Las asignaturas
La asignatura es una propuesta de trabajo para conducir a un grupo de alumnos al logro de unos objetivos de aprendizaje, que envuelve la elaboración de estructuras o esquemas de pensamiento, el manejo de estrategias y la generación de actitudes. Todo ello en el marco del salón de clases y en algunos casos fuera del mismo, bajo la orientación de un guía.
En el trabajo con una asignatura, es indispensable que el docente maneje adecuadamente las estrategias pertinentes para que se alcance el punto donde el alumno, de manera independiente, opere procedimientos de investigación, de forma autónoma, hasta el grado de elaborar creativamente una estructura cognitiva referente a la asignatura. Las materias de estudio no se dan, como decir, voy a dar esta disciplina, sino que se construyen.
Decimos que una disciplina se elabora cuando el educando toma conciencia de cuáles métodos debe aplicar para lograr las relaciones mentales o conexiones conceptuales que expresen en qué grado se han ido alcanzando los objetivos de aprendizaje. La materia se elabora de manera individual y colectiva; es un proceso de producción en el marco del aula. Como bien afirma el MINERD, “En general, se entiende que el conocimiento no es una copia de la realidad, sino una construcción humana” (MINERD, Bases de la revisión y actualización curricular, 20216).
Es bueno que se entienda que en el programa de una disciplina a construir hay unas aspiraciones de aprendizaje ideales, pero la consumación concreta del desarrollo de cada alumno y del colectivo es un hecho concreto. No existe en la realidad una homogeneidad en la evolución de todos los alumnos. Más bien es el docente, a partir de unos criterios de evaluación, quien determina el cumplimiento de los objetivos en cada uno. Es la labor evaluativa quien establece puntos de igualdad.
La tarea de crear la asignatura responde a múltiples factores, que en muchas ocasiones desbordan los elementos considerados previamente en los planes de clase, hasta tal punto que la articulación de ideas puede resultar tan rica en un intercambio docente-educandos, que el producto alcanzado supere en riqueza cognitiva a aquellos esperados. Por ello, las reflexiones hipotéticas de los profesores no son más que guías, que bajo ningún concepto pueden afectar la creación de nuevos pensamientos. Los planes no deben ser camisas de fuerza que lesionen la producción de conocimientos de los estudiantes.
Las competencias y los proyectos
En la labor de fabricación cognitiva de una disciplina en particular se manejan y progresan las competencias humanas. El alumno debe desarrollar conciencia ética, saber comunicarse de manera efectiva, aplicar diversos procedimientos de investigación, avanzar en su conocimiento ciudadano, utilizar adecuadamente los recursos digitales, entre otras destrezas, asunto que requiere de una dirección pedagógica certera.
Las competencias son las habilidades, destrezas y actitudes que los alumnos deben desarrollar al momento de manejar las estrategias de investigación en camino al fomento de la inventiva intelectual. La tarea de abarcar dimensiones de la persona, su mayor o menor grado de incidencia en la vida de los sujetos y en su rol social, se encuentra sostenida por una determinada filosofía educativa. Ya en un trabajo anterior hemos explicado este punto (Las competencias: educación utilitarista).
El proyecto es un plan de mayor magnitud. Requiere articular los conocimientos de diversas asignaturas en un proceso de investigación sobre problemáticas de la realidad, donde predominen situaciones conflictivas que llaman una solución.
Tienen como base de sustentación las ideas de John Dewey y William Heard Kilpatrick, aportes que tuvieron una influencia muy significativa en la educación norteamericana. Para Dewey, reunir a los alumnos para resolver problemas de la vida era un acto democrático, y ponía en claro que ante cualquier conflicto existían cinco etapas del acto de pensar, comenzando por la identificación de una necesidad sentida, las cuales eran vitales para que el alumno reconstruyera la experiencia y se produjese una mejoría permanente.
La articulación de las asignaturas, las competencias y los proyectos
Esto manda de escuelas vivas, dinámicas, donde el trabajo en equipo, el debate, sean parte vital de su existencia como centro escolar. La labor de construcción de asignaturas, las competencias y la labor de proyectos no tienen cabida en escuelas autocráticas. El despotismo escolar es enemigo del desarrollo del pensamiento crítico y ético.
En primer lugar, dar el paso de una educación tradicional a una cuyo fin es el desarrollo de competencias humanas supone una revolución. Los cambios deben producirse primero en los docentes. El centro escolar debe elaborar un proyecto de formación por competencias, asumiendo determinada filosofía, donde participen todos los miembros de la comunidad educativa.
La única manera de lograr que todos los docentes, alumnos, empleados y padres asimilen un proyecto de esta magnitud es investigando, trabajando todos en equipo y consensuando ideas sobre el mismo. En este tipo de plan, los directivos de las escuelas y los docentes constituyen sujetos educativos vitales para que el trabajo instructivo se desarrolle de manera óptima, acorde a los fines establecidos.
La práctica de desarrollo académico realizado por la propia institución escolar alcanza varios objetivos. Primero, el centro escolar se prueba como ente autónomo, demostrando competencias institucionales orgánicas. En segundo lugar, los docentes cumplen con su labor de aportar a la organización de la escuela y, en esa medida, con las investigaciones y debates se van transformando a sí mismos. Las escuelas competentes, productivas, son las únicas que pueden echar hacia adelante una iniciativa de enseñanza por competencias; no existe otra manera.
La comunidad educativa es competente, porque genera docentes capaces de conducir procesos de transformación institucional, los cuales aseguran la calidad de los aprendizajes con los alumnos. En la escuela como comunidad, el docente no se ve como un simple empleado. Él tiene voz y voto, y puede ser considerado para cualquier posición. Tanto a los educadores como a los alumnos, empleados y padres se les conceden unos derechos de participación.
El crecimiento orgánico de los centros educativos y su actividad como verdaderas comunidades de desarrollo es lo que asegura la elaboración de grandes proyectos de cambios. Cada escuela debe tener la libertad necesaria para crecer. Su evolución no tiene límites; su avance puede ser de tal grado que fuerce cambios en el propio sistema al que pertenece. La única manera efectiva de formar sistemáticamente a los docentes es con una comunidad que ha roto la rutina, dinámica, creativa, donde sus integrantes se reúnen de manera permanente para dialogar o debatir sobre temas o problemas comunes.
Conseguidas estas condiciones con un proyecto relativo a las competencias en ejecución, el centro en su trayecto de progreso puede dar el salto hacia la educación de proyectos. La educación de proyectos se alcanza realizando cambios en la organización basada en la enseñanza por asignaturas. El calendario verticalizado se enriquece con actividades que se cruzan en la semana de manera horizontal. Varios días destinados a reunir alumnos de diversos cursos y grados para trabajar en un proyecto de solución de un problema de la escuela o comunidad.
En esa intención educativa, la investigación es su columna vertebral. Ya en esta fase del ascenso académico de la escuela debe plasmarse una ejecución elevada de las competencias, los métodos y las técnicas que han tenido una larga existencia en el trabajo instructivo anterior.
Aquí es posible integrar alumnos de diversos grados en el empeño de buscar soluciones a temas problemas. La cima del manejo de las competencias desarrolladas en los procesos de instrucción la vemos aquí, así como la aplicación creativa de los conocimientos disciplinarios, procedimentales y éticos.
Con la labor de los proyectos, los centros educativos tienen la oportunidad de consumar uno de los objetivos supremos de todo el sistema educativo, que lo es la relación con la comunidad que rodea a la escuela. El esfuerzo de un conjunto de centros educativos laborando temas del barrio o sectoriales se conjuga con una práctica cívica constructiva, capaz de hacer posible una relación escuela-comunidad con resultados supremos en beneficio de la educación y la sociedad nunca presenciados.
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