El presidente de norteamericano Donald Trump, desde los jardines de la Casa Blanca, rodeado de su gabinete, el pasado 2 de abril, desde un día, que llamo “Día de la Liberación”, anunció con un tono glorioso un aumento de aranceles o impuestos, o un conjunto de gravámenes a todos los productos importados de sus socios comerciales. Para la mayoría, incluido socios tan leales como Reino Unido y República dominicana, le anunció un 10%, para la Unión Europea, del 20%; para Japón del 24%; para India 26, para China 34… para Vietnam 46.
El aumento de los aranceles ha sido interpretado con una mezcla de preocupación y críticas, por influyentes países y líderes mundiales. Para unos, como una muestra de castigo, o revancha. Para otros, como inicio de una guerra comercial por tratarse del mayor cambio en el comercio global en un siglo. Y algunos los consideran el funeral de la globalización o del modelo neoliberal; y del inicio de un nuevo orden mundial.
Y según el editorial del periódico dominicano Acento: “El impacto de la nueva política o guerra arancelaria de los EE.UU ha sido terrible para los mercados de todo el mundo; pero muy especialmente para el mercado de los Estados Unidos, en donde se acelera la recesión económica y se incrementan los precios de los productos en general”.
La República Popular China, por ejemplo, ya anunció aranceles del 34% a productos estadounidenses; restricciones a exportaciones de tierras raras, usadas en tecnologías avanzadas; declaró empresas estadounidenses como no confiables para exportaciones, y anunció acciones legales y empresariales ante la Organización Mundial del Comercio. Y calificó como tácticas unilaterales y coercitivas las medidas de Estados Unidos, llamó a resolver disputas comerciales mediante diálogos y negociaciones equitativas.
Por su parte, la presidenta de la Comisión Europea calificó el anuncio, como un duro golpe para la economía mundial, que se sentirá de inmediato porque perjudicará a millones de personas, especialmente a las más vulnerables. Que esas medidas subirán los precios de los alimentos, los medicamentos, el transporte, o sea, la inflación aumentará. Y afectará a todas las empresas, grandes y pequeñas. Al provocar una mayor incertidumbre de las cadenas de suministro y en el procesamiento de datos comerciales.
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) dijo que los aranceles anunciados «representan un riesgo significativo» para la economía mundial y las perspectivas del crecimiento. Que evaluaban las implicaciones.
En realidad se ha iniciado una guerra comercial entre dos gigantes: Estados Unidos y China. Para comprender las raíces de este conflicto sería interesante remontarse a la biografía y el estado mental del presidente de Estados Unidos, y las características del gobierno de China. Ya lo dijo el sabio líder político, Pepe Mujica, que a los países no les favorece ni la dictadura del proletariado ni ninguna otra; ni gobiernos autoritarios de izquierda, ni de derecha.
En este escenario, República Dominicana es una hormiguita, con enorme déficit comercial con ambos; y sin embargo, injustamente le aplicarán unos aranceles, a pesar de sus estrechas relaciones con Estados Unidos y sus diversos acuerdos comerciales, los que podrían afectan a sus ciudadanos, de aquí de allá, particularmente a consumidores y exportadores.
En definitiva, estos anuncios implican una gran crisis, y como toda crisis, conlleva peligros y oportunidades. Esperamos que la sabiduría de los pueblos y sus líderes le impulsen a reaccionar como corresponde. Ya más de mil ciudades americanas y decenas de países del mundo han salido a protestar contra estas políticas del presidente estadounidense, en particular por la aplicación de estos aranceles.
** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván
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