En medio del clima de alta tensión militar que vive hoy el Caribe y Latinoamérica —marcado por el emplazamiento de potentes armamentos en nuestras aguas y la visita a la República Dominicana, por primera vez, el secretario de Guerra de Estados Unidos—, hechos sin precedentes, me acercaré a la visión que tienen los estadounidenses sobre la guerra, la paz y la libertad.

Quienes han visitado el Smithsonian o Museo Nacional de Historia Americana, en Washington, D.C., suelen recibir una guía para visitantes titulada El precio de la libertad, donde se explica que “las guerras han moldeado la historia de la nación, transformado esa sociedad, por el servicio y el sacrificio de generaciones de hombres y mujeres. Que los estadounidenses lucharon entre sí para preservar su Unión y poner fin a la esclavitud e ingresaron con reticencia en la guerra europea y desequilibraron la balanza a favor de la victoria aliada. Que libraron una guerra prolongada y decisiva contra la expansión comunista en el sudeste asiático, y que han ido a la guerra para ganar su independencia, expandir sus fronteras nacionales, definir sus libertades y defender sus intereses en todo el mundo”.

Hoy predominan las guerras híbridas y de baja intensidad, basadas en drones, sabotajes, espías, ciberataques, tropas especiales y apoyo en inteligencia a aliados; justificadas a partir de la defensa de la libertad global.

Ellos identifican como sus principales conflictos:

  • Guerra de Independencia (1775–1783), contra el dominio colonial británico.
  • Guerras de expansión (1812–1902), mediante las cuales ampliaron su territorio hacia el oeste y anexaron Texas, California y otros territorios, casi la mitad de México.
  • Guerra Civil (1861–1865), entre Norte y Sur, entre ellos mismos, para preservar la Unión y abolir la esclavitud.
  • Primera Guerra Mundial (1917–1918), en la cual intervinieron tarde para apoyar a las democracias europeas.
  • Segunda Guerra Mundial (1941–1945), contra el nazismo y el fascismo, representadas por el eje Japón, Alemania e Italia.
  • Guerra Fría (1945–1989), periodo en el cual confrontaron a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la expansión comunista, incluyendo las guerras de Corea (1950–1953) y Vietnam (1956–1975).
  • Numerosas intervenciones en América Latina, como Guatemala (1954), República Dominicana (1965) y Panamá (1989).
  • Conflictos contemporáneos: Guerra del Golfo (1990–1991), Afganistán (2001–2021), Irak (2003–2011), Yemen, Somalia, Pakistán, Libia, entre otros.

Desde 1775, Estados Unidos interviene en otros países invocando la idea de libertad y la protección de sus ciudadanos, pero muchas veces encubre intereses económicos, estratégicos y geopolíticos. Por ejemplo, la guerra contra México en 1846, la intervención en República Dominicana en 1965 o su participación en golpes de Estado, como el de Chile en 1973. El objetivo de estas beligerancias era controlar gobiernos política, económica e ideológicamente, y sostener dictaduras aliadas.

Hoy predominan las guerras híbridas y de baja intensidad, basadas en drones, sabotajes, espías, ciberataques, tropas especiales y apoyo en inteligencia a aliados; justificadas a partir de la defensa de la libertad global.

Que los estadounidenses lucharon entre sí para preservar su Unión y poner fin a la esclavitud e ingresaron con reticencia en la guerra europea y desequilibraron la balanza a favor de la victoria aliada

En mi opinión, Estados Unidos no iniciará una guerra contra Venezuela ni la invadirá —pues nunca ha ocupado con sus tropas a una nación suramericana—, pero sí aumentará las operaciones de baja intensidad, ya iniciadas, para derrocar el régimen autoritario de Nicolás Maduro, porque, como afirma el analista internacional y pensador venezolano Moisés Naím: “Durante todos estos años, las sesiones de diálogo político han servido para reforzar a Maduro, para ganar tiempo y estabilizarse, sin cumplir los acuerdos que firma”.

*Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una pandemia por William Galván.

William Galván

Profesor de psicología y antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Investigador académico y consultor de empresas.

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