En su artículo “El problema de las influencias artísticas en la historia del arte”, Odalís G. Pérez plantea que la noción de influencia en el arte no puede entenderse como una simple filiación estilística o cronológica, sino como una dinámica compleja de recesividad, herencia, transgresión y diálogo entre pasado y presente. Desde esta perspectiva, toda obra es el punto de convergencia de tradiciones, rupturas y condicionantes culturales. Este ensayo extenderá esa visión, argumentando la importancia de comprender la influencia artística como fenómeno dialógico, que incluye influencias coloniales y periféricas, además de los márgenes del canon occidental. También discutiré cómo el concepto crítico de “progreso” ha sido reestructurado por la historiografía reciente—como la de Olga Hazán—y cómo esto abre paso a una historiografía del arte más inclusiva y plural.
Influencia artística: de la continuidad a la polifonía histórica
El autor introduce la idea de que las influencias son simultáneamente monológicas y polisémicas: operan a través de modelos previos (recesividad) pero, al mismo tiempo, generan nuevas formas (ruptura o innovación) . Este enfoque conecta con la tensión clásica entre mímesis (continuidad) y poiesis (creación), que define el desarrollo estilístico en las artes visuales. La autora también remite al trabajo de Olga Hazán para cuestionar el mito del progreso artístico lineal, proponiendo en cambio una concepción de historia más fragmentada y relacional .
Pero esta visión requiere expandirse para incluir otra dimensión crucial: las influencias interculturales y coloniales. El paradigma tradicional ha privilegiado el linaje europeo—Renacimiento, manierismo, barroco—ignorando o subestimando el rol de las culturas no occidentales. Tomas como los intercambios artísticos con el mundo islámico, el arte africano o el indígena fueron absorbiendo y transformando elementos en diálogo con el canon occidental, configurando una genealogía cruzada, más rica y compleja .
Por ejemplo, el arte islámico influyó en el Renacimiento, como se observa en la incorporación de patrones geométricos o en el transporte de técnicas como el esmalte o el vidrio. Sin embargo, esta historia ha sido invisibilizada en gran medida. Reconocer la influencia como fenómeno intercultural permite descolonizar la historia del arte y revalorizar otros centros creativos, convirtiendo así la historiografía en un discurso más genuinamente global.
Recesividad e innovación: entre canon y periferia
Pérez define con claridad que las influencias no solo preservan lo que ya existía, sino que permiten transformarlo y reenfocarlo desde nuevas perspectivas . Este enfoque empata con lo que Walter Benjamin llamaba “transformación” en lugar de mera repetición. Sin embargo, esa transformación no siempre proviene de los centros de poder cultural. A menudo, las periferias—ya sean geográficas, culturales o sociales—modifican, reformulan o reinventan los modelos dominantes, generando una contranarrativa estética.
La historiadora Olga Hazán plantea cómo la historiografía convencional ha subvalorado a artistas marginados (mujeres, pueblos colonizados, comunidades rurales), presentando una historia del arte sesgada. Su visión propone contrarrelatos que reviertan esa “historia colonizadora”, recuperando influencias y prácticas ignoradas .
Un ejemplo paradigmático es el impacto del arte africano o caribeño en el arte moderno europeo. Más allá del exotismo, artistas como Picasso absorbieron formas de escultura y ceremonial africanas —por influencia directa o indirecta— para reinventar el espacio, la fragmentación y la imagen. Pero mientras la estética “moderna” se hizo central, sus raíces africanas quedaron al margen de la narrativa estética dominante. La recuperación de esas fuentes periféricas como generadoras de innovación estética es exactamente lo que propone reconfigurar la historia del arte.
Mímesis, poíesis y la recesividad crítica
La tensión clásica entre lo mimético y lo creativo reaparece de forma contemporánea en la discusión sobre influencia. Odalís G. Pérez enfatiza que el objeto artístico es producto de un trayecto sensible, temporal y geográfico—una “temperatura de producción”. Esta metáfora revela que el arte no se hace ni recibe igual en todos los contextos. Las influencias se materializan de forma distinta según quién las recibe, en qué entorno y con qué propósito.
Este énfasis en la recesividad como posibilidad creativa permite comprender el arte contemporáneo como un espacio de negociación entre legados y nuevas voces. En la producción plástica dominicana contemporánea, por poner un ejemplo local, coexisten tradiciones pictóricas importadas y sensibilidades indígenas o populares. Lo mismo ocurre en África o en América Latina, donde la historia del arte ya no se concibe sin esa polifonía sensible.
Aplicar ese enfoque recesivo pero crítico implica leer la influencia no como una cadena rígida, sino como un entramado de posibilidades simbólicas. Esto exige metodología y sensibilidad historiográfica, pero también ética: reconocer quién cuenta la historia, quién se ve reflejado en el canon, quién se ha quedado al margen.
Hacia una historiografía del arte pluriversal
Para cerrar, la propuesta del autor invita a repensar el concepto de influencia artística como un proceso dialógico, plural y situado. Defender la recesividad no significa quedarse en la reproducción, sino aprovechar esa tensión entre herencia y ruptura para reescribir la historia desde lugares hasta hoy silenciados.
Este enfoque demanda una historia del arte plurisignificativa, donde la fuerza de la influencia no se mida por prestigio o centralidad, sino por capacidad de construir sentido: social, político y estético. Significa cuestionar los binomios centro-periferia, canon-márgenes, tradición-innovación, y verlos como ejes fluidos, donde el arte no solo refleja, sino que también transforma las identidades y las narrativas culturales.
Así, las influencias artísticas dejan de ser huellas estáticas para convertirse en vectores de conocimiento crítico. Nos enseñan que el arte no se hereda, se negocia—y que esa negociación define lo que nuestros ojos reconocen como posible, nuevo, relevante.
Compartir esta nota