Llegó a mis manos la obra de James C. Scott, publicada por Traficantes de sueños, y que se titula: El arte de no ser gobernados. Este texto se enfoca, en esos lugares de las periferias, donde me encanta refugiarme, por la intensidad de las infinitas ramas que crecen en los no lugares, paisajes que a decir de los geógrafos postmodernos responde, a esas pieles elásticas con variedades étnicas y lingüísticas que no responde  al modelo estado/nación o no se incorporan a esas formas de gobernar desde el siglo XIX. Eso que constituyó la formación del capitalismo y cuya particularidades desencajan la vida comunitaria y que nos atormentan día y noche con sus tizones nucleares y drones.

Ese lugar se corresponde, a lo que geográficamente se conoce como el macizo central del Sudeste Asiático. Están localizados entre nueves estados y en el centro de ninguno de ellos, como dice Scott.

En su mayoría, estos pueblos se han escapado, como quisiera yo. Los considera pueblos cimarrones, porque no los han podido integrar al proyecto de Estado Nación. De verdad, la pasión me desborda el deseo de leer de un tirón sobre estas culturas, cuando me enteré de estos pueblos y los términos que los occidentales han usado para referirse a ellos, tales como zonas de “refugio o áreas catastróficas”.

Al leer el libro, me maravilla como Scott, es un etnógrafo que detalla, con una buena escritura, las distintas estrategias que estos pueblos desarrollan para poner a raya al Estado/ Nación. Estas son sus múltiples estrategias: sus sintagmas, el uso de la dispersión física, a lo largo de terrenos irregulares y sus traslados por los mares; a su casi nomadismos por las montañas; a las fuerzas de sus estructuras familiares; a  su interpretación de los liderazgos milenaristas que nunca abandonaron, para rechazar a los fisgones, ladrones, matarifes y secuaces que han diseñado el modelo fatídico del Estado/ Nación.

Scott cuenta, en este texto, como estos pueblos han logrado vivir de manera deliberada, al margen del modelo capitalista y de las formas occidentales de Estado. Su vida se desarrolla  en perfecta armonía con sus tradiciones que son desvinculantes de esos modelos. Me encanta este tipo de modelo de fuga de los ingobernados, que logran escaparse del fracaso “civilizatorio” que nos ofrecieron para cebar a unos pocos y empobrecer a la mayoría.

La hipótesis central de Scott es que las elecciones políticas de estos pueblos, no son producto de las clásicas teorías de la ecología, cultura o estructuras de parentesco. Scott expone varios tipos de variables que intervienen en esas decisiones que ellos toman frente al Estado de manera consciente o inconscientemente, tales como: los modelos de cultivos de siembras, las habilidades en dominar varios idiomas, la elaboración de patrones de conductas evasivas y estructuras sociales y modelos de movilidad física, a través de estrategias de moverse por montañas y bosques son de  los  medios que utilizan  para evadir la presión política y muchas veces, esto  lo ha puesto en peligro en los territorios donde pululan.

Scott expone que estos pueblos han sido abusados, por aquellos que tienen  más poder político. Pero ellos saben moverse entre esos poderes  fácticos de los estados coloniales.

Esta gente construye sus propias identidades, se la inventan y la combinan con las propias tradiciones milenarias y enfrentan de muchas formas, no necesariamente agradables, ni saludables para sus propias vidas. Algunos grupos, practican la piratería marítima, venden esclavos y otros se van a los bosques huyendo de los gobiernos. Existen casos de integración a los servicios de  guardia naval para quedarse en la navegación y  refugiarse en el mar.

Estos pueblos del Sudeste Asiático han resistido al modelo de Estado Nación, creando un orden que no le agrada a los “civilizados” o “estatistas”. Estas etnias, tal como las describe Scott tienen una manera particular de ser y esto es significativo para los estudios de las culturas.  La reflexión antropológica requiere de entender esas narrativas para reflexionar sobre los modos de vida, la resistencia, los cambios culturales, la construcción de las identidades y la persistencia de grupos humanos en defender sus estrategias de no pertenecer a los modos de vida occidentales.

Estudiar y mirar cómo se construyen y desviven estos pueblos es  de importancia para entender la imaginación humana. La antropología es necesaria para la comprensión sobre etnias  que no tienen Estado y no se someten, o los que el autor hace llamar: “los que han desarrollado el arte de no ser gobernados”.

Este libro es muy inspirador para cualquier antropóloga que le interesa construir teorías sobre los que no se dejan gobernar. Para aquellos  que teorizan sobre las comunas y  los que intentan encontrar respuestas, para salir del atolladero del capitalismo.

Algunos, buscan la comprensión de cómo estas etnias han sobrevivido en tales situaciones de vulnerabilidad y de huida continuas. ¿Cómo se han escapado al capitalismo y a su modelo civilizatorio?

Es de sumo interés,  para los que investigan, sobre lo humano y sus ficciones. Para aquellos  que analizan las tradiciones mitológicas y religiosas. En verdad,  es el tipo de etnografía, por la que suspiro, como me encantan, los helados de yogur de coco nuevo. Es un plato suculento para pensar y confrontar la escritura y reflexiones antropológicas, que son las bases de nuestra ciencia.

Al principio, la lectura me resultó lenta, pero necesaria para comprender mundos no conocidos en mis bases de lecturas, con la que me formé como antropóloga. Esto lo sentí, sobre todo cuando el autor va describiendo esos refugios humanos que narran la vida de otros, que con intención o sin propósito habitan mundos distintos a los occidentales.

Pero yo soy terca, como una doncella que teje su pelo y decide no caminar por el meridiano de Greenwich, pues necesito sentir en el cuerpo y mediar con la razón para comprender y reflexionar con esas  voces culturales, de aquellos que se resisten, a nuestras normas y estructuras morales. Yo necesito comprender, al igual que otros.

Entiendo, la cultura como la proyección de los deseos humanos y que estos se estructuran en la sociedad, a través de los impulsos de sus deseos inconscientes, para concretarlos, por medios de reglas motivacionales que desarrollan modelos prescriptivos y cuerpos simbólicos. Esto se materializa en actos, por medio de reglas. Todo este marco simbólico y proyectivo se conforma por medio del deseo, el sentir y el actuar de los sujetos y de lo colectivo, lo cual regula el comportamiento y las maneras particulares con que se desarrolla el marco de la cultura.

Este texto de Scott nos invita a ver la proclama de la diversidad. Su etnografía muestra las narrativas occidentales y de cómo se elaboran registros orales y escriturales que dan pasos a un locus classicus.  El estudio de  Scott, permitió  que se rompieran las formas tradicionales de investigar en el campo etnográfico.

Este libro  es una buena seducción para una mujer que gusta de entender esa fenomenología del deseo y la esencia. Esto es razonable en una antropóloga  que intenta entender el sujeto y el cuerpo colectivo. La culpa la tiene Spinoza, Merleau –Ponty, Levi-Strauss, Foucault, Devereux y Schopenhauer, de ellos me contagie esas manías de tratar de  entender la etnogénesis de la porosidad de las identidades y de los igualitarismo que gustan protegerse del Estado.

Fátima Portorreal

Antropóloga

Antropóloga. Activista por los derechos civiles. Defensora de las mujeres y los hombres que trabajan la tierra. Instagram: fatimaportlir

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