“Que los hechos no están seguros en manos del poder es algo evidente. El poder es un instrumento poco fiable, pues no solo los hechos están inseguros, sino también la no verdad y los no hechos”. (Hanna Arendt).
¿Cómo determinamos el grado de compromiso de los gobernantes de un país para que el esqueleto del cuerpo social se acelere armónicamente, a fin de alcanzar un desarrollo acorde a su crecimiento económico? Sencillamente, a donde va el dinero. Más allá de los discursos, de los relatos, el presupuesto y su inversión constituyen el reflejo fiel, el espejo de lo que realmente queremos.
El desarrollo humano se constituye de acciones deliberadas. Decisiones medulares del rol del ser humano como protagonista esencial del planeta tierra. Hoy sabemos que el crecimiento es necesario para el desarrollo, ineludible, inexcusable, empero, en sí mismo no es suficiente. Si se deja al derrame del goteo, se va anidando una enorme brecha en el tiempo en todas las dimensiones humanas: esperanza de vida, educación, salud, acceso a agua potable, tecnología, viviendas, etc. etc.
El quid pro quo es cómo levantar, disminuyendo, mitigando y neutralizando con una audaz visión de cerrar los poros profundos del drama social de la exclusión. Rupturar los muros, romper las cercas y las alambradas de un tejido social que excluye a seres humanos y los imposibilita de construir, de generar su propio destino. Somos una sociedad con libertades civiles, no obstante, una parte significativa de su población no es enteramente libre, ni siquiera en la competencia de la participación electoral, por el alto grado de clientelismo
¿Cómo se expresa el drama social de la eclosión en República Dominicana? Veamos:
a) Según la Oficina Nacional de Estadística, ONE, el 30% de los niños y niñas entre 3 a 5 años, nunca han asistido a un centro educativo.
b) En el 2024, alrededor de 6,800 niñas y adolescentes entre 11 y 17 años, se convirtieron en madre. Esto es, niñas teniendo niños.
c) El 48.8% de los dominicanos y dominicanas no tiene casa propia. Hay un déficit habitacional de más de un 1,000,000 de viviendas, sin contar la gran cantidad de viviendas que no son, en términos humanos, viviendas.
d) El 50% de los adolescentes y jóvenes de primera fase han dejado la escolaridad institucional. Somos actualmente el país de la región, con excepción claro está de Haití, con más deserción escolar.
e) Según el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, en su Informe sobre el empleo, solo el 31% de los empleos son de CALIDAD. Para la Organización Internacional del Trabajo, OIT, un empleo es de calidad si contiene:
1. Sueldos, o salarios adecuados.
2. Protección social.
3. Libertad de asociación y seguridad laboral.
4. Equidad de género.
5. Justicia
f) En el 2024 y para el 2025, en el Presupuesto General del Estado está contemplado el 40.6% de los ingresos por impuestos sobre mercancías y servicios (ITBIS): R$575,748 millones de pesos. Los impuestos sobre los ingresos representan solo un 25.4%, significando alrededor de RD$359,959 millones de pesos.
g) La inversión en protección social representa apenas un 11%, esto es: RD$155,715 millones de pesos. Sin embargo, en SALUD es solo un 1.9% del PIB.
h) La Seguridad Social amerita una modificación desde hace más de 10 años. Todavía no se hace nada con el Régimen Contributivo Subsidiado y más del 50% de los dominicanos están fuera del sistema de pensión.
i) Tenemos un Mercado Laboral Informal que hace más de una década ronda entre 52 al 58%. Ahora está en 54.5. En Uruguay es de apenas 22%.
j) En la tercera década del Siglo XXI, en el Distrito Nacional, hay sectores que no llega el agua. Una gran parte de los sectores más vulnerables tiene que comprar el agua en camiones. ¡Si hay un área industrial que hoy ha tenido más éxito, es el negocio de la venta de agua!
k) La Tasa de Muerte Materna, Infantil, Neonatal sigue siendo de las más altas de la región (en 2024 murieron 2,885 niños menores de un año, donde el 80% era prevenible. 188 mujeres parturientas murieron y la muerte neonatal se redujo a un 13%, al disminuir de 1,522 a 1,322 del 2023 al 2024). Lo que pone de relieve que nos encontramos frente a una sociedad profundamente aporofóbica.
l) Somos uno de los países con el peso de la desigualdad más horrida. El 1% más rico de República Dominicana es más rico, relativamente, que los más ricos de Brasil, Chile y Colombia, los tres países más desiguales de Latinoamérica. En nuestra formación social tenemos una alta desigualdad de los ingresos y de las rentas, así como desigualdad del capital humano.
m) Tenemos un gran desorden social que se expresa en el número de accidentes y de vidas que se pierden. Cada año mueren alrededor de 3,000 personas. Es un reflejo de la poca civilidad. El costo económico, humano, social y de productividad para la sociedad es horripilante. Un problema que debe ser asumido con toda la responsabilidad y consecuencia que conlleva.
n) En el año 2024 las denuncias de violencia de género, según la Procuraduría, fue de 70,000. Seguimos siendo segundo de la región en más feminicidios. Un problema central de la sociedad y de una nueva resocialización en el marco cultural de civilidad
Como vemos, el drama social de la exclusión es estructural y multidimensional. Su morfología se constituye como un témpano de hielo, donde lo visible se hace invisible al desdibujar las configuraciones que la contiene. Por ello, tenemos que empujar al presente en una perspectiva conjugada de futuro. Allí donde el optimismo eclipse el pasado para dibujarnos en un porvenir más halagüeño.
El drama social de la exclusión ha de ser objetivizada desde la visión necesariamente holística y multicausal; empero, el epicentro crucial es cómo aceleramos el fortalecimiento institucional y el desarrollo de la confianza. En este proceso de fortalecimiento institucional tenemos que seguir gravitando en favor de una sociedad que mejore los índices de corrupción, gobernabilidad y gobernanza.
Sabemos que la corrupción desestabiliza institucionalmente un país, drena el desarrollo económico y aumenta la desigualdad y se constituye en una palanca negativa para la justicia. Daña a los pobres de forma desproporcionada, como nos diría Kofi Annan, pues desvía recursos inicialmente orientados al desarrollo, socava la capacidad de los gobiernos para proveer servicios básicos. Como nos diría Michael J. Sandel en su libro El Descontento Democrático, “Las instituciones políticas no son simples instrumentos que ponen en práctica ideas concebidas de forma independiente, sino que, en sí mismas, son encarnaciones de unas ideas”.
El fortalecimiento y desarrollo institucional es marcar la ruta permanente de la institucionalidad, que es allí donde las normas y leyes se aplican, significan el grado de aplicabilidad de las normas establecidas, sin miramientos y sin jerarquías. Es allí donde no hay un abismo entre lo aspiracional y lo real, entre las distintas praxis que han de converger. El fortalecimiento institucional se convierte en un eje transversal positivo, en un círculo virtuoso que fecunda todos los recursos de una sociedad, los potencializa generando mayor cohesión social y capital social, pues genera un grado de predictibilidad de las acciones y decisiones de las personas en los espacios públicos.
Ello fragua, de manera meridiana, la confianza. La confianza es el pegamento de la vida social. La confluencia del puente sinérgico de los proyectos colectivos. La confianza crea redes de creación de comunidades. Es el plus más activo y dinámico para la acción humana. Sin confianza se dilata todo, se difumina, diluye, trastoca y ruptura la interactuación social. Sin confianza no hay proyectos, no hay acuerdos para el desarrollo, apenas para el reparto. Sin confianza, el pasado se convierte en un simple ritual de la pésima modorra de la tautología. El libreto sin sentido histórico.
La confianza desarrolla la credibilidad de los distintos sectores. De ahí la necesidad de la integridad y la transparencia como fuentes inagotables de la democracia verdadera. Espacio sin par de la reputación. América Latina es la región de mayor grado de desconfianza. Solo un 13% promedio tiene confianza en sus relaciones personales y la colectiva-institucional pasa a ser menor. Los actores políticos y una gran parte “de los comunicadores” son los mayores hacedores de desinformación, de fake news y de posverdad. Juicios de valor, relatos sin datos, sin información recogida en la realidad.
Recordemos, como decía Mahatma Gandhi “El débil no puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes”. En un mundo disruptivo, cargado de incertidumbre, la confianza ha de ser la medicina eterna para construir una mejor sociedad. Terminamos con Zygmunt Bauman y Carlo Bordoni, en su libro Estado de crisis “Vivir en un estado de crisis constante no es agradable, pero puede tener su vertiente positiva, ya que mantiene nuestros sentidos vigilantes y alertas, y nos prepara psicológicamente para la posibilidad de que pueda suceder lo peor. Debemos aprender a vivir con la crisis, igual que nos resignamos a vivir con tantas adversidades endémicas que nos han venido impuestas por la evolución de los tiempos: la contaminación, el ruido, la corrupción y, por encima de todo, el miedo (el sentimiento más antiguo del mundo), que nos acompaña a lo largo de una realidad, marcada por la inseguridad”.
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