Mis palabras para Jim Hernández, en ocasión de su misa de cuerpo presente, hoy quiero compartirlas públicamente a petición de una gran parte de los presentes y de los que no lo escucharon, tanto de Bonao como del país.
A la señora y amiga Xiomara, compañera de vida de nuestro hermano Jim Hernández, su hijo, amigos, familiares y a todo el pueblo de Bonao y el país.
Acudo a esta cita con el duelo, a testificar en mi nombre propio, en nombre de todos y esencialmente del Patronato de la Voz del Yuna, -cabe decir-, donde Jim Hernández fungía como su presidente, y que amaba tanto, que incidió en el sentido solidario de su familia, como su causa principal, que, a decir en sus murmullos de sus sandas, la indujo a cambiar flores por ofrenda a su Voz del Yuna, ¡cosas veredes, pueblo! Entendió, conjeturo yo, que pensó que no necesitaba flores para su camino a la gloria, sino seguir construyendo su trayecto a su legado altruista y solidario, donde está estampada su presencia y su recuerdo eterno.
Jim, y no importa que solo acudamos unos pocos a tu desinterés, solamente tu intención, como quiera, siembra en nuestros corazones tu gesto desprendido que influiría en bocanadas agónicas nuestro credo. Pensaste, tal vez en un suspiro final, ¡que no muera voz del Yuna!, y que se mantenga incólume, para que las nuevas generaciones no pregunten: "¿Qué era eso, Voz del Yuna?". Y los adultos mayores acurruquen su eterno sentimiento bañado en la cantología de América, enclavado en el corazón del mundo y en el mismo corazón de Bonao.
¡Jim Hernández, aquí estamos frente a tu féretro que sirve de albergue a tus restos mortales, y de recuerdo eterno a tus obras! Hoy estamos repicando el ruido de los murmullos y lamentaciones, y que por doquier se repetía ¡Jim ha muerto!, exclamación esta que se volvió viral en todos los rincones y las expresiones mediáticas. Ora en influencer, ora en Facebook, ora en radio, ora en los murmullos pueblerinos, ora de boca en boca, lo que hace estampar en la etiqueta que el impacto de la noticia de tu partida se convirtió en una especie de bumerang de lamentos y llantos.
¡Dios mío!, todos estamos atónitos, perplejos y extasiados, sin podernos explicar que un hombre sano y lleno de vida, en un abrir y cerrar los ojos, se nos fue atrapado en una enfermedad voraz que carcomió las entrañas de su vida. Y deja un espanto de asombro que murió a quemarropa uno de los hijos más predilectos de Bonao.
En el día de hoy, levantamos las lágrimas derramadas por su pueblo cuando se anunció ese infausto acontecimiento y, en un momento de recogimiento solemne, pido las vibras de sus henchidos corazones para que podamos decir a viva voz: ¡Llegó, señores, y estamos aquí, profundamente conmovidos y altamente asombrados por la espontánea y admirable cercanía de nuestro Jim con su pueblo!
¡Estoy y estamos aquí, señores, y estoy y estamos ante el féretro del ilustre Jim Hernández, después de haber visto con pasmo en los ojos y honda emoción en el alma cómo todo un pueblo hizo desbordar gritos de angustia y tristeza y se lanzó por diferentes vías para gritar la muerte de uno de los conciudadanos y profesionales más conspicuos del alma de su Bonao!
¡Si queréis, enjugad sus lágrimas! ¡Les tengo buena noticia de su presencia y por qué dejar de llorar! Jim estará en el recuerdo en todo los caminos de su Bonao; estará en el rescate y el ensamblaje de un sueño ciudadano, recuerdo yo, para empezar su vínculo con la Voz del Yuna, que al inicio del 2013, una comisión de munícipes, encabezada por el ex senador, a la sazón, Félix Nova, le visitó, y sería un viernes del referido año, justamente, cuando el arquitecto picaba hacia la cúpula de esculpir su bien ganado nombre, y sin ambages o circunloquios ni demoras, abraza la causa de resucitar y empalmar uno por uno los listones, cuartones y columnas desvencijadas de la otrora y majestuosa –ya abandonada-,obra que solo exhibía como si fueran las costillas cadavéricas de la entonces imponente estructura arquitectónica, que de tantas glorias y recuerdos, constituía un archivo a cielo abierto que guardaba incólume en sus salones y pasillos, olvidados en las huellas de la inclemencia y la indiferencia, toda la memoria histórica de lo que fue la cuna del canto, y arte de América y el mundo.!
Jim estará vivo, en el corazón de su pueblo. Solo tienen que seguir las huellas de sus pisadas, y tendríamos que emular al poeta, Manuel del Cabral, cuando escribió: "¡He tanto lo que he pisado mi tierra, que ya es ella la que camina por mí!". En cada rincón del país, o allende los mares, está su inspiración artística, su sublime olfato de las construcciones majestuosas y, dentro de sus imponentes legados, está la réplica de la Voz del Yuna, a la que dedicó todo el resto de su vida y murió con la bota puesta de peregrino del amparo para que el sueño de Voz del Yuna no se convirtiera en una pesadilla de monstruos que ante su imponencia simulan indiferencia.
¡Henos aquí, Jim Hernández! Puesto de pie, reverente en la expresión de su dolor y el placebo por tu resurrección a la vida. En cada estante del sostén de tu pueblo, estará anclado como hijo, esposo, buen ciudadano, ejemplar profesional. Y os decimos, tu resurrección no tendrá dificultad alguna por donde llegar, entre tantos espacios. ¡Aquí te esperamos sosteniendo su estandarte para cuando los muertos vengan a buscar sus vidas…
Y no importa, Jim, a ti que te gustaban tanto mis poemas, hoy te despedimos con algunas estrofas de un canto poético. … “Corceles negros y de doradas bridas, marchan tras la diosa del hielo, y con tambores agónicos y amortajados, interrumpen la siesta cadavérica de una antigua vida, que exhausta y moribunda yacía dormida. Sin embargo, nuestro hermano, aquí te hemos esperado con nuestros corazones heridos para, en nombre de todos y en especial, a tu legado, abrazar tu obra y decir a los cuatro vientos que tu nombre, junto al canto de tu pueblo, siempre quedará grabado. ¡Vete, Jim!, no te devuelvas, aquí no dejaste nada pendiente, solo intercede por nosotros cuando a la diestra de Dios Padre te encuentres presente.
¡Descansa en paz, Jim Hernández! Y gracias, por dejar tus flores con nosotros convertidas en un sentimiento de amor y legado por lo tuyo… ¡Hasta luego, y no te olvides de invitarnos a la fiesta de tu inmortalidad! AMÉN.
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