Las fricciones geopolíticas en la actualidad arropan el mundo con una suave sábana que no calientan los pies de la humanidad. En el capitalismo, las luchas por la materialidad es abrumante, pues los aullidos de guerras no se silencian y el mundo se ordena según las apetencias de las élites geopolíticas que gobiernan el mundo.

Según Bourdieu, la guerra no se produce solo en el marco de lo material, también existe un mundo simbólico donde la violencia es invisible. Es lo que desajusta los hábitos y crea no lugares, como herramientas para desbordar los deseos latentes que se orientan a la dominación del otro.

La guerra promueve fortísimos cambios en el orden social, económico y cultural. La guerra genera hambruna, dolor, muertes y misceláneas formas de micro-violencias que generan escrituras y relatos de dominación que afectan y transforman las vidas de los seres humanos.

Yo he estado tarareando en estos días, una vieja canción de Navidad titulada “Noche de Paz”. Sin embargo, lo que he observado y escuchado en este diciembre, es todo lo contrario. La cultura geopolítica actual no asume el proyecto de paz. Este viejo himno, ya no moviliza masa. Lo pacífico no consolida alianza ni individuales, ni globales.

En los medios de comunicación se discute sobre las múltiples amenazas que afectan al mundo. Las  acusaciones entre parte es un café que se bebe cada día sin azúcar en todas las redes de comunicación.

En lo personal, no tengo el tiempo  para leer, comprender y reflexionar sobre lo que acontece en el mundo, por el intenso bombardeo de informaciones que muchas veces, no tengo la certeza de que sean verdaderas para poder crear una narrativa explicativa y crítica sobre los hechos que se tejen en el marco de lo geopolítico.

La verdad se diluye y se aceptan los metarrelatos. Los grupos se apandillan con sus ideologías. Los imaginarios de guerra dominan en las mentalidades de las personas de todas las jerarquías de clases, sin críticas o reflexiones, ya que se mueven con las pasiones de los relatos políticos. La memoria de los imperios y sus narrativas se imponen en el discurso político como parte del ordenamiento neocolonial.

Los reinos imperiales no se detienen en sus baños de sangre.  En su ejercicio de poder, ellos tienen acciones que rompen cualquier proyecto ético. Las aspiraciones de paz han fracasado.  Las propuestas y enmiendas se consideran autoritarias, por lo que no se aceptan, y se siguen instando al odio etno racial y de clase, y por ende la guerra.

No hay garantía para los derechos humanos en ningún lado del mundo.  Todo gira alrededor de que sigamos patrones sostenidos en los síntomas angustiantes que aceptan la tortura, los tratos crueles e inhumanos dentro de un sistema que textualiza la muerte como modelo de formas autoritarias que niegan la vida y la libertad. La guerra no es una crisis temporal o solo un síntoma. Es lo que acciona y se nombra para arrebatarnos nuestra humanidad.

Fátima Portorreal

Antropóloga

Antropóloga. Activista por los derechos civiles. Defensora de las mujeres y los hombres que trabajan la tierra. Instagram: fatimaportlir

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