbitrarias que no aguantan un debate razonable. De ahí que Heidegger afirmara que la guerra es la falta de razón, el miedo a pensar.

Visto lo anterior, cabe preguntarse si existe moral en la guerra. Pregunta innecesaria, porque hace siglos sabemos la respuesta: no existe. Prevalece Maquiavelo: “Es deber del príncipe utilizar la fuerza por encima de cualquier otra consideración…” La moral es un estorbo.

Douglas MacArthur- comandante supremo de las fuerzas de ocupación norteamericana en Japón-, aseguró que el único propósito de las guerras es la victoria, sin miramientos ni compromisos. Lo afirmó sin ambages días después del bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki.

Guerras sin moral

El fundamentalismo sionista ha logrado transformar a buen número de israelitas- antaño abanderados de la civilización – en barbaros. Sin restar provocación al criminal atentado terrorista de Hamas, esa transformación se alimenta de dos fuentes:  creerse preferidos de Dios y haber sido víctimas del holocausto. Lo primero es falso; lo segundo, siendo una trágica realidad, bajo ninguna circunstancia otorga permiso de aniquilación. Paradójica situación, pues el judaísmo es una religión de amor y confraternidad y ahora se  otorgan licencia para el genocidio.

(Las preferencias de Dios nos tienen confundidos, porque Hezbollah significa “Partido de Dios”.  Parece que por eso el Señor se incomodó y deja que se despedacen.)

Pone los pelos de punta a cualquiera saber que, en gran medida, la guerra entre rusos y ucranianos continúa debido a la herida narcisista infligida al ego del dictador Vladimir Putin; furioso por no haber podido meterse al país vecino en un bolsillo. Pero de mayor espanto es recordar que a Vladimir le gusta matar.

La estrategia militar es amoral y contabiliza muertos en batalla como causalidades o bajas; a los civiles descuartizados por las bombas les llaman “daños colaterales”; la devastación de ciudades se inscribe como resultados de estrategia.

En el más descarnado pensamiento militar, Israel va consiguiendo la victoria:  Hamas se encuentra diezmado igual que Hezbollah; controlan la franja y han lograron debilitar a Irán. Por otro lado, Putin está a punto de doblegar a Ucrania. Los guerreros consiguen sus objetivos ejecutando planes precisos e inteligentes sin miramientos ni compromisos.

A todo esto, callan los rabinos sionistas que azuzan a Netanyahu; también los patriarcas de la iglesia rusa. Los primeros, obnubilados por convicciones fantásticas, ignoran crímenes horrendos; los segundos, favorecidos por el poder, repiten la narrativa de Putin. Se comprueba el típico culipandeo de las elites religiosas…

Es seguro que algo similar sucedió en la Edad de Bronce, cuando flecharon por la espalda al hombre desenterrado por el paleontólogo. La diferencia consiste en que hoy matamos con tecnología de punta y cohetes atómicos. El gorila que todos llevamos dentro- capaz de matarse a mordidas por un pedazo de carne, una mujer, o un dominio selvático-, es hoy un letal comando de fuerzas especiales.

Segundo Imbert Brugal

Médico psiquiatra

Psiquiatra, observador socio- político, opinador. Aficionado a las artes y disciplinas intrascendentes de trascendencia intelectual.

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