El cultivo de la canŢa en la obra de Guillo Pérez

En Estados Unidos estuvo de moda durante muchos años el mantra de “Diversidad, Equidad e Inclusión” como una manera de contribuir a una sociedad mejor. Iniciándose con las luchas de los derechos civiles de mediados del siglo pasado, el concepto causó cada vez más amplitud, al punto que llegó a generar rechazo en este primer cuarto del siglo XXI.

Es gracioso como, sin formularlo de manera conceptual, estos principios tuvieron muchísima aplicación en la evolución del mundo agrícola de la República Dominicana. A inicios del siglo veinte, la zona de San Pedro de Macorís fue testigo de un renacimiento de la industria azucarera que había caracterizado los inicios de la colonia de Santo Domingo, en el siglo XVI. Sin embargo, al igual que el resto de la economía dominicanas, esta actividad se vio reducida durante casi tres siglos hasta que, como consecuencia de las guerras de independencia de Cuba y Puerto Rico – donde participaron también  los Estados Unidos, al ellos aliarse a las ideas de independencia de esas colonias españolas –  se verificó un renacimiento considerable.

El gran auge de la industria azucarera dominicana se verificó durante unos ochenta años, convirtiéndose de lejos en el principal producto de exportación y generación de divisas.  Esos fueron los años del crecimiento de ingenios como Central Romana, Cristóbal Colón, Porvenir y Consuelo.  Afortunadamente, otros rubros también estaban presentes, sobre todo el cacao y el café, que motivó a un reconocido economista dominicano a llamar a las exportaciones dominicanas: la industria del postre.

Con el tiempo, el peso del azúcar dentro de la balanza dominicana ha ido descendiendo, en parte porque nuestro principal comprador ha ido aumentando la producción de maíz de donde se obtiene glucosa. En los últimos años se ha ido registrando una especie de proceso natural de Diversificación, Equidad (de peso en la balanza exportadora) e Inclusión (de mayores productos). Un producto tradicional como el cacao no solo se ha mantenido, sino que hasta ha crecido exponencialmente en participación. También se han ido añadiendo aguacates, melones, piñas y guandules a la canasta de las exportaciones.  Se podría decir que ya no solo se trata de industria del postre, como lo llamaba Bernardo Vega, aunque numéricamente lo asociado con el dulce sigue siendo importante:  desde hace varios años, este país es el principal exportador de cacao orgánico, mientras que para el aguacate, o palta, está entre los diez primeros, pero no el primer lugar,

La industria sin chimeneas, el turismo, también le ha ido quitando participación a la agricultura en la generación de divisas, aunque demanda productos agrícolas, siendo que, aunque no es una exportación directa, viene demandando la cosecha de alimentos que se consumen por extranjeros.

El campo dominicano, y el campo organizado en forma de industria agropecuaria, sigue siendo una fuente de generación de grandes riquezas. En las Cámaras de Comercio Francesa e Italiana de República Dominicana, se siente la presencia de socios comercializadores de productos locales, exportadores e importadores de productos necesarios para el cultivo  como pesticidas, abonos, cuido de animales de labranza, herramientas para el trabajo.  Se trata de actores que continúan apostando a la posición geográfica, la mano de obra y la capacidad gerencial local. Que son conscientes, en suma, de que la frase de Pedro Mir sobre “estar en el mismo trayecto del sol” tiene una aplicación especialmente útil para el cultivo y venta de productos agropecuarios.

Jeanne Marion Landais

psicóloga y escritora

Jeanne Marion-Landais cuenta con una experiencia profesional importante en el mundo financiero y diplomático. Ha vivido en Estados Unidos, Francia y República Dominicana y su mirada al mundo está permeada por sus vivencias en estos países. A título voluntario colabora desde el 2014 con El Arca, asociación en torno a la discapacidad intelectual. Es madre de dos hijos.

Ver más