Si le ponemos caso a todo el que exagera nuestro bienestar, tanto desde dentro como de afuera, nos nacen dos signos de interrogación que terminan ahogándonos, estemos o no dentro del agua; pero como somos una isla, siempre estamos dentro del agua.
Cuando preguntan por qué los dominicanos somos tan “felices”, me armo de un pico y una pala y me la introduzco por los ojos en busca de las lágrimas extraviadas que niegan tal aseveración. En las últimas décadas he oído tanto esa afirmación que terminé soñándola y por eso he terminado creyéndola al despertar. ¿En verdad estoy despierto? Pienso que somos más optimistas desde el 1978 para acá, que empezamos a manejar esa palabra como el papel de baño.
El dominicano aprendió y se enganchó a ese optimismo banal que se habla mejor que lo que se siente y hasta se vive de predicarlo; eso es lo que se llama optimismo del primer nivel. Una capa de optimismo nos la proporcionó la emigración a los Estados Unidos, en masa ascendente hasta los otros días con aquellos que se iban por la vuelta por el río Bravo (no sé por qué tiene ese nombre; los emigrantes lo domesticaron con túneles y mil estrategias para pasar a la tierra prometida).
Pensar esta isla; si digo media isla, se pierde el equilibrio y una de las dos partes se va a hundir, si no es que ya está hundida.
La búsqueda del bienestar, con el cuchillo en la boca o no, nos ha hecho tener más fe en Dios y en que el fin está cerca; al “doblar la esquina”, la que nos imaginamos con nuestro afán de ver las cosas como nos conviene y no como que le conviene a la “realidad”.
Ya no sé qué pensar y no quiero pensar. Pensar llega a convertirse en la pesa que se amarra con un nudo al hilo de nailon para llegar al fondo, que es donde los peces grandes andan en el río.
Divaga, divaga, hombre de mis sueños, que algún puerto perdido encontrarás en esa ignota niebla color azul del divagar. La forma más real del divagar son las bancas donde el viejito o la viejita con los veinticinco pesos a mano juega el palé. “Nada más estoy esperando los papeles”, dice quien está cargado de sueño de echar pa lante; “De allá vengo para o” y… refiriéndose a Estados Unidos de Norteamérica. ¡Cuántas frases que quedaron como globos que estallaron en el aire!
Pensar esta isla; si digo media isla, se pierde el equilibrio y una de las dos partes se va a hundir, si no es que ya está hundida. Pensar esta isla como la sonrisa que no ha parido la cara, cómo se entiende estar bien, cómo se entiende la salud mental, cómo se baila un merengue, una bachata, la democracia y con cuál de los sentidos, de los seis, este sol tropical, de temporada ciclónica; como este divagar que podría ser infinito si no creyera que, en lo breve, si no está la felicidad, está cerca, cuando nos referimos a conseguir las cosas con el mínimo esfuerzo, hasta cuando oramos al Creador.
Compartir esta nota