Abandonando el confort que disfrutábamos en Hodelpa Garden Suites, de Juan Dolio, iniciamos nuestro recorrido a las 6:00 de la mañana rumbo a Bávaro, Punta Cana, tomando la Autovía del Este para conectar luego con la Autopista del Coral.

Salimos de San Pedro de Macorís para luego de cruzar el puente Mauricio Báez.

En nuestra ruta, la conversación giró en torno a la recomendación de un empleado del hotel de conducir con mucho cuidado debido al alto número de accidentes fatales que se producen en esas carreteras.

A esa hora de la mañana el tráfico vehicular era escaso. Pocos camiones de carga ligera y pesada se movilizaban raudos por la vía, rumbo al Este. Esporádicos automóviles y motociclista eran visibles.

Ambas autovías, construidas con dos amplios carriles en ambas direcciones, parecieran muy seguras y con buen despliegue de señalizaciones.

Las tres vías rápidas poseen zonas divisorias amplias, limpias, señales instructivas de salidas y entradas a otras rutas y/o ciudades, de advertencias y control de velocidad, todas bien visibles a distancia y con sus líneas blancas y amarillas sobre el pavimento.

Esos detalles, observados como turista visitante dominicano, merecen otorgar una felicitación al Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), por su empeño en hacer un buen trabajo, manteniendo estas vías seguras para los conductores de vehículos de motor.

Un dato digno de reconocimiento son las unidades de rescate y ayuda de la Comisión Militar y Policial (COMIPOL), adscrita al MOPC que trabajan en estas aéreas para socorrer a conductores en autopistas y carreteas.

Sus unidades de emergencia y un personal capacitado en alerta a cualquier eventualidad lo observamos a un lado de una de las estaciones de peaje entre San Pedro de Macorís e Higüey.

Ahí pudimos observar un camión grúa para remover de las vías cualquier vehículo accidentado; un camión de plataforma para trasladarlo a un lugar pre-seleccionado, más otro camión cerrado repleto de todo tipo de herramientas.

En algunos puntos de la autopista, los vimos en plena labor de auxilio a conductores que solicitaron sus servicios.

Pero todo ese esfuerzo de las autoridades lo empañan choferes irresponsables que manejan vehículos de motor inseguros.

Lo conducen conscientes de que tienen fallas mecánicas o eléctricas que, en el momento menos inesperado, provocarían accidentes que pudieran cobrar las vidas de ellos mismos, o de otros conductores.

Es penoso que los oficiales policiales –patrullas de carretera- asignados a trabajar en las autopistas, solo se concentren en detectar mediante un aparato electrónico a los conductores que transitan estas vías a velocidades por encima de la regulada por la ley de tránsito.

Si bien es cierto que multan a los más desprevenidos, son ciegos a otros que pueden causar desgracias en las autopistas.

Lo decimos con propiedad, porque en nuestra ruta llegamos a contar a 11 vehículos de carga transportando materiales de construcción sin ningún tipo de luces en su parte trasera, uno con la carga cubierta por una lona que cubría las luces y placa trasera, y otro con una sola luz frontal en funcionamiento.

Tres vehículos pesados de empresas distribuidoras de electrodomésticos con solo una luz roja trasera funcionando, la cual se encendía al conductor presionar el pedal del freno para reducir la velocidad.

En su mayoría, cruzan de un carril a otro sin poner las luces que lo indican.

Dos camiones varados a la orilla de la carretera por desperfectos mecánicos o reventones de una de sus llantas, y sin la colocación de los triángulos de advertencias para alertar a conductores.

Y cuatro automóviles privados que nos rebasaron a una velocidad por encima de los 100 kilómetros por hora que -al percatarse de los patrulleros a distancia- reducían la velocidad.

Sin embargo, los camioneros con fallas eléctricas en sus luces traseras y delanteras cruzaban frente a los ojos de estos representantes de la ley, sin ser molestados.

A unos 20 kilómetros de distancia de la ciudad de Higüey, el tráfico vehicular estaba totalmente paralizado. Un camión de carga de unos 40 pies de largo se había volcado, bloqueando la autopista.

El vehículo estaba con sus gomas hacia arriba, la cabina del conductor totalmente aplastada y toda la carga desparramada por doquier.

Unidades policiales, bomberos, de la Comipol y el MOPC ya estaban en la escena. Era imposible que el conductor sobreviviera a este accidente.

Perdimos más de una hora en medio de la vía a la espera de que el tránsito fuese restablecido.

Luego entendimos el por qué de la advertencia que nos hicieran a la salida del hotel, en Juan Dolio, de manejar con cuidado y muy alerta en la autopista.

Me hubiese gustado narrar aquí mi experiencia como conductor por las calles y avenidas del Gran Santo Domingo, donde se ubica la capital de República Dominicana.

Pero esa es otra historia cargada de pánico y terror que podré detallar en otra entrega, teniendo como principales protagonistas a conductores del transporte público, de autos privados y motoristas.

Al regresar a la ciudad de Nueva York, sacamos como conclusión de que nuestras cortas vacaciones, gracias a Dios, fueron muy agradables y divertidas en Punta Cana, lugar paradisíaco para turistas nacionales y extranjeros.

Rafael Gómez

Periodista

Rafael Gómez, periodista dominicano. Residente en los Estados Unidos.

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