La teoría del determinismo geográfico fue uno de los fundamentos que sirvió de justificación al proceso de colonización consumado por las potencias europeas en el hemisferio occidental aproximadamente entre los siglos XVI y XIX.
Según esta teoría, las zonas geográficas del planeta ubicadas en latitudes cálidas determinaban el carácter, la inteligencia y el grado de desarrollo de sus habitantes, haciéndolos incapaces de autogobernarse y, por tanto, necesitados de tutela. Serían los propios científicos europeos quienes posteriormente desmontarían este etnocentrismo.
En nuestro caso, durante los primeros años de la conquista, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, en su Historia general y natural de las Indias, recoge algunas consideraciones atribuidas a Isabel la Católica sobre la dificultad de gobernanza en la isla La Española, una especie de presagio o “maldición” sobre estas tierras del Nuevo Mundo.
La versión más depurada por los historiadores del relato de Oviedo es la siguiente:
Decían que la muy esclarecida reina doña Isabel, viendo y entendiendo los muchos trabajos, discordias y desasosiegos que en estas tierras se esperaban, afirmó que habría poca verdad y constancia en estos moradores, y que a los gobernantes les sería dificultoso gobernarlos.
Desmontar la idea tan arraigada en nuestra historia, de que nuestra identidad caribeña —con raíces suspendidas en el aire como manglares y marcada por huracanes que imponen el desarraigo— impide consolidar un proyecto común, sin caer en el fatalismo atribuido a Isabel la Católica, sería una tarea valiosa.
En el siglo XVIII, ya en una etapa más moderna, autores como Montesquieu continuaron argumentando sobre la influencia del clima en las formas de gobierno y en la estabilidad política de los pueblos. También conviene recordar que en la cultura anglosajona es conocida la expresión: “El hombre es producto de la tierra”.
Entre los siglos XIX y XX, algunos de nuestros pensadores dominicanos desarrollaron la corriente histórica denominada pesimismo dominicano que, aunque no se inscribe en el determinismo geográfico, poseía en esencia una visión muy crítica sobre la dificultad de gobernanza en nuestra sociedad.
El determinismo geográfico también fue combatido en el siglo XX por autores como Lucien Febvre, quien propuso una interpretación más sociológica y centrada en la participación social de los pueblos en la toma de decisiones sobre su entorno. También Fernand Braudel, quien criticó las visiones unilaterales de la historia.
El concepto moderno de geopolítica se perfila entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. En Europa, Friedrich Ratzel (Antropogeografía) continuó profundizando en el determinismo geográfico, mientras que en América la Doctrina Monroe (1823) —“América para los americanos”— buscó limitar la influencia europea en las nuevas repúblicas y afirmar el predominio estadounidense.
¿Reedición actual?
En la geopolítica contemporánea, las grandes potencias han recurrido en distintos momentos a un mismo concepto para renovar su hegemonía y justificar la reorganización del sistema global: el llamado Nuevo Orden Internacional.
Este concepto ha sido invocado desde el orden liberal impulsado tras la Primera Guerra Mundial por Woodrow Wilson en 1919 —“hacer el mundo seguro para la democracia” —, pasando por la descolonización del Tercer Mundo y el surgimiento de un nuevo orden económico, la bipolaridad de la Guerra Fría, la caída del Muro de Berlín y el subsecuente orden unipolar de 1991, hasta la actual multipolaridad emergente (China, Rusia, India, Brasil), desde la cual se habla hoy de un nuevo orden postoccidental.
Del determinismo geográfico al determinismo tecnológico
Hoy asistimos al auge del determinismo tecnológico, cuyas características resultan comparables al antiguo determinismo geográfico.
Byung-Chul Han, pensador alemán de origen surcoreano y uno de los filósofos más influyentes del pensamiento contemporáneo, al recibir recientemente el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, ofreció una entrevista al diario español El País en la cual realizó importantes reflexiones sobre el determinismo tecnológico.
Chul Han afirma que el sistema económico neoliberal nos hace vivir una libertad ficticia: ya no vivimos en una sociedad disciplinaria gobernada por la prohibición, sino en una sociedad del rendimiento que se cree libre y está regida por el “poder hacer”. Pero ese poder sin límites, aunque al principio genera una sensación de libertad, pronto impone más coacción que los antiguos “debes”.
Según Han, en realidad somos nosotros quienes nos hemos convertido en herramienta de la tecnología. “El smartphone nos usa a nosotros y no al revés. En la sociedad contemporánea, todo está disponible de inmediato y a golpe de clic, incluso el amor en las aplicaciones de citas”. “El mundo se asemeja a un inmenso centro comercial donde todo se puede consumir. Las redes sociales hacen posible una comunicación ilimitada”.
Sobre el determinismo tecnológico, Chul Han sostiene que son los poderes públicos quienes deben tomar las riendas del “caballo desbocado” de la tecnología: “La tecnología sin control político, sin ética, puede adquirir una forma monstruosa y volver a esclavizar al ser humano”.
En esa misma línea, el sociólogo Jesús Romero Moñivas, profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), afirma: “Es lo que he llamado una tecnocracia activa, una élite de técnicos que toman decisiones sobre la marcha de la sociedad”.
Según Romero, el determinismo operaría de manera muy sutil: nuevas armas transforman la forma de hacer la guerra, nuevas técnicas arquitectónicas cambian la forma de vivir… “Determinismo también es levantarte tarde porque tu despertador se ha estropeado, o la necesidad de aprender nuevos códigos comunicativos para hablar por WhatsApp”: “La sensación de que nuestra vida depende de un complejo entramado tecnológico”. (El País).
En noviembre de 2022 inicia el boom de la inteligencia artificial con el lanzamiento de ChatGPT. La cara visible de esta revolución tecnológica ha sido Sam Altman, figura controvertida sobre la cual la joven periodista Karen Hao acaba de publicar un polémico libro: El imperio de la IA. Sam Altman y su carrera por dominar el mundo.
Catalogada por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes en el campo de la IA, Karen Hao, en su investigación desarrollada para MIT Technology Review, The Wall Street Journal y The Atlantic, sostiene que las tácticas de las grandes empresas tecnológicas para desarrollar monopolios dominantes y globales son “exactamente las mismas que las de los imperios de antaño” (El País).
De acuerdo con The New York Times, siete empresas tecnológicas estadounidenses dominan el mercado bursátil de EE. UU., que a su vez domina los mercados bursátiles mundiales. Estas empresas están valoradas en billones de dólares, y sus astronómicas valoraciones se basan cada vez más en una única apuesta: la inteligencia artificial. (NYT 28/11/25)
En resumen
¿A qué vienen estas reflexiones entrelazadas sobre geopolítica, gobernanza, filosofía, hegemonía y los viejos determinismos —geográfico y ahora tecnológico— en tiempos de anomia y posverdad? Porque hoy, en pleno siglo XXI, comprobamos que el determinismo tecnológico reproduce las lógicas del geográfico; porque migración, cooperación internacional, narcotráfico y patrioterismo se superponen en nuestro entorno; porque el concepto de soberanía vuelve a redefinirse; porque, al fin y al cabo —como diría Sabina— “está en la luna, la policía”.
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