Las mariposas revolotean con las metáforas, siguiendo los silbidos de lejanos caminos. Un poeta atraviesa rincones pedaleando con los sueños. Yo hojeo estos pétalos como una niña que intenta alejarse de días anodinos con una taza de café caliente entre las manos. El texto “En recodos de la vida” de Nelson Romero es palabra raíz de suelos primigenios. Está escrito con entusiasmo e inocencia y sonrisas de conciertos revoltosos de juventud.

Las palabras son dichas; empero, para crear estrofas poéticas, es una labor de un constructor de barcos que necesita tiempo, precisión, conocimientos, desasosiegos, quietud, incredulidad y pasión. Nelson, es poeta y consigue atravesar diversos bosques con el trabajo persistente y osado de los escritores que roban a la tempestad un soplo del viento, para llegar a la orilla de la fe en la que se hace concreto este libro.

Su texto invita a contemplar horizontes para hacernos partícipes de las cruces del viento. Sus metáforas son una buena carpintería que se opone a las palabras repetidas de aquellos lenguajes de delirios que enfurecen, porque no pueden escapar de las riadas de un mal sueño.

Este libro es un estuche de arena que contiene orillas

En sus poemas hay sentidos prácticos de un observador que ha caminado a campo traviesa sin detener la marcha, porque él está al corriente de la fuerza impetuosa del río Yuna en primavera. Es un poeta que susurra, a través de las prosas, sobre las aventuras que espolvorean la memoria. Es un escritor de botas agujereadas por las salvajes ramas del arbusto del Aroma. El poeta descansa entre piedras para ahondar en las praderas brumosas del amor. Su voz detiene el estío y yo lo leo con entusiasmo, acariciándome el pelo. Veamos un trozo de poema que habla por sí mismo:

“…. Le faltó el río para saciar la sed de sus instintos, mientras reclamaba burbujas de suerte en la Mesopotamia retorcida por angostos caminos despoblados”.

Estas palabras son lluvias suaves que alivian el calor reflejado en los viejos tejados.  Ellos crepitan descoloridos y cambian con la sombra o los soles de los trópicos. Estos versos son un verdor de hermosos pinares y riachuelos que cantan la estación como el Julián Chiví. En el texto encontramos metáforas que estremecen los cimientos de los sentimientos y te inducen a recitar esas estrofas como el viejo escribano medieval que se leía a sí mismo para no sentir el paso del tiempo. Escuchen:

“Besé con pasión

La madrugada del néctar prohibido, y coloqué ahí el ombligo del rocío en la cresta del desafío.

Me caí muchas veces, pero me erguí otras tantas, con el ímpetu del jaguar que señorea su bravura en el paisaje verde de la llanura.

Arrojaron sobre mí millares de solapas pestilentes. Intentaron empujarlo al abismo del martirio. Sin embargo, no han podido armonizar las flautas de mi velorio.

Nací sin nada, fortuna no disfruté,

Desarrollé el tendón de mis instintos avanzando al nado, en contracorriente, y pude atrapar el azul del horizonte lejano”.

Sus versos abrazan la lluvia, el agua, los vientos y a una mujer

En estos versos encuentro un montón de olas que caminan en días tranquilos. Yo lo leo al levantarme, para despertar las velas sagradas de la aurora. Este libro es un estuche de arena que contiene orillas. Nelson habla a través de metáforas, las cuales deseamos leer con ganas para ver de frente las estrellas.  Yo leo en voz alta sobre lo que él narra y me acerco a las trochas, trillos, curvas domesticadas por los ingenieros y esos puentes que se entrelazan en atardeceres delante de velas sagradas. Sus versos abrazan la lluvia, el agua, los vientos y a una mujer.

Este libro, créanme, es valeroso y enjutado a los cuerpos huertos, del cual no se puede dejar pasar y correr de él, sin querer tocar o leer. Todavía cuando duermo, escucho en la oscuridad una historia en versos, la cual me pide: “Enrédame en tu destino, no te vayas”. Leer este libro por encima del tiempo marca una voz. Enhorabuena, Nelson Romero, por cantar entre las piedras y bosques.

Fátima Portorreal

Antropóloga

Antropóloga. Activista por los derechos civiles. Defensora de las mujeres y los hombres que trabajan la tierra. Instagram: fatimaportlir

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