Si nos situamos en una perspectiva de fe para analizar el cuerpo y la persona humana, notamos lo siguiente: tenemos que partir de un Ser Trascendente, dado que nadie humano se da la vida a sí mismo. El Ser Trascendente no ha recibido la vida de nadie, es la VIDA y la comunica a quien quiere y como quiere, por creación, por evolución o en colaboración.

Nuestro interés es mantener unas relaciones personalizadas con el Ser Trascendente, con el Otro y con la Naturaleza de tú a tú.

Quiero hacer un análisis entendible popularmente, objetivo e incuestionable, práctico para que sea asumido; partiendo de una visión de fe, porque la persona tiene raíz trascendente/humana. Somos un cuerpo espiritual, hecho a imagen y semejanza del Ser Trascendente.

Somos un cuerpo espiritual hecho a imagen del Ser Trascendente

La experiencia de opción vital vivida (67 años) no es un invento medagalanario, es la garantía de este análisis, porque tiene el sello de la presencia del Ser Trascendente, que es la Paz en el interior de la persona…        Si genera dudas, tensión, desprecio, desasosiego interior, no es auténtico; pero si al final sientes y vives la paz interior, libre de prejuicios, he logrado el objetivo deseado.

I. COMPONENTES DEL CUERPO HUMANO

Fijémonos bien, el cuerpo humano tiene tres componentes: Cabeza, tronco y extremidades con funciones específicas; y en la persona, existen cinco componentes: la vida y la fe, de origen trascendente; y tres componentes de origen inmanente: la racionalidad, la afectividad y las relaciones, que dependen de lo que veo, oigo, siento, toco, saboreo, que generan pensamientos, afectos y conciencia de sí mismo, única, irrepetible y libre…

Si nos fijamos en nosotros mismos, caemos en la cuenta de que no hemos pedido nacer a la vida, ni hemos escogido época, ni lugar, ni cultura, ni papá ni mamá. Solo constatamos que “estamos en la vida”, “aparecemos con vida”: YO, y así como aparezco YO, también aparece otro Yo, que para diferenciarlo de mi Yo le llamo TÚ…

II. COMPONENTES DE LA PERSONA

Cuando entran en relación el Yo y el Otro Yo, ambos, nos damos cuenta de YO/TÚ/YO; como quiera, es igual: de aquí para allá y de allá para acá… Esa relación con el “Otro YO” es la que me hace consciente de mi “existencia e identidad de género”, de mi existir personal con características específicas (las mías, las cuales tengo que asumir). Piénsalo…

Así como me encuentro con vida, también me encuentro con fe, que por voluntad del Ser Trascendente soy limitado; por tanto, la fe Trascendente también es donación, expresada en el ansia de Más en mi interior, lo infinito presente en lo humano; y la fe Humana es una necesidad que surge de mi temporalidad corporal, que se complementa en la eternidad del Ser Trascendente, como nos dice Jesús: “…me voy a prepararles un lugar en la casa de mi Padre” (Jn. 14,2).

Con la relación YO/TÚ/YO nos conocemos y nos hacemos conscientes de la identidad personal… (Necesitamos de Dios y nos necesitamos mutuamente uno del otro: necesitamos el Ser Trascendente que nos hace partícipes de la vida, la fe y la eternidad; necesitamos al Otro para hacer consciente nuestra identidad personal. Tú en Mí y Yo en Ti, somos iguales y diferentes. Ahí está lo visible del Ser Trascendente en cada persona y la base de la regla de oro: “al Otro como a Mí…”).

Fijémonos que ese YO puede ser varón o hembra, igual que el otro YO, que para diferenciarlo le llamo TÚ. Somos iguales y diferentes a la vez. Tenemos a alguien que nos hace partícipes de la vida, la fe y la eternidad… De alguna manera, “Yo en Ti y Tú en mí”… Tú eres tan dueño de mí como yo dueño de ti mismo; soy tan tuyo como tú eres mío y podemos ser uno. Así, llegamos al NOSOTROS, social y familiar > por decisión libre, mientras permanezcamos en vida humana; la entrega mutua mujer/varón/mujer. Aquí aparece la Comunidad Familiar, decisión libre y personal de estar: para CON-VIVIR, con un Tú diferente en género; lo humano se diviniza al colaborar con el Ser Trascendente al comunicar vida; ejemplo: la familia… Y, por la entrega al servicio solidario, uno o una sirviendo a tod@s…, decisión libre y personal de estar acompañando a los empobrecidos ofreciéndoles un servicio solidario, lo divino se humaniza. Ejemplo: la Comunidad Apostólica y Profética, y en el Nuevo Pueblo de Dios, la Comunidad Eclesial.

Con mi cuerpo entro en relación con el “Otro” y me hago consciente de mi identidad-sujeto-persona; puedo formalizar amistad con otro como yo, y en mí descubro el valor de opción personal, que le da sentido a mi vida; es la semilla de Dios, mi Valor Originario (la vocación) y mantengo relaciones con el Ser Trascendente, espiritualidad personalizada.

Continuando con nuestro análisis personal, vemos que los componentes de la persona son cinco: dos trascendentes, la vida, la fe, y tres inmanentes: la racionalidad, la afectividad, las relaciones.

Estos cinco componentes tenemos que cuidarlos, fortalecerlos, porque si no lo hacemos, se atrofian; por ejemplo, una persona analfabeta y una persona letrada, ¿hasta dónde pueden llegar? ¿Una persona desnutrida y otra nutrida, hasta dónde pueden llegar?

A nivel de fe, ¿A quién seguimos? A Jesús. ¿Qué nos dice Jesús?

Tenemos que nacer de nuevo, ¿cómo?, Jn. 3,5-8; que, según S. Ignacio, lo puedo cultivar con diferentes modos de relación con el Ser Trascendente: la oración, los sacramentos y el discernimiento…

En ese sentido, nacer de nuevo es una decisión personal, libre y soberana, que inicialmente se fortalece con la Oración: una acción activa y/o pasiva, que me une al Otro, a la Naturaleza y a Dios, me da un estilo de vida y define una personalidad: la Sierva o el Siervo…, Servidora, Servidor de Todas y Todos.

También, la Iglesia Católica nos ofrece una manera propia para cultivar y fortalecer nuestra personalidad con los sacramentos: el bautismo nos compromete a vivir teniendo en cuenta al otro.

La confirmación nos enseña a vivir atentos en la defensa del otro.

La eucaristía nos fortalece, nos hace otro Cristo, porque Jesús nos alimenta con su cuerpo y con su sangre; Cristo crece en cada uno y en nosotros.

La penitencia nos reconcilia con el otro y la comunidad. Somos humanos y fallamos; pero podemos recuperar lo perdido, si reconocemos nuestros fallos y nos proponemos corregirlos; así podemos ser agradecidos dando gracias a Dios con nuestro comportamiento por tantos bienes recibidos.

Podemos consagrar nuestras vidas, Comunidad Apostólica y Profética, ofreciendo un servicio solidario a quienes lo necesiten o compartiendo y comunicando vida en Comunidad Familiar; o formando Comunidad de fe cristiana en el Nuevo Pueblo de Dios.

La paz interior es el sello de la presencia divina en cada persona

Y para despedirnos de esta vida, el Ministro sacramental nos unge con el aceite, unción de los enfermos, que nos reanima y nos prepara dándonos paz interior para nuestro encuentro definitivo con el Ser Trascendente, nuestra morada definitiva, que sacia lo que hay de infinito en lo humano: somos un Espíritu Corporal.

¿Cómo sé que Dios está presente? Por la paz interior, que es el sello de su presencia.

Completa la obra de santificación personal, iniciada por la Iglesia, el Discernimiento, que puede ser personal y comunitario, escogiendo siempre lo mejor de entre lo bueno, para beneficio de todos. Así se hace presente el Reino de Dios. La voluntad de Dios es nuestro Norte y el discernimiento es la brújula.

¿QUÉ SENTIDO TIENE CADA SACRAMENTO PARA TI?

 

Regino Martínez S.J.

Sacerdote

El sacerdote Regino Martínez es el coordinador del Servicio Jesuita para los Migrantes Refugiados en Dajabón.

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