Recuerdo la espera del grupo de dominicanos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, ansioso de darles un abrazo, uno por uno, a los compañeros que llegaban… Espera que se frustró, porque el Gobierno decidió, por razones de seguridad (seguridad para ellos), llevarlos directamente al hotel Del Bosque.
No nos asombraba el gesto de acoger como huéspedes a los revolucionarios dominicanos, pues ya México lo había hecho con muchos luchadores del pasado, entre ellos el grupo de exiliados del que formé parte en 1963, como consecuencia del golpe de Estado de 1963, pues fuimos alojados en el hotel Insurgentes durante 15 días.
Acudimos, pues, directamente al hotel Del Bosque (paradójicamente propiedad de un ex-sicario, cuyo nombre no recuerdo, responsable del asesinato del exiliado antitrujillista Juan Almoina, en 1960, en una acción coordinada por Johnny Abbes, quien para estos fines fungía de agregado en la Embajada dominicana).
El pensamiento burgués debe conocerse para poder combatirlo
Fue, pues, en el hotel Del Bosque donde conocí personalmente a Maximiliano Gómez, “Moreno”, y me encontré entre los nuevos camaradas con un viejo amigo de infancia. Marco Antonio Santana.
Entonces tomé la decisión de integrarme al grupo para colaborar en lo que se ofreciera, lo que el Moreno agradeció mucho, pues necesitaba a alguien que lo orientara en el quién es quién, debido a la gran cantidad de personas que acudían al lugar a conocerlo, la mayoría mexicanos. Como yo, ya periodista, conocía a medio mundo en aquel país, era idóneo para tales fines.
Hay que aclarar que el Gobierno mexicano acogió al grupo mientras se encontraba un tercer país que lo acogiera, bajo la condición de que ninguno de sus miembros podía salir del hotel, que no fuera por alguna razón especial, que debía ser previamente aprobada.
Así fue cuando llegó Carmen Mazara, esposa del Moreno, acompañada de sus dos pequeños, Fabricio y Guido.
Por cierto, Carmen me encargó cargar a Fabricio y tomar de la mano a Guido, mientras la seguridad le tomaba fotos a ella, para fines del consabido fichaje.
Con todo y la prohibición de salir del hotel, el Moreno hizo excelente relación amistosa con el jefe de la seguridad del grupo, el entonces capitán Nassar; tanto, que este hasta lo llevó en su propio auto a Monterrey, 1,200 kilómetros al norte, para que se reuniera con su hermano José Nazario, pelotero profesional que entonces jugaba con el equipo de aquella ciudad en el torneo de beisbol de aquel año.
Del grupo recuerdo de manera particular a Marte Polanco, “Polé”; Miguel Santana, “Santanita”; Clodomiro Gautreau, “Clodo”; Antonio Arias, “El Campesino”; Hugo Hernández, “Huguito” (el más joven del grupo, casi un adolescente) y Juan Pablo Gómez…
Por cierto, Juan Pablo Gómez fue el único que se quedó en México cuando el grupo, treinta días después de llegar a México, viajó a Cuba. Juan Pablo alegaba que era perredeísta —el único no revolucionario, por cierto— y, por tanto, ir a Cuba “me quemaría”.
Me tocó localizar a Peña Gómez y ponerlo a hablar con el Moreno, quien le pasó el teléfono a Gómez… quien ni siquiera atendió las instrucciones de Peña Gómez para que se viajara con el grupo… porque él, insistía, no quería “quemarse”.
Durante esos treinta días, por el hotel Del Bosque pasaron prácticamente todos los dirigentes revolucionarios de México, además de periodistas, intelectuales, líderes sindicales y, en fin, activistas de numerosas organizaciones progresistas de México y América Latina, que quedaban impresionados con la cultura de un revolucionario atípico, pues se explayaba en muy variados campos del saber.
Debo, al respecto, recordar que uno de aquellos días invité al Moreno a mi casa, en cuya sala teníamos la biblioteca…
La cultura revolucionaria se expresa también en la curiosidad por los saberes del otro
Mientras él curioseaba mis libros, le dije que tomara cualesquiera que quisiera. Yo esperaba que seleccionara obras clásicas del pensamiento revolucionario que yo tenía allí… ¡Y cuánta sería mi sorpresa cuando escogió varias obras literarias de autores clásicos europeos del siglo XIX!, cuyos títulos ahora no recuerdo…
Ante mi asombro, el Moreno me dijo: “Estas obras reflejan fielmente el pensamiento burgués, que todo revolucionario debe conocer, pues son las ideas que como revolucionarios debemos combatir… No se puede combatir lo que no se conoce” (frase que se convirtió desde entonces en santo y seña de mi vida).
¡Grande fue mi tristeza cuando aquel grupo de revolucionarios abordó el avión rumbo a La Habana!
(Publicado en El Sol, en 1980, anexo a una nota sobre el secuestro del coronel Donald J. Crowley, agregado militar de la embajada de Estados Unidos, quien años después sería ejecutado por el Movimiento Tupamaro, en Uruguay, en nombre del pueblo dominicano).
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