Ahora que la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) ha lanzado, por fin, un programa de doctorado propio en la Facultad de Humanidades, tal vez sea pertinente la publicación de estas notas que escribí en una ocasión en que se me solicitó para un evento académico que expusiera mis experiencias del doctorado en Filosofía en un Mundo Global. Este programa se imparte en la UASD con la Universidad del País Vasco (UPV) y me correspondió, desde su primera promoción, la coordinación por la UASD durante 5 años. Por considerarlo de interés para el entorno académico no sólo de la UASD, sino de otras universidades del país, decidí extender estas consideraciones a otras experiencias de doctorado que conocí o he tenido tanto en República Dominicana como en otros países.

Mi primer conocimiento del nivel de doctorado lo tuve en la antigua Unión Soviética. Allí, si bien mis estudios eran de pregrado, tenía contacto con amigos dominicanos, soviéticos y de otros países que estudiaban a este nivel. El sistema no era nada complicado, la persona entraba a su programa y de inmediato le asignaban un tutor (Rucabaditel) para que orientara el proceso durante todo el tiempo que duraba el programa. Para iniciar un doctorado no era necesario entrar a un grupo, usted entraba solo y armaba su programa con su tutor, no era necesario tomar una batería de cursos previos a la escritura de la tesis, aunque el tutor, sobre todo en el caso de los extranjeros, podía sugerir al doctorando que tomara algunos cursos de reforzamiento si encontraba que era necesario. Eran doctorados centrados en la investigación, la persona entraba a investigar en su tema desde el inicio y tenía como requisito que escribir un determinado número de artículos que debían ser publicables en revistas científicas o del área particular de cada quien. Al final, la disertación se defendía de manera pública.

Luego, tuve la experiencia de la realización de mi doctorado en la Universidad de Delaware, en los Estados Unidos. Allí el sistema era bastante diferente al soviético, aunque con algunas similitudes. Lo primero es que, si bien los programas son bastante flexibles en términos de su contenido, hay sin embargo un conjunto de cursos predefinidos que se llaman “core courses”, o cursos medulares, los cuales hay que tomar y en torno a ellos realizar como requisito obligatorio los “Qualifying Examinations” (exámenes de cualificación). Debo decir, que en la Unión Soviética había algo similar, pero le llamaban exámenes estatales. Una nota tal vez relevante es que tanto en la Unión Soviética como en los Estados Unidos había un gran temor en torno a estos exámenes entre los doctorandos, pues se decía que eran muy fuertes y difíciles, por lo que había quienes no lograban superarlos en el primer intento. Por consiguiente, debían repetirlos, con el riesgo de no poderlos aprobar por completo. En mi experiencia particular, encontré que efectivamente, los exámenes son rigurosos y difíciles, pero nada que un estudiante dedicado seriamente a sus estudios no pueda realizar. En mi apreciación, estos miedos no pasaban o pasan de ser mitos normales que suelen surgir en torno a procesos que, como debe ser, se salen de lo fácil y lo común.

Otro aspecto de la experiencia de mi doctorado fue que tan pronto inicié el programa, se me solicitó que conformara mi “Disertation Commitee” (Comité de Disertación) de 5 miembros, que debía escoger yo mismo dentro del staff de profesores de la Facultad, uno de los cuales debía ser el Director(a) y otro el Co-director, los demás fungen como miembros. Este equipo, y de manera particular, los dos primeros, fueron en mi caso, quienes dirigieron y orientaron todo el proceso de mi doctorado. Algo que resultó muy beneficioso para mí fue la posibilidad que tuve de seleccionar, con el apoyo y orientación de mis tutores, un conjunto de cursos que eran de mi particular interés y que me permitirían sistematizar mis conocimientos en torno al tema de tesis seleccionado. Esta posibilidad me permitió tomar un curso tutorial con uno de mis tutores orientado de manera exclusiva y de común acuerdo con dicho tutor, a diseñar el marco teórico de mi tesis, el cual tuve listo de manera general ya a mediados del segundo año de mi programa.

Una vez finalicé todos los cursos presenté mi anteproyecto de tesis, el cual tenía que defender ante mi Comité en Pleno. En mi caso, como la investigación de tesis la estaba realizando fuera de los Estados Unidos, específicamente en Costa Rica, me exigieron que buscara y sometiera para su aprobación, uno de los cinco miembros de mi Comité de Disertación en el país donde realizaba dicha investigación.

La otra experiencia de doctorado que he tenido, ya en el país, es la de docente en el doctorado en educación de la Nova Southeastern University, que se ha impartido en convenio con varias universidades del país, incluyendo a la UASD. Comencé desde que se inició el programa en el INTEC, luego trabajé con la promoción de la UCATECI en la Vega, después la de la UASD y en la promoción con la UCNE, en San Francisco de Macorís.

El proceso de este programa, a mi modo de ver, comenzó algo informal, sobre todo en lo que respecta a la contratación de profesores, pues no se sabía en realidad a quien pertenecía el docente, si a la universidad Nova o a la universidad dominicana donde se impartía el programa. Esto finalmente se corrigió y ahora, los docentes tienen la condición de Adjunct Faculty (Profesor Adjunto) de la Universidad de Nova, para lo cual se siguió un proceso de selección y registro minucioso.

Esta experiencia con la Nova Southeastern University es muy interesante, pues a diferencia de otras que conozco, en ésta, desde el primer momento se buscó e integró a profesores dominicanos o residentes en el país. Luego, conforme fueron egresando, se fue integrando a algunos de los nuevos doctores del programa. Aunque, tal vez sea pertinente subrayar, que la incorporación de docentes nacionales, según mi valoración, tiene que ver más con un asunto de costo que de preocupación por la transmisión de capacidad para nuestro país, pues a todas luces el costo de contratar profesores locales es irrisorio e insignificante comparado con el de contratar y traer a profesores de los Estados Unidos. Pero aun así, esta incorporación de doctores nacionales tiene una gran relevancia, pues ello facilita un proceso de aprendizaje y transferencia de conocimientos y know how que nos permite generar capacidad propia para el diseño e impartición de nuestros propios doctorados.

Ahora, me quiero referir a mi experiencia con el doctorado en filosofía de la Universidad del País Vasco. Este programa comenzó en el 2005, todavía en la modalidad de doctorado propio de esa universidad, algo que luego se cambió con la introducción del llamado Acuerdo de Bolonia a todas las universidades españolas. Mi vinculación principal fue como coordinador por la UASD. El programa se inició con un grupo de más de treinta estudiantes, la mayoría docentes de la UASD. Finalmente, solo 18 presentaron y aprobaron la suficiencia investigativa, requisito sine qua non para poder pasar a escribir la tesis doctoral. A diferencia de las otras experiencias que mencioné, aquí los estudiantes no estaban supuestos a presentar exámenes comprensivos o estatales. Pero, a cambio, después de haber tomado todos los cursos, similar al modelo de los Estados Unidos, tenían que presentar y defender un documento de bastante rigor, que es precisamente la suficiencia investigativa. Aquí, el doctorando tiene que mostrar no solo dominio de contenidos, sino también destrezas analíticas y reflexivas, así como gran capacidad de síntesis. Adicionalmente, debe mostrar que conoce y aplica correctamente las herramientas de investigación que dice haber utilizado.

Conjuntamente con dos docentes del doctorado (el coordinador por la UPV y otro profesor) me correspondió conformar el equipo que evaluó y examinó estos trabajos y debo decir que la experiencia fue muy grata y edificante, pues en su mayoría se trató de trabajos de muy buena calidad, con temas de mucha pertinencia, tanto teórico-filosófica como social. De estos 18 participantes la mayoría, si no estoy equivocado, concluyó exitosamente el programa y hoy son doctores, con actividades de docencia e investigación, sobre todo en la UASD.

Después de haber estado coordinándolo por cinco años, debo decir que se trata de un programa de muy buen nivel y, en general, con muy buenos profesores, si bien, en mi apreciación, requiere de algunos cuidados y ajustes para mejorar su calidad y eficacia, particularmente por parte de la UASD.

Es importante subrayar, que al igual que otros programas doctorales traídos de España y otros países, este es uno de esos que podríamos llamar “enlatados” y funcionan como pequeños enclaves en nuestro país de las universidades de origen. Como consecuencia, hay muy poca posibilidad de incidir en su formato y contenido, pues la universidad que los recibe no toma ninguna decisión al respecto y se limita a ejecutar lo planeado e indicado desde fuera. Ellos diseñan el programa, reclutan y asignan los profesores y definen los tiempos en que se impartirán las clases y otras actividades de acuerdo a las posibilidades de sus profesores y la universidad de origen.

En la experiencia que tuve como coordinador en este programa doctoral, la UASD, como institución contraparte, debía aportar el espacio físico para impartir las clases y coordinar el programa, esto es, aulas y oficina, reclutar a los estudiantes y contratar al coordinador local. También debía proveer el hospedaje, transporte local y viáticos para alimentación a los docentes visitantes. En lo que respecta a esta parte, la experiencia que me tocó fue penosa, debido al apoyo altamente precario por parte de las autoridades de la institución en ese período, comenzando por el Decanato y terminando con la administración central.

Había durante este tiempo una total descoordinación entre las autoridades de postgrado de la Facultad y la alta dirección de postgrado de la Universidad, léase, Vicerrectoría de Investigación y Postgrado y su Director General de Postgrado, lo que perjudicaba grandemente el buen desempeño del programa en lo que tocaba a las responsabilidades de la UASD. A esto yo lo he calificado como una relación “disfuncional” que lleva a un mediocre desempeño de la Institución en materia de gestión de postgrado.

Lo que se percibía en aquel entonces, era que no había líneas de dirección jerárquica claras desde la Vicerrectoría hasta las autoridades de postgrado de la Facultad. No se sabía dónde estaban las atribuciones y obligaciones de la alta dirección de la universidad en todo el proceso operativo del doctorado y desde luego, siempre que nos acercamos buscando apoyo la respuesta fue por lo general precaria, por no decir nula. Desde luego, estoy hablando del tiempo que estuve al frente del programa, pues ignoro si esto ya ha sido superado o al menos mejorado. Ojalá que así sea.

Por otra parte, no existía un mecanismo de cobro a los doctorandos ágil y efectivo, y esto, si se tiene en cuenta que se trata de un programa autofinanciable, en donde todo, incluyendo los honorarios del Coordinador, debía costearse con los aportes de los participantes, repercutía de manera muy negativa en la eficacia del programa. Esto significaba, que tanto las autoridades de la Facultad como la alta Dirección, entendían que no era asunto suyo asistir y apoyar al programa si no había dinero. Todo lo contrario, en más de una ocasión nos cayeron encima, por así decirlo, los auditores de la Contraloría de la UASD reclamando que los programas que no fueran autofinanciables deberían cerrarse ipso facto.

La precariedad de recursos llevó a que, en ocasiones, el Coordinador tuviera que asumir, no solo el transporte de los profesores desde y hacia el aeropuerto y desde su hotel a la UASD, sino también el pago del alojamiento, hasta que algún día la institución le devolviera este dinero, si los participantes pagaban. Yo asumí mi rol de coordinador trabajando, como se dice, con las uñas, pues ni siquiera teníamos un aula adecuada asignada, comenzamos en un aula prestada en la Facultad de Ciencias Jurídicas, pero no era un aula ambientada para una clase doctoral. Luego, solicitamos y obtuvimos un auditorio en la Biblioteca Pedro Mir y la situación mejoró considerablemente, aunque seguimos teniendo problemas menores que no viene al caso traer a colación, pues no es la intención de esta memoria desmeritar a la UASD ni a ningunas de las instituciones involucradas en otros programas que menciono.

Después de un tiempo de estar allí, recibimos una comunicación de la Gobernadora de la Biblioteca diciendo que el doctorado tenía que pagar a esta entidad una determinada suma de dinero por el uso del aula, lo cual nunca obtemperamos, pues no había recursos para realizar dicho pago, y además, porque lo considerábamos improcedente, siendo que era responsabilidad de la Institución proveer de por lo menos de aula el programa. Ignoro cómo se está manejando este punto en estos momentos.

En cuanto al cobro del costo del programa a los doctorandos, después de un tiempo en la coordinación se me dijo que era también parte de mis obligaciones como coordinador lograr que estos pagaran, pues de ello dependía el pago de mis honorarios. Mi reacción fue: ¿y cuáles son los mecanismos con los que yo cuento para hacer que éstos paguen? Desde luego, la mayoría nunca hizo efectivo el pago completo, por lo menos a tiempo y a mí se me dejó de pagar más de 400 mil pesos por concepto de meses de coordinación trabajados, porque nadie se interesó en que la Institución cumpliera con su parte del contrato conmigo por la coordinación de ese programa.

Es importante destacar que la Facultad, y por consiguiente la Institución, no contaba con una estructura adecuada para el postgrado y particularmente para el nivel de doctorado y no estoy seguro que a estas alturas se tenga claro qué es lo que esto significa y su importancia para tener programas de doctorado de calidad y con una gestión eficaz de todos sus procesos. Esto incluye políticas y programas de apoyo y facilitación a los doctorandos y de manera muy particular a los que son parte del cuerpo docente de la institución. Pero incluye, además, infraestructura, aulas y oficinas ambientadas, equipos, dotación bibliográfica, sistemas logísticos, conectividad, etc.

Asimismo, hay que formar gestores de postgrado, particularmente, del nivel de doctorado. No sé si a estas alturas si la Institución se ha planteado seriamente tener un edificio de postgrado, si no, sería importante que se lo planteara y trabajara para ello. Sé que la idea se ha manejado a algunos niveles, pero lo que me refiero es a asumir una clara determinación y compromiso al respecto.

Pero más que eso, la UASD debe plantearse seriamente integrar la docencia de postgrado a sus estructuras, de manera que la experiencia en docencia y gestión a este nivel formen parte de la carrera académica de los y las docentes de este nivel y en específico, del nivel de doctorado.

De manera muy particular, la UASD tiene que conseguir que sus doctores o en general, doctores del país se vayan integrando a todos los programas de este nivel que se impartan aquí. Esto debe ser una condición para negociar con las universidades que deseen impartir sus programas doctorales en la Institución. De otra forma, el aprendizaje y la transferencia de conocimientos serán siempre precarios y limitados. Para el caso del doctorado en filosofía, debo decir que sostuvimos conversaciones a este respecto con el director del doctorado por la UPV en ese momento y se mostró muy receptivo a ir creando las condiciones para que la UASD fuera incorporando sus docentes en el programa hasta lograr una combinación equilibrada con los profesores de la UPV. Ignoro si ha habido avances en esta dirección.