La historia suele congelar a Cristóbal Colón en la estampa del “primer viaje” y el grito de “¡Tierra!”; sin embargo, fue en La Española donde su figura mostró todas sus aristas: explorador, fundador, gobernador discutido y, al final, prisionero. Entre Guanahaní y Jamaica caben cuatro travesías y un laboratorio colonial que cambió la isla -Ayiti/Quisqueya- para siempre (Morison, 1942; Moya Pons, 2010; Las Casas, 1552/1992).

1492–1493: Navidad, el primer ensayo:

El primer viaje trajo la emoción y la fragilidad. Tras bordear Cuba, Colón alcanzó la gran isla que llamaría La Española. La noche de Navidad de 1492, la Santa María encalló y, con sus maderas, se levantó el Fuerte Navidad, primer asentamiento castellano en el Nuevo Mundo. Quedaron allí 39 hombres con promesas de oro y alianzas locales. Cuando el Almirante regresó en 1493, encontró ruinas y cadáveres: el puesto había perecido por indisciplina, conflictos internos y choques con taínos (Varela, 1992; Morison, 1942). Aquel amanecer colonial, más que una fundación, fue un espejo roto de expectativas (Dunn & Kelley, 1989).

1493–1496: La Isabela y la política del hambre:

El segundo viaje fue un salto de escala: 17 naves, más de 1,200 personas -soldados, frailes, artesanos, semillas, ganado- y el mandato de colonizar. Colón eligió la costa norte para levantar La Isabela (1494), primera ciudad castellana en América. Fue, también, el primer choque con la realidad tropical: malaria y fiebres, mala logística, cosechas que no arrancaban y oro escaso. La gramática del encuentro cambió: trabajo forzoso, castigos, repartos de mano de obra que preludiaron la encomienda. La tensión con los cacicazgos taínos escaló y, con ella, la disidencia entre los propios colonos. En 1496, exhausto y con una colonia frágil, el Almirante volvió a España con “muestras” y promesas; dejaba detrás hambre, desorden y un territorio que exigía más que brújulas (Morison, 1942; Fernández-Armesto, 1991).

1496–1498: Santo Domingo, la idea de ciudad:

Mientras Colón defendía su proyecto ante los Reyes, Bartolomé Colón impulsó un nuevo asentamiento en la desembocadura del Ozama. Aquella Santo Domingo primigenia (1496) sería reubicada y refundada con traza más estable años después; pero la idea clave ya estaba: una ciudad-puerto para articular gobierno, justicia, culto y comercio, y para proyectar la presencia castellana en el Caribe (Moya Pons, 2010; Fernández-Armesto, 1991). La Española dejaba de ser solo escala: se convertía en centro del sistema.

1498–1500: Suramérica a la vista, La Española en crisis:

En el tercer viaje, Colón intentó una ruta austral y tocó Trinidad, el Golfo de Paria y las aguas del Orinoco, que le sugirieron un continente al sur (Varela, 1992). Su logro geográfico contrastó con el derrumbe político en La Española: motines de colonos por el oro que no llegaba, denuncias de abusos contra indígenas y quejas por el gobierno de los hermanos Colón. La Corona actuó: envió al pesquisidor Francisco de Bobadilla con poderes amplísimos. En 1500, el Almirante y sus hermanos fueron arrestados en la isla y enviados encadenados a España. Isabel ordenó quitarle los grilletes al llegar a la Corte, pero el golpe era irreversible: perdió el gobierno de La Española, aunque conservó títulos honoríficos (Morison, 1942; Fernández-Armesto, 1991).

1502–1504: Prohibido tocar La Española:

Aun así, Colón obtuvo permiso para un cuarto viaje con una condición humillante: no entrar en La Española. Buscaba un estrecho hacia el oriente bordeando Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Veragua (Panamá). La ruta fue un carrusel de tormentas, pérdidas y choques locales; intentó un asentamiento efímero en Veragua, pero el mar le impuso retirada. Dos carabelas se desfondaron en Jamaica y la expedición vivió meses de penuria. El episodio célebre: Colón predijo un eclipse lunar para doblegar la resistencia de los caciques y lograr víveres. El rescate llegó desde La Española; el Almirante volvió a España en 1504, enfermo y sin estrecho (Varela, 1992; Fernández-Armesto, 1991).

Las acciones decisivas en La Española:

Si el primer viaje fue un descubrimiento, La Española fue el campo de pruebas. Aquí se dieron las acciones que marcaron el siglo XVI:

  1. Fundar para permanecer. De Navidad a La Isabela y la semilla de Santo Domingo, Colón y sus allegados pasaron del hito a la estructura: fuerte, villa y ciudad. La Española inauguró el léxico colonial -cabildo, iglesia, almacén, atarazana- y delineó la red logística del Caribe (Morison, 1942; Moya Pons, 2010).
  2. Administrar en turbulencia. La escasez y la presión por resultados empujaron repartimientos y prácticas que, pronto, derivarían en encomiendas, con su caudal de violencia, litigios y discursos críticos; la figura de Colón quedó atrapada entre el gobierno de excepción y el escrutinio regio (Las Casas, 1552/1992; Fernández-Armesto, 1991).
  3. Enfrentar la rendición de cuentas. La intervención de Bobadilla simbolizó el giro de la Corona: de la delegación señorial en el descubridor a una administración más directa, con pesquisas, reemplazos y auditorías. La Española fue el tablero donde se fijaron límites al poder del Almirante y se afinó el control imperial (Morison, 1942).
  4. Imaginar un centro atlántico, con Santo Domingo como nodo, la isla se volvió plataforma de rutas, justicia y comercio. De aquí salieron hombres, bestias, semillas y normas hacia otras islas y Tierra Firme. El Caribe empezó a pensarse en red (Moya Pons, 2010).

El costo humano y la lección histórica:

Nada de esto fue neutro, la quiebra demográfica taína -por epidemias, guerras, trabajo forzoso y disrupción de modos de vida- fue la cara oscura del laboratorio colonial (Las Casas, 1552/1992). La Española nos obliga a contar la historia en plural: épica náutica, sí, pero también hambres, pleitos, resistencias y funerales. Allí se entendió que fundar no es solo plantar cruces y banderas: es producir alimentos, administrar justicia, pactar o reprimir, y convivir con el escrutinio del rey y la mirada del vecino.

Entre 1492 y 1504, Colón pasó de capitán visionario a gobernante sitiado y, por fin, a náufrago ilustre. La Española fue su mejor título y su peor juicio. Aquí prometió, construyó y falló; pero también abrió la puerta a un siglo de transformaciones que convertirían el Caribe en un espacio de poder, comercio y dominación (Fernández-Armesto, 1991). Contarlo desde la isla es mirar al mundo desde su primer centro.

Justo Del Orbe

General retirado

Justo Del Orbe Piña, Gral. ®, Ejercito de República Dominicana, Historiador Militar. Geo-politólogo.

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