Recientemente, en noviembre de 2025, el Tribunal Constitucional (TC) de República Dominicana emitió una sentencia (TC/1225/25), declarando inconstitucionales los artículos de los códigos militares que penalizan las relaciones homosexuales en la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. Anulando normativas que heredamos desde la época del autoritarismo y el conservadurismo de la dictadura de Trujillo.

Con este fallo, el Tribunal Constitucional busca tres cosas: primero, proteger a los militares y policías de ser sancionados, excluidos y discriminados por su orientación sexual en las instituciones castrenses. Segundo: ratificar la condición de ciudadanos de pleno derecho de todos los dominicanos, independientemente de sus preferencias culturales, y tercero: reconocer el derecho a la diversidad y el multiculturalismo en la sociedad dominicana.

Sin embargo, este fallo —que debió ser visto como una garantía constitucional a no ser discriminados por nuestras preferencias culturales: sexuales, religiosas, ideológicas u otras— despertó todos los demonios de los grupos de poder tradicionales: Desde el palacio presidencial, las instituciones militares, el congreso, las iglesias, los medios de comunicación y las plataformas digitales, se escucharon los relatos homofóbicos: prejuicios, agravios, ofensas y estigmas mediante los cuales –tradicionalmente– se ha discriminado a los ciudadanos dominicanos por sus preferencias sexuales.

Esta reacción, de grupos conservadores, puso en evidencia lo lejos que estamos de un Estado de derecho y una democracia que garantice los derechos constitucionales de todos los dominicanos. La diversidad cultural, el reconocimiento de las diferencias culturales, actualmente, son partes fundamentales de la cultura democrática contemporánea. Vivir en democracia supone aprender a reconocer los derechos de los otros, aun siendo diferentes.

La democracia supone una cultura posfundamentalista, postradicional; ningún grupo tiene el derecho, la legitimidad, de imponer su cultura, sus creencias y formas de vida a los demás. La democracia se funda en el diálogo, la deliberación y el reconocimiento de los otros como sujetos de derecho a expresar sus preferencias religiosas, morales, sexuales, políticas e ideológicas, y no ser discriminados, perseguidos ni estigmatizados por sus preferencias culturales.

Desde el palacio presidencial, las instituciones militares, el congreso, las iglesias, los medios de comunicación y las plataformas digitales, se escucharon los relatos homofóbicos

Desde mediados del siglo XX, la democracia liberal de los Estados Unidos y Europa produjo el fortalecimiento de un Estado de bienestar y de derecho que garantizaba la libertad individual y el bienestar social. Con el proceso de democratización que se inicia a finales de la Segunda Guerra Mundial, se avanzó en las garantías de la libertad individual, la propiedad y el libre mercado, se crearon las condiciones para una mejor política redistributiva de los trabajadores a través del Estado de bienestar y también se produjo el desarrollo de la diversidad cultural.

Las tres gloriosas décadas de desarrollo y democratización en Europa y los Estados Unidos dieron origen también al multiculturalismo. Durante el periodo citado, se fortalecieron los llamados nuevos movimientos sociales y las luchas por los derechos de las minorías culturales. Los movimientos feministas, gays, estudiantiles, anticoloniales, por los derechos civiles de las minorías étnicas y los afroamericanos en los Estados Unidos. Estos se constituyeron en los nuevos actores sociales que impulsaron los cambios políticos, sociales y culturales.

En América Latina, pero en particular en la República Dominicana, las cosas se produjeron de manera diferente, pues ha persistido –en el país– un débil Estado de derecho y una cultura tradicional autoritaria y conservadora. Me explico: Después de la caída de la dictadura de Trujillo, pasamos por el intento de democratización de los siete meses de Juan Bosch, se produjo el golpe de Estado, la revolución de Abril del 65 y el gobierno de los doce años (1966-1978), que supuso la reconfiguración en el poder de los grupos conservadores tradicionales.

Durante el período de los doce años, los partidos de oposición como el PRD, el PLD, la izquierda y los movimientos sociales (sindicales, populares, feministas y estudiantiles) protagonizaron las luchas por la democratización del país, reclamando libertad y mayores garantías políticas para los ciudadanos. La lucha por la democracia para este tiempo, era más bien una lucha por las libertades políticas frente al autoritarismo de los doc años.

Con el primer gobierno del PRD en 1978, se inicia la conquista de las libertades políticas. Durante ese período se incrementaron las libertades públicas, se produjo el regreso de los exiliados, la desmilitarización de la política y se iniciaron las reformas del sistema electoral.

Desde inicios de la década del ochenta, en plena campaña electoral, Peña Gómez reclamaba que debemos pasar de la democracia política a la democracia económica, como una forma de proponer que las nuevas exigencias de la democratización del país estaban relacionadas con el desarrollo económico y la equidad social desde una perspectiva socialdemócrata.

A partir de la década del noventa, en particular del primer período de gobierno del PLD en 1996, se prosigue con las garantías de las libertades políticas, caracterizado, entre otras cosas, por las reformas del Estado, de la administración pública, del sistema electoral y de partidos. En esta coyuntura, se produjo un incremento de las libertades civiles de los ciudadanos, como también se fortaleció el individualismo, el egoísmo, la fragmentación social y el desarrollo de nuevos movimientos socioculturales como consecuencias de la hegemonía de la democracia y la cultura neoliberal.

Bajo la influencia del capitalismo global y la democracia neoliberal, se ha producido en la sociedad dominicana el debilitamiento del movimiento obrero, estudiantil y popular, pero se ha fortalecido la libertad individual, las luchas de las mujeres, los grupos LGTBs, los ecologistas, ambientalistas y por los derechos humanos de los migrantes, pero, paradójicamente, frente a las promesas incumplidas, la desigualdad social, la debilidad institucional y el deterioro moral en la transición democrática, ha resurgido también la cultura conservadora y los grupos de poder tradicionales.

El fallo constitucional ha puesto de manifiesto que vivimos en una compleja coyuntura de un Estado dominicano, constitucionalmente democrático, social y de derecho, con la hegemonía de una cultura tradicional conservadora y la emergencia de la diversidad y el pluralismo cultural.

En la coyuntura actual del proceso de democratización, se han incrementado las libertades políticas, pero tenemos pendiente una enorme deuda social para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, como también un compromiso social por el reconocimiento de la diversidad cultural. En ese sentido, felicitamos la sentencia constitucional (TC/1225/25), porque viene a fortalecer el Estado democrático de derecho y las luchas por el reconocimiento de la diversidad cultural.

Wilson Castillo

Sociólogo, profesor.

Wilson Castillo es un sociólogo dominicano, investigador y docente universitario, reconocido por sus aportes al estudio de la sociedad dominicana, particularmente en las áreas de teoría social, sociología política, cultural y, su impacto en la juventud dominicana. Es egresado de la Escuela de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), institución en la que también ha desarrollado una destacada trayectoria como profesor e investigador.

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