La dictadura trujillista había alegrado todas las fiestas tradicionales del país, eventos sociales del régimen, y según hemos leído en fuentes hemerográficas y bibliográficas pertenecientes al Archivo General de la Nación, al hombre de las cinco estrellas y sus cortesanos preferidos eran muy dados al uso del ritmo en sus fiestas privadas, y en las campañas electorales que por necesidad logística debían celebrar ocasionalmente.

El uso propagandístico del merengue en favor de un candidato político inició con la campaña soterrada, luego abierta, en los últimos años de la década del 1920, para proyectar en la sociedad dominicana de esos tiempos, sobre todo, la rural, la figura del coronel Rafael Leonidas Trujillo Molina, jefe del ejército dominicano, durante el gobierno del general Horacio Vasquez.

Diversos historiadores dominicanos compendian en algunas de sus obras la importancia que daba Trujillo al merengue para relacionarse con la sociedad, pero además porque era un guardia parrandero y fiestero. Cuenta el Dr. Mario Read Vittini en su obra “Trujillo de Cerca”, que en sus años de juventud era muy común verlo en compañía de su tío Teodulo Pina Chevalier y un grupo de músicos, bailando y bebiendo en algunos poblados de la provincia de San Cristobal.

Cuentan también testigos de excepción, como Joseito Mateo (relatos contados a periodistas y medios de comunicación) y el Maestro Rafael Solano, que Trujillo eligió para encabezar sus primeras orquestas a los merengueros típicos Toño Abreu y Ñico Lora. Pero además agregó el Diablo Mateo, que el dictador era buen bailador, le gustaba el jaleo, y hacía figuras, o lo que es igual desarrollaba un baile con trazos perfectos y ligeros. Para nada atropellaba el ritmo con la pareja de turno.

El historiador Aliro Paulino afirma y concuerda con Joseito Mateo en que el hombre fuerte de los terribles treinta años de vida política nacional, era un excelente bailador, y lo danzaba a pasito lento.

Tanto el Maestro Solano como Joseito Mateo Citan al compositor y músico vegano Luis Alberti, como la persona que por petición y apoyo del generalísimo, llevó el merengue de las fiestas campesinas a las casas y clubes de la alta sociedad.

Continúa exponiendo el Maestro Solano, que Trujillo motivó a Alberti a tocar merengue diciéndole: aquí no estamos para tocar danza, tócala, pero tócame merengue, que esa es la música dominicana.

Cómo podemos advertir por las reseñas escritas y los testimonios orales emitidos por personalidades que vivieron la evolución y desarrollo orquestal y profesional del merengue en el país, el todopoderoso jefe de la patria nueva, lo cuidaba en exceso ante otros ritmos y preferencias musicales que los arreglistas y directores de orquestas por lo regular tenían previsto en sus presentaciones regulares en clubes de alta sociedad, así como en salones, y retretas de parques y ciudades.

Aunque el merengue se acomodaba perfectamente a su estilo político autocrático, el fin ulterior que el dictador perseguía era que los músicos más preparados del país diseñaran una propuesta creativa bailable, mediante la cual se identificara la sociedad dominicana, más bien el país en toda su extensión.

Ante esa convicción personal del despota, que por extensión de fuerza entendían y aceptaban todos los integrantes de su séquito gerencial, resulta sumamente contraproducente que contando cómo contaba la satrapia al llegar el año 1955, con una de la más compacta, dinámica y profesional infraestructura del espectáculo artístico en el continente, y dentro de ese andamiaje, con la más extraordinaria y formidable plataforma para promover la música auténticamente criolla, recurriera a músicos e intérpretes internacionales para proyectarla más allá de los linderos de la Nación.

Independientemente de la calidad excepcional e indiscutible del Maestro de fama internacional Xavier Cugat, más la indiscutible calidad interpretativa de Vitin Aviles, artistas contratados por el régimen para diseñar, concebir, e interpretar el álbum de merengues “Hay, Que Merengue Baila la Gente “, debemos resaltar también que la concepción estética del merengue en los últimos veinte y cinco (25) de la dictadura, habían estado bajo la impronta creativa de Luis Alberti, Papa Molina, Julio Alberto Hernandez, Antonio Morel, entre otros connotados músicos, arreglistas y compositores.

Visto ese último aspecto, resulta apropiado decir en beneficio de la verdad de los hechos, que el Maestro Cugat independientemente de su versatilidad musical, no podía arreglar con mayor calidad profesional y estética que el Maestro Luis Alberti, el álbum de merengues que los estrategas del gobierno tiránico decidieron hacer para lanzar al mercado internacional la música dominicana.

En ningún sentido tampoco podía el laureado cantante puertorriqueño Vitin Aviles, interpretar mejor que Rafael Martinez, Joseito Mateo, Vinicio Franco, Francis Santana, Rafael Colon, Casandra Damiron, Alberto Beltran, Elenita Santos, las letras y los acordes musicales que ya conocían de rutina, producto de ensayos, bailes, conciertos, fiestas y eventos cotidianos o extraordinarios.

Resulta más que evidente que el general José Arismendy Trujillo Molina (Petan), figura clave de las empresas radiales, televisivas, y de espectáculos artísticos desde el año 1942, dentro del contexto de la dictadura tuvo cierta o total responsabilidad en la idea de contratar a Cugat, para desde su perspectiva, elevar el merengue al máximo nivel de proyección internacional.
Que otra figura de la cofradía íntima del régimen que no fuera Petan, podía imponer ese criterio e influir decididamente en que se hiciera esa especial contratación?

Como parte del contrato a Cugat y su orquesta, se produjo una subcontratación que al parecer fue impuesta por este. Ese acuerdo laboral incluyó como he señalado en las entregas anteriores, a Vitin Aviles como intérprete de ocho (8) temas, de un total de doce (12) que contiene el disco. Los cuatro (4) restantes son instrumentales.
Estimo que el reconocido, admirado y sumamente profesional intérprete de origen puertorriqueño, tuvo que someterse a extensas y constantes sesiones de ensayos para poder ofrecer las tonalidades vocales con cierto parecido a los intérpretes tradicionales del ritmo en el país.

Para nada Cugat y Vitin deben ser vistos con ojerizas por la feligresía artística dominicana. Todo lo contrario. Deben ser vistos como dos artistas de alto nivel profesional que aceptaron un contrato extraordinario. Esa era y sigue siendo la metodología más común en el mundo del espectáculo. Era un negocio más de su profesión. Como talentos excepcionales del área en ese momento, hicieron un trabajo musical que contribuyó a difundir fuera del país nuestra música, y con ella algunos temas que se refieren a costumbres y tradiciones de sociedad dominicana.

Lo que si considero prudente precisar en esta disquisición que he abordado para completar en cinco entregas, son los criterios claves de esta decisión totalmente atípica de la dictadura trujillista en un momento de su evolución política. Alguien con mucho poder en la línea de mando sabía que había metido profundamente la pata con la producción de ese disco. Digo esto porque los temas del álbum jamás han sido escuchados y promovidos en las estaciones radiales nacionales. No aparecen referencias bibliográficas ni hemerográficas posterior a la caída de la dictadura sobre ese álbum tan especial de merengues. Parece que al terminar la Feria de La Paz y Confraternidad del Munfo libre en el mes de diciembre del año 1956, el disco fue sacado del centro de atención mediático. Sin duda alguna, la intención es o era, dejarlo en el olvido, como si nunca existió.

Cómo es prácticamente conocido por un grueso significativo de habitantes del país, la dictadura fue abortada violentamente cinco años después de la señalada feria, tiempo durante el cual la producción musical al parecer, no se difundió en el país. Deduzco y le doy crédito a ese punto de vista, pues si se hubiera hecho quedarían de musico a musico, de estación radial a estaciones radiales, en periódicos y revistas, algunas reminiscencias del álbum especial de merengues que para la Feria de La Paz y la Confraternidad del Mundo Libre, se produjo, grabó y difundió con los recursos económicos del Pueblo Dominicano en 1955.

Lamentablemente, nadie habla por ninguna vía de los antecedentes históricos del disco de larga duración “Hay, Que Merengue Baila la Gente “ que Xavier Cugat produjo para el gobierno dominicano en la mitad del siglo XX. De manera accidental, pero muy favorable para todos nosotros, lo encontré revisando datos de nuestra historia reciente. Ustedes pueden escuchar igual que yo, si así lo desean, los doce temas (12) del disco ingresando a Wikipedia, señalen a Xavier Cugat, y lo encontrarán.

En la entrega No. 5 y última de esta serie, les comentaré sobre los mejores y más populares intérpretes de merengues dentro de la dictadura, y estableceremos consideraciones sobre la exclusión de estos de esa obra artística, Patrimonio del Pueblo Dominicano.

Agustín Cortés

Cineasta

Agustín Cortés Robles, nace en Santo Domingo, Capital de la República Dominicana el 23 de julio de 1957. Se graduó de Cineasta el 28 de octubre de 1983 en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, formando parte de la primera promoción universitaria de cineastas del país. Posee una maestría y una especialidad en Educación Superior (2003-2005) de la misma Alma Mater. Es miembro fundador del Colectivo Cultural ¨Generación 80¨ del país. Ocupó la Dirección de la Escuela de Cine, Televisión y Fotografía de la Facultad de Artes (UASD), durante dos periodos: 2008-2011 y 2011-2014. En esa unidad docente, además de Director, fue coordinador de las cátedras Teoría e Investigación Cinematográfica y Técnica Cinematográfica. Actualmente es profesor jubilado de la indicada Institución de Educación Superior.

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