En 1964 se hizo rutinario el rumor de un golpe de Estado revolucionario contra el Triunvirato golpista. No obstante, tras la semana santa en abril de 1965 no se esperaba una insurrección en el sábado siguiente, el día 24. Al mediodía la muchachada de mi barrio de Villa Francisca, específicamente antigua Félix María Ruiz (Av. México) entre Duarte y la esquina del pantalón (José Reyes y Jacinto de la Concha) nos preparábamos en el patio de la Escuela Ecuador (antigua Arzobispo Valera) para jugar beisbol en la explanada de la mencionada esquina. De repente escuchamos una algarabía, todos corrían hacia la Avenida Duarte, nuestro grupo de modo apresurado se dirigió al lugar, la noticia: Peña Gómez acababa de anunciar que un grupo de militares se había sublevado contra el golpismo para reponer el Gobierno Constitucional del profesor Juan Bosch.

Al discurrir 60 años de estos acontecimientos lo escribimos serenamente y muchos no lo creerán, de inmediato miles de manifestantes se lanzaron a las calles principalmente por la Avenida Duarte hasta llegar al Conde y subir por la 30 de marzo apoyando de manera militante el llamado para respaldar a los militares insurrectos. Cualquiera podría pensar fue un escenario preparado previamente, todo transcurrió de manera espontánea, sencillamente el pueblo lo esperaba y lo deseaba.

Peña Gómez se encargó de aclarar para la historia que se sorprendió, aunque conocía se produciría la sublevación, estaba pautada para otro día y reclamó le pusieran al teléfono a otro oficial para confirmar el estallido.

Las masas movilizándose en la avenida Duarte tras el histórico llamado de Peña Gómez. Fuente: Juan Pérez Terrero. Gráficas y relatos de la revolución de abril de 1965. Editora Collado. Segunda edición. Santo Domingo, 2004. p. 21.

Obreros, estudiantes y profesionales mantenían un repudio firme al Gobierno de facto, principalmente después de la masacre de los guerrilleros del Movimiento 14 de Junio a finales de 1963. Como parte de  la crisis política se produjo la cancelación de un grupo de militares y el destierro de otros como el teniente coronel Rafael Fernández Domínguez, líder de los militares que de modo clandestino organizaban el retorno a la constitucionalidad, sector conocido como el grupo Enriquillo. Fernández Domínguez fue nombrado agregado militar en España y luego en Chile.

En enero de 1965 las contradicciones se agudizaron cuando los coroneles de la Policía Nacional Francisco Caamaño Deño y José de Jesús Morillo López, encabezaron una protesta contra el jefe de la policía, que tenía una designación vitalicia, además cuestionaban su papel al frente de la Compañía Cantina de la Policía C. por A., entidad imputada de irregularidades administrativas. Se logró la “renuncia” destitución del jefe policial.  El Listín Diario,  editorializó sobre la grave situación, comentando:

“La concentración desmesurada y soberana de poder político, de poder económico, de privilegios de toda suerte, en las solas manos del jefe de la Policía, ha sido una de las situaciones más irritantes, amenazadoras y humillantes que ha vivido el pueblo dominicano en los últimos años”. (Listín Diario.  Santo Domingo, 14 de enero 1965).

Caamaño era parte del movimiento patriótico por la vuelta a la constitucionalidad que lideraba Fernández Domínguez. A partir de entonces la tensión alcanzó niveles superiores, se esperaba un estallido en cualquier momento. Donald Reid Cabral presidente del Triunvirato (de dos miembros) en el mes de febrero asumió la Secretaria de las Fuerzas Armadas. El entonces coronel Neit Nivar Seijas, del grupo balaguerista denominado San Cristóbal, fue cancelado y deportado.

El 18 de enero volvió a circular el rumor de golpe de Estado, se comentaba en los mentideros callejeros que los tanques del Cefa (próximo a la Base aérea de San Isidro) habían sido movilizados. Durante el mes de febrero se prohibieron de modo estricto todas las manifestaciones públicas, grupos de estudiantes fueron reprimidos porque intentaron llevar una ofrenda floral al Altar de la Patria. A finales de mes se informaba:

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Listín Diario.  23 de febrero 1965

En marzo se produjo la histórica huelga de los obreros del Central Romana, reprimida de manera violenta. Se llegó a utilizar aviones de guerra con vuelos rasantes para atemorizar a la población de esa localidad, que se lanzó a las calles a respaldar a los huelguistas.

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Aviones sobrevolando la ciudad de La Romana, para amedrentar a los manifestantes

El 16 de marzo el Listín  Diario  volvía a comunicar  los reiterados  rumores en torno a un posible golpe de Estado. A finales de marzo estaba preparada una huelga de choferes por reivindicaciones, suspendida por la crisis. El Gobierno alegó fue contenida porque se “descubrió” era política. (Listín Diario.   16, 24 de marzo 1965).

Abraham F. Lowenthal, analista norteamericano, que vivió en el país los acontecimientos de la época, planteó que la CIA en febrero y abril recibió informes de una supuesta conspiración, añadiendo: “Sin embargo, estos documentos recibieron poca atención, dada la enorme cantidad de rumores e informes sobre complots, […]. (Abraham F. Lowenthal. El desatino americano.   Editora de Santo Domingo, S. A.  Santo Domingo, 1977).

En abril las inquietudes llegaron a su clímax.  De primera intención se había determinado iniciar el movimiento para la vuelta a la constitucionalidad el 26 de abril, con la salvedad que podría ser adelantado ante nuevos apresamientos; esto ocurrió  cuando el jefe de Estado Mayor del Ejército general Marcos Rivera Cuesta, recibió un listado de militares conspiradores en el campamento 16 de agosto a los que citó para el día 24 en la mañana, ordenando su apresamiento. Estos fueron Giovanny Gutiérrez, Juan María Lora Fernández, Eladio Ramírez y José Noboa Garnes, se estaba requiriendo también a Pedro Alvarez Holguín. Quien estaba ausente.

Sargentos de A & C (administración y compañía) alertaron al capitán Mario Peña Taveras y al teniente coronel Hernando Ramírez, jefes del movimiento, de lo que sucedía y estos de inmediato ordenaron iniciar la acción.

Los sargentos Nelson William Méndez, Pedro Lantigua Bravo y Guarionex Novas, participantes en la actividad, acotaron los históricos sucesos en el despacho del jefe del Ejército. Ellos y otros compañeros oficinistas con sus fusiles en manos junto a los oficiales comprometidos, tras desarmar y prender a oficiales adversos como Héctor García Tejada, Humberto Trifolio y Pompeyo Ruiz, procedieron a apresar al jefe del Ejército, general Marcos Rivera Cuesta.

Los sargentos explicaron el general pretendió hacerse el desentendido mientras hablaba por teléfono, obviando que les apuntaban con sus armas:

[…] habiendo sido interrumpida la conversación telefónica, el capitán Peña Taveras, tomando el control de la situación, con firmeza le explicó la determinación que habíamos tomado, tornándose el General Rivera Cuesta un poco desconcertado y pasivo; ordena a sus ayudantes que entreguen las armas y vamos a ver que quieren estos muchachos, y dirigiéndose al Capitán Peña Taveras, le dice: Peña “pero tú te has vuelto loco” a lo que Peña contesto “si tratar de acabar con toda esta vagabundería es estar loco”, nosotros lo estamos, por lo que el Coronel Hernando Ramírez también le explicó sobre las acciones que se estaban tomando y la necesidad obligatoria que exigía el momento, calmándose y entrando en razón, al que desde ese momento fue arrestado, atendiendo a decir: ¡Ustedes saben en lo que se están metiendo!” (Nelson Méndez Batista, Guarionex Novas, Pedro Lantigua Bravo.  La actuación de los sargentos de la Jefatura de Abril, 1965.   Editora Universitaria UASD. Santo Domingo, 2012. p. 120).

El último apresado fue Maximiliano Ruiz, subjefe del Ejército. .Los rebeldes se trasladaron al campamento de artillería, que estaba cercano, se reunieron con la oficialidad, la mayoría refrendó el movimiento.

Peña Gómez y un grupo de locutores ocuparon la radiotelevisora oficial Radio Santo Domingo, para orientar en torno a la insurrección. Al lugar se presentó el coronel Morillo López con órdenes de cortar las trasmisiones, pero quienes procedieron de modo agresivo fueron los coroneles Bisonó Jackson y Adames Ovalles, ellos se ofrecieron voluntariamente para apresar a los voceros rebeldes. (Eligio Bisoño Jackson. Mis vivencias.  Delfos Editores. Santo Domingo, 2011. pp. 93-95).

En la noche Donald Reid habló al país admitiendo la sublevación de dos campamentos, que serían “reducidos a la obediencia”. Poco tiempo después los rebeldes ocuparon la ciudad de Santo Domingo. En la mañana del 25, los dos triunviros fueron apresados y el Palacio Nacional quedó bajo el control constitucionalista.

Mientras se intentaba una negociación en el Palacio Nacional, aviones de la Fuerza Aérea bombardearon áreas de esa edificación, quedando anuladas las conversaciones. Se había compactado un polo reaccionario encabezado por Wessin y Wessin, jefe del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (Cefa) y Pimpo de los Santos Céspedes, jefe de la aviación, al que luego se uniría Rivera Caminero jefe de la Marina.

Pese a los bombardeos aéreos y marítimos las fuerzas retardatarias pasaron a la defensiva. El jefe de operaciones militares constitucionalistas Hernando Ramírez, sufrió una real enfermedad (hepatitis) que fue necesario reemplazarlo por uno de los oficiales que estaban en el frente de combate, correspondiendo el cargo al coronel  Francisco Caamaño.

Recuerdo un retén revolucionario en Villa Francisca, al que llegaron varios carros con combatientes civiles y militares para inspeccionarlo, se desmontó un oficial algo grueso, que todos identificaron como el coronel Caamaño, que en su nuevo rol se presentaba a todas las zonas de combate para impartir instrucciones.

En estas circunstancias se produce la batalla campal del Puente Duarte, donde las tropas del Cefa fueron derrotadas por el pueblo en armas dirigido por el coronel Caamaño y la toma de la fortaleza Ozama a cargo del coronel Lora Fernández y civiles entrenados como Rafael -Fafa- Taveras. Se evidenciaba era inminente la derrota de los reaccionarios.

El pánico se acentuó  en las filas retardatarias, entonces se produjo la intervención militar de los Estados Unidos el día 28. Se alegó en principio que venían a salvar las vidas de sus nacionales (que habían sido evacuados el día 27 en helicópteros hacia el puerto de Haina) y luego argumentaron lo hicieron por un supuesto peligro comunista.

Los funcionarios de la embajada de Estados Unidos, desde un principio se mostraron indispuestos contra el movimiento insurreccional. William B. Connett hijo, encargado de la embajada por la ausencia de su titular William Tapley Bennett, el 25  de abril enviaba un cable al Departamento de Estado, muy prejuiciado, que indicaba:

“Todos los miembros de nuestro equipo en el país sienten que el regreso de Bosch y su reasunción del control del gobierno son contrarios a los intereses de los Estados Unidos debido a extremistas en el golpe y al apoyo comunista al regreso de Bosch”. (Theodore Draper.  La revuelta de 1965. Un estudio de caso de la política estadounidense en la Republica Dominicana.  Academia Dominicana de la Historia. Santo Domingo, 2016. p. 53).

El embajador Bennett al regresar refrendó esos conceptos prejuiciados y solicitó la intervención militar, tras la derrota de los reaccionarios en la Batalla del Puente.

El 1 de mayo se produjeron escaramuzas con las tropas invasoras, cayeron los primeros soldados foráneos desde una azotea en la calle Félix María Ruiz esquina Enriquillo. Entre los criollos fue muy aflictiva la muerte del joven revolucionario Pedro Cadena, próximo a la Amado García en los días que se instalaba la llamada zona de seguridad. Las tropas extranjeras dividieron la Capital en dos zonas, formando un llamado “cordón de seguridad”, que en realidad  perseguía dividir y debilitar a los constitucionalista, como ocurrió.

El grueso rebelde se mantenía ubicado en la zona Sur o intramuros, mientras que el otro sector constitucionalista quedaba aislado en la zona Norte (separado por la llamada “zona de seguridad”), corriendo mayor riesgo por la escasez de material bélico.

La llamada zona de seguridad, se estableció desde el Puente Duarte, la antigua Amado García Guerrero (27 de Febrero),  San Martín, Leopoldo Navarro y la Embajada norteamericana. El historiador Abraham F. Lowenthal, refirió  Bruce Palmer, jefe de las tropas de Estados Unidos, solicitó imponer la llamada “zona de seguridad” a partir de la Avenida Mella y el Parque Independencia. (Abraham F. Lowenthal.  Obra citada pp. 224-225).  Palmer no recibió el visto bueno, más adelante lo intentaría de modo infructuoso.

Ante la declinación del presidente provisional Molina Ureña, el profesor Juan Bosch recomendó la presidencia fuera ocupada por el jefe de operaciones militares Francisco Caamaño. El muy distinguido comunicador y combatiente Bonaparte Gautreaux Piñeiro fue testigo de un impasse entre Bosch y Caamaño, el coronel se resistía a ocupar la presidencia. Cabito Gautreaux apuntó:

“La discusión fue para largo. Bosch insistía, Caamaño también”

“El profesor Bosch pidió hablar con Héctor Aristy y yo fui, de inmediato, para donde se hallaba el coronel Caamaño. Luego de la conversación entre Bosch y Aristy, éste y yo, ya ganados por el punto de vista de Bosch, continuamos con los mismos argumentos frente a Caamaño”. (Bonaparte Gautreaux Piñeiro. El Gobierno de Caamaño 1965.  Documentos, discursos y decretos.  Editora Corripio. Santo Domingo, 1989. p. 30).

Ganó la posición más adecuada, en aquellos momentos era imposible el ingreso de Bosch a la Zona Constitucionalista. Además su papel era y se comprobó sumamente importante en Puerto Rico, porque asumió la vocería de la revolución en el exterior.

La jefatura de operaciones o ministerio de guerra quedó a cargo del coronel Ramón Montes Arache, legendario jefe del cuerpo de hombres ranas, que jugó un papel estelar en la defensa de la zona constitucionalista.

Luego vino la llamada “operación limpieza”. Tropas del Cefa reabastecidas por el invasor, tomaron la zona Norte y realizaron una masacre con los jóvenes que apresaban imputándole la condición de rebeldes.  Tenían que quitarse las camisas y para buscar cualquier área enrojecida en los hombros, supuesto indicio que cargaba un fusil.

Marcel Niedergang, reportero francés de Le Monde, cubrió el estallido rebelde, informó las tropas foráneas establecieron un depósito de material bélico en la Base de San Isidro: “Los refuerzos, pertrechos y materiales no cesaron de llegar a San Isidro, donde trece mil toneladas de reavituallamiento fueron almacenadas”. (Marcel Niedergang. La Revolución de Santo Domingo.  Traducción: Ramón Pina Acevedo.  Renovación. Santo Domingo, 1968. p. 103).  De ahí salieron las armas y municiones para rehabilitar al Cefa en su genocidio denominado “operación limpieza”.

A mediados del mes se entablaron negociaciones en Puerto Rico, el profesor Juan Bosch por los constitucionalista y McGeorge Bundy, ayudante especial del presidente de los Estados Unidos para asuntos de seguridad nacional. Se deliberaba poner fin al conflicto armado, con un Gobierno provisional encabezado por don Antonio Guzmán Fernández.

Se consideró pertinente llevar la discusión a Santo Domingo para que el Gobierno Constitucional de Caamaño participara directamente en la negociación. De manera secreta Bundy (que se movilizaba en el avión del presidente de Estados Unidos) se trasladó a la capital dominicana. El coronel Rafael Fernández Domínguez que estaba desesperado por regresar a integrarse a los combates, fue enviado con la posición de Bosch y así es que logra penetrar a la zona rebelde el principal organizador de la revolución.

La negociación continuó de manera secreta,  hasta que el acucioso periodista Tad Szulc, del The New York Times,  acechando a través de una ventana de la embajada norteamericana, ubicó la presencia de  McGeorge Bundy y otros altos funcionarios como Cyrus Vance, secretario adjunto de Defensa.  Tad Szulc logró un palo noticioso para su periódico, informando las negociaciones. (Tad Szulc. Diario de la Guerra de Abril de 1965.  Academia Dominicana de la Historia.  Santo Domingo, 2014. pp. 271, 283).

Las conversaciones fracasaron, Antonio Guzmán rechazó imposiciones indecorosas para ocupar la presidencia. Fernández Domínguez de inmediato se integró a la jornada patriótica y murió en combate en el intento de tomar el Palacio Nacional el 19 de mayo, junto a importantes dirigentes revolucionarios como Juan Miguel Román y Euclides Morillo, también el entrenador del cuerpo de hombres ranas Ilio Capozzi. Amaury German Aristy, fue herido.

A fines de mes sucedió el bombardeo de los morterazos, a cargo del Cefa desde el Estadio de la Normal, más de 30 morterazos en horas de la madrugada fueron lanzados de modo indiscriminado hacia la zona constitucionalista. Este cruento ataque provocó la muerte de varios civiles en los barrios de Villa Francisca y San Carlos, entre ellos una dama con su niño recién nacido, que estaban refugiados en el Hotel Brasil en la Avenida Duarte.

El 15 de junio se produjo la gran batalla entre tropas constitucionalistas versus las invasoras. El general Bruce Palmer recibió luz verde para su añorado intento de extender el territorio controlado por ellos hasta la avenida Mella. Solo lograron avanzar desde la Francisco Henríquez y Carvajal a la calle Caracas, frente al parque Enriquillo, también por la Juana Saltitopa para tomar la planta eléctrica del Timbeque, y por Santa Bárbara hasta la zona de los Bancos.  Se presentó una gran resistencia en el desaparecido callejón Mateo y Mateo, próximo a esta área murió recogiendo heridos el médico Frank Díaz Vásquez. En la zona de los bancos, cayó el francés Andrés Riviere, herido mortalmente por un francotirador desde los Molinos Dominicanos.

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Escena de los combates en la Plaza de Santa Bárbara, en la parte inicial de la Avenida Mella. Luego en el área se rehabilitaron las antiguas murallas de la ciudad colonial.

La resistencia en la zona de Santa Bárbara y San Antón  fue dirigida por los comandantes Pichirilo Mejía, Maximiliano Gómez (El Moreno) y Eliseo Andújar (Barahona).  Pese a la desigualdad en material bélico la acción de los comandos fue heroica, con la caída de héroes anónimos como Rafael Abreu (Batata) falleció con su fusil M-16 (obtenido en combate) en las manos, cuando se acabaron sus balas. El comando B-3 (en la Escuela Ecuador) recibió un intenso bombardeo con cañones de 105 mm y morteros, uno de los obuses de mortero hirió a los comandantes ingeniero Pedro Bonilla y el poeta haitiano Jacques Viau. El poeta murió varios días después. El comando fue incendiado por las tropas foráneas en su retirada y luego se convirtió en una Villa miseria, denominada “Ensanche Cucaracha”.

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Local donde funcionó el Comando B-3, que era la Escuela Ecuador. Al finalizar la guerra fue ocupado por migrantes del interior y se le dio el sobrenombre de Ensanche Cucaracha.
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Cañones de 105 mm montados en jeep.
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El colmado de los Chinos y el  hotel de Baní en el centro de la esquina del pantalón próxima al Comando B-3, la edificación fue bombardeada desde la calle Ravelo con Jacinto de la Concha por los cañones de 105 mm del invasor.
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Unidad móvil del Comando B-3, artillada con una ametralladora calibre 50. Estas unidades móviles de combate entraron en acción después de la batalla del 15 y 16 de junio. Fuente: Bernard Diederich. Una cámara testigo de la historia.  El recorrido dominicano de un cronista extranjero 1951-1966.  Fundación Global Democracia y Desarrollo. Fundación Cultural Dominicana.  Santo Domingo, 2003.
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Ese pequeño tanque (el grande estaba en el Parque Independencia) fue introducido por la calle Enriquillo esquina Caracas, cuando una unidad de asalto del Comando B-3 sorprendió al enemigo por la retaguardia el 15 de junio. El tanque fue inutilizado en el desarrollo del combate y quedó en el lugar por mucho tiempo. En la foto la zona ya estaba ocupada por las tropas invasoras y tenían un jeep con un cañón de 105 mm y en la azotea estaba emplazada una ametralladora calibre 30.

Al día siguiente se reanudaron los combates, el invasor insistía en ocupar toda la avenida Mella, pero no lo lograron. Los constitucionalistas estaban alertas en pie de combate, en la intersección de la Avenida Duarte y calle Félix María Ruiz (Avenida México) dos combatientes solos en la vanguardia esperaban el reinicio del tableteo de las ametralladoras, Norge Botello (quien sería el nuevo comandante del B-3) con su ametralladora Thompson y Carlos Pérez con su  fusil automático ligero (FAL). Carlitos Fal quien pudo caer en uno de esos combates, ha fallecido recientemente sesenta años después  por una patología clínica.

A finales del mes de junio se intentó una sublevación en San Francisco de Macorís, pero fue develada por la indiscreción de un imprudente. Las tropas reaccionarias realizaron un baño de sangre, con muchos de los combatientes que participarían en la jornada.

Allí perecieron importantes líderes revolucionarios como Baldemiro Castro, Sóstenes Peña Jaqués y Rodrigo Lozada. Fueron fusilados un nutrido grupo de jóvenes de la localidad. Lograron escapársele a la muerte personalidades revolucionarias entre ellos: Eligio Blanco Peña (El Pai, comandante revolucionario, luego con más de 4 años en prisión durante el balaguerato, fallecido recientemente), Homero Hernández, Sagrada Bujosa, Monchin Pinedo, el médico Anulfo Reyes, Virgilio Perdomo Pérez, Silverio Leal Prandy (La Chuta) y Franklin Rancier, uno de los mejores baloncelistas de la época.

En las semanas siguientes continuaron los combates, pero con menor intensidad, hasta que se llegó a un polémico acuerdo llamado Acta Institucional, que puso fin a la guerra.

Quedaba inscrita en las páginas de la historia una nueva jornada patriótica de los dominicanos en la lucha por su soberanía, como lo sentenció el poeta Abelardo Vicioso cuando exclamó en su Santo Domingo Vertical: «Ciudad que ha sido armada para ganar la gloria digna fortaleza del alba».

Santiago Castro Ventura

Médico e historiador

Médico, historiador.

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