Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), el suicidio es la tercera causa de muertes violentas en el país después de los accidentes de tránsito y los homicidios. Un promedio de 594 suicidios anuales, entre 2007 y 2024 (651 el año pasado).
Es, pues, un grave problema de salud pública, para el cual no se tiene ni explicación convincente ni adecuadas herramientas para confrontarlo.
Para ayudar en algo a su comprensión, reproduzco, con ligeras modificaciones, este artículo que publiqué en el desaparecido periódico Panorama Digital (2 de marzo de 2012).
El suicidio y las acciones de prevención
Estrés, dificultades económicas, alcoholismo y drogadicción, no explican el incremento del suicidio entre los dominicanos; esos problemas existen con anterioridad a su incremento.
Los individuos, en condiciones y situaciones semejantes, no actúan siempre de la misma manera. Es por eso que muchos estudios sobre el suicidio colocan al individuo en el centro del problema, su personalidad, experiencia de vida y manera de reaccionar frente a las dificultades reales o imaginarias.
Estudios, ya bastante viejos, como los del psicólogo clínico norteamericano Edwin S. Schneidman, 1999, revelan que existe una ambivalencia vivir/morir en toda persona proclive al suicidio. Y es esta ambivalencia la que explica que solo algunas de las personas que piensan en suicidarse pasen al acto.
Y es también esta ambivalencia la que deja abierta la posibilidad de intervenir y eventualmente evitar que se suiciden.
Intervención
Es bien conocida la tendencia del ser humano a imaginarse más fácilmente lo peor que lo mejor. El rol del profesional que interviene en prevención de suicidio es ayudarlo a imaginarse lo mejor.
Hay también una tendencia del ser humano a subestimar su capacidad de enfrentar dificultades, aquí también es clave el rol del profesional: ayudarlo a ver la luz al final del túnel y a entender que sus dificultades y sufrimientos no son eternos, pasarán, como todas las cosas.
He aquí algunas de las acciones propuestas por profesionales de Norteamérica y Europa que intervienen en prevención de suicidio (la lista no es exhaustiva).
- Trabajar la ambivalencia.
- Transmitir esperanza al paciente.
- Abordar las personas de su entorno (familia, amigos).
- Insistir en las razones que tiene la persona para vivir.
- Hacer hincapié en las fortalezas y recursos del individuo para superar sus dificultades.
- Dar continuo seguimiento.
Servicio de prevención
Limitarse a exhortar a los ciudadanos a que le busquen ayuda profesional a cualquier familiar con tendencia suicida, como comúnmente se hace en el país, es prácticamente abandonar a estas personas a su propia suerte.
Quien piensa o intenta suicidarse requiere de un servicio de urgencia, igual que el que sufre graves heridas, luego de un accidente. En ambos casos, es la rapidez y eficacia de la intervención la que hará la diferencia.
Un equipo de profesionales del Ministerio de Salud Pública (psiquiatras, enfermeras en psiquiatría, psicólogos, trabajadores sociales) debería estar en permanente contacto con los centros locales de salud y organizadores y activistas comunitarios de todos los rincones del país para identificar a personas vulnerables, que el simple rumor público asocie a la posibilidad de suicidarse.
Este servicio debería contar también con una línea telefónica 24/7 gratuita y confidencial, donde personas, debidamente entrenadas, respondan y refieran a un profesional competente. Esta referencia debe estar acompañada de un seguimiento de verificación. De nada sirve referir, si la persona no acude a donde lo refieren.
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