Una vez, un grupo de prósperos hacendados del nordeste de la isla, bien educados, pero contando apenas con la educación intermedia a la que se podía tener acceso en los parajes más alejados en los tiempos agrestes de la Era de Trujillo, vino a Santo Domingo a tener una reunión con los representantes de un importante ente estatal, con el objetivo de discutir el pago de una indemnización por la expropiación de gran parte de sus terrenos.
El grupo designó a un vocero para que se dirigiera en nombre de todos a los funcionarios públicos que los recibieron y este, tratando de usar un lenguaje cortés y formal frente a las autoridades, hizo su exposición hablando de los reclamos de “vosotros” —pronombre de uso informal y mal usado como si fuera —y suene— formal y significando “nosotros” y no “ustedes”—, lo que causó una risa contenida en los funcionarios e, incluso, en algunos del grupo de hacendados.
Al final del encuentro, el vocero pregunta a un amigo que si podía regresarse a su pueblo en su camioneta, a lo que aquel responde que claro que sí. En su camino de regreso, el vocero le cuestiona sobre su parecer respecto a su exposición ante las autoridades, a lo que el amigo responde en tono de chanza: “Para vosotros sus palabras fueron excelentes”. Ante esta respuesta, el vocero responde: “Compadre, no relaje, no se burle usted así de mí”.
Este introito es para referirme a un preocupante fenómeno: el creciente desuso en español del pronombre “usted”. Utilizado para tratar a mayores, profesores, autoridades, padres de nuestros amigos, empleados y, en sentido general, a cualquier desconocido o apenas conocido, viene desde hace tiempo siendo sustituido por el “tú”. Un tuteo masivo, que ya no se conforma con tutear, sino que va un paso más allá, cuando por teléfono una recepcionista o encargado de servicio al cliente te trata de “mi amor”, de “linda” o de “querido”.
Cuando niño, en mi familia no usábamos usted frente a padres, abuelos, tíos, primos o hermanos. Pero quedaba reservado para las categorías de personas antes referidas y a las que era considerado un irrespeto tutearlas. No es que el usted necesariamente implicase un trato formal, pues, aunque no con la extensión que en Colombia, el usted se usa ocasional y afectivamente en algunos países entre amigos y primos, y a veces entre parejas, aun en el desamor, como Celia Cruz cuando canta “usted abusó, sacó provecho de mí, abusó, sacó partido de mí, abusó, de mi cariño usted, abusó”.
La tendencia global al igualitarismo y la horizontalidad en las relaciones personales dificulta el retorno del usted. Creo, sin embargo, que nuestro lenguaje y nuestros tratos se han empobrecido notablemente con la desaparición de un pronombre personal que impregna y denota respeto y cortesía en nuestras relaciones con determinadas personas, incluyendo a aquellas a quienes conocemos por vez primera.
Y es que, incluso en una democracia de seres humanos libres, dignos e iguales, como a la que aspiramos, el usted facilita el respeto de los derechos de los ciudadanos, el tratamiento decente y respetuoso de las autoridades con aquellos, la cortesía institucional en diversidad de ámbitos y la comunicación en todos los foros, aun los más impersonales e informales, como las redes sociales.
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