En política la coyuntura es determinante para ganar o perder. Las buenas oportunidades surgen de una coyuntura favorable. Pero muchas veces las coyunturas no se crean. Surgen. O la crea el otro. El desafío es ver la oportunidad, generada de una coyuntura favorable y agarrarla como una fiera.
Las oportunidades surgen todos los días. Unos las ven y otros no las ven. A veces se nos aparecen en forma de un bravo león y nos causa cierto temor, y el temor no nos deja actuar. Pero no es aconsejable esperar que estén dadas todas las condiciones para actuar. Nunca se darán las condiciones de oro que quisiéramos. Vista la oportunidad nos corresponde proceder a hacerla viable.
En una competencia electoral escoger la persona indicada es clave. Cada coyuntura produce "el hombre indicado". Todos los caminos se abren cuando se presenta la oportunidad apropiada y se escoge a la persona correcta. La desgracia asoma cuando se quiere torcer la voluntad de la gente escogiendo a la persona no correcta.
En 1996 Leonel Fernández no creó ninguna oportunidad para llegar al poder. El, eso sí, vio la oportunidad y la agarró con inteligencia. La oportunidad la creó la reforma electoral que recortó el período presidencial y prohibió la repostulación del presidente Joaquín Balaguer, y su interés de no permitir que el doctor Peña Gómez llegara al poder. Y el PLD acertó al escoger al candidato indicado, que en esa coyuntura era Leonel Fernández.
Luis Abinader no creó la oportunidad en 2020. Su oportunidad se la creó el PLD cuando se dividió. El sí vio en la división del PLD su oportunidad de llegar al poder. Y el PRM actuó correctamente al escogerlo a él y no a Hipólito.
Todos los días se crean oportunidades. Pero hay estar en condiciones de aprovecharlas. “El éxito es la preparación en espera de una oportunidad”, escribió la prodigiosa pluma de Stefan Zweig. Estar preparado para actuar, y hacerlo con inteligencia. Se corren riesgos, pero deben ser riesgos inteligentes, no saltos al vacío.
Prepararse significa escuchar a la gente. Los partidos que quieren ganar el voto tienen que escuchar a los votantes. Esa es la lógica de la construcción electoral. La gente se da cuenta cuando un partido es indiferente a sus opiniones. Y no escuchar a la gente o ser percibido como indiferente tiene consecuencias desastrosas.
Desde el gobierno, sobre todo al final, el PLD fue percibido como un partido autosuficiente, que se bastaba a sí mismo, que no le interesaba escuchar. Quiso imponer su agenda a la gente y la gente impuso la suya.
Ahora, si quiere volver a conectar, la gente tiene que ver a ese partido más abierto de los oídos. Más atento, más humilde. Si quiere volver a ser una real opción de poder tiene que escoger a la persona indicada, no a la persona deseada por un grupo. Eso ya no funciona así. Nadie gana elecciones divorciado del sentimiento de la gente.
El problema del PLD no es social. La obra social del PLD está ahí, imposible de ser ignorada. El problema del PLD no es de incapacidad. La gente sabe que el PLD como gobierno lo hizo bien. Crecimiento económico sostenido, con estabilidad y baja inflación hablan muy bien de la gestión gubernamental del PLD. El problema del PLD es reputacional. Es de imagen. El PLD perdió su autoridad moral, ganada durante décadas de lucha contra la corrupción, y el que pierde la autoridad moral pierde la autoridad política.
El desafío del PLD es reconquistar la reputación perdida de un partido serio dirigido por hombres y mujeres serios, no por negociantes de la política. Y para reconquistar ese posicionamiento tiene que, de cara al próximo torneo electoral, escoger al candidato indicado, al correcto, al que lo puede seguir reposicionando y avanzando, al que la gente está señalando. Si se escoge al que la gente no está señalando ocurrirá que el avance logrado y reflejado en las encuestas se desploma, se esfuma. Un candidato bueno hace crecer a su marca, a su partido, y un candidato malo, lo disminuye.
Compartir esta nota