El diagnóstico de Odalís G. Pérez en su lúcido artículo, sobre la emergencia de una "Poética sin fronteras" y la insubordinación de las imágenes ante la preceptiva, encuentra su eco más resonante y sintomático en el cine a partir de la bisagra del siglo XXI. El séptimo arte, en su calidad de arte industrial y espejo de masas, se ha convertido en el laboratorio experimental donde la hibridación no es ya una audacia, sino la propia condición de su existencia.

  1. El Derrumbe Epistemológico y la Exigencia de Hibridación

La modernidad se erigió sobre la promesa de la autonomía y la pureza formal, donde cada género —en pintura, literatura o cine— era un compartimento estanco con sus reglas internas, su público y su horizonte de expectativas. La crítica de arte de esa era, como la definió Carl Einstein, se afanaba en "atrapar con palabras la totalidad de lo visible," pero lo hacía bajo la égida de clasificaciones que, aunque siempre discutibles, ofrecían un armazón conceptual.

El advenimiento de la Posmodernidad trajo consigo la crisis de las metanarrativas (Lyotard), socavando la fe en los grandes sistemas explicativos. Si la historia ya no avanza hacia un fin preestablecido, ¿cómo podría el arte seguir la pureza de un canon formal? La respuesta, como apunta Pérez, es la necesidad de una nueva pedagogía de las imágenesque responda a una realidad donde el sujeto es un consumidor-ciudadano inmerso en una cultura híbrida, un concepto magistralmente desarrollado por Néstor García Canclini. En este contexto de mediaciones y massmediaciones, las fronteras entre lo culto, lo popular y lo masivo se vuelven porosas, creando una demanda por obras que operen como verdaderos palimpsestos culturales.

El cine post-2000 es la manifestación más palpable de esta lógica. Ya no se trata de una "mezcla" irónica al estilo de la década de 1990 (como el western vampírico o el thriller cómico), sino de una fusión semántica donde los géneros son utilizados como capas que se solapan para construir una tesis compleja. La rigidez de la clasificación, que solía ser un criterio de evaluación formal, se ha rendido ante la urgencia de la intersección.

  1. El Cine Post-2000: La Mutación de las Categorías Formales

La gran mutación cinematográfica del siglo XXI es que el género ha dejado de ser una receta formal para convertirse en un vehículo alegórico o filosófico. El cine ya no se pregunta cómo contar una historia, sino qué otras historias puede contar al mismo tiempo.

  1. El Terror como Tesis Sociológica: El "Horror Elevado"

El género de terror tradicional, confinado a la descarga emocional y el escapismo, ha sido quizás el más radicalmente reconfigurado. A partir de los 2000, y con fuerza en la última década, surge el llamado "Horror Elevado" o "Post-Horror".

Películas como Get Out (2017) de Jordan Peele, por ejemplo, utilizan la arquitectura del thriller de terror corporal y el suspense psicológico para hacer una crítica punzante y compleja sobre el racismo estructural y la apropiación cultural en la sociedad estadounidense. El monstruo no es sobrenatural, sino social; la amenaza no es el fantasma, sino la ideología. Del mismo modo, filmes como Hereditary (2018) o The Babadook (2014) inyectan dosis masivas de drama psicológico y estudio de carácter en el esqueleto del horror, logrando que el grito no sea un fin en sí mismo, sino la culminación de un trauma psíquico y familiar profundamente elaborado. El terror se convierte en metáfora existencial, trascendiendo su propia frontera genérica para dialogar con el drama de autor.

  1. La Ficción Especulativa y la Imagen-Tiempo

La ciencia ficción, que históricamente ha luchado por equilibrar el espectáculo tecnológico con la reflexión profunda, ha abrazado la hibridación como un medio para alcanzar un nivel de meditación filosófica y lírica. El foco ha pasado del cómo se viaja en el tiempo o se crean replicantes, al por qué y qué implica para la condición humana.

Aquí es esencial traer a colación las reflexiones de Gilles Deleuze. El cine, en su tránsito de la modernidad a la contemporaneidad, se desplaza de la imagen-movimiento (la acción pura, la causalidad lineal del Hollywood clásico) a la imagen-tiempo (la reflexión, la ruptura temporal, la contemplación). Películas como Arrival (2016) de Denis Villeneuve o Ex Machina (2015) son ejemplos canónicos.

Arrival utiliza la premisa de la invasión alienígena (ciencia ficción) como un pretexto estructural para desatar un drama íntimo y una meditación lingüística y temporal que culmina en una emoción casi poética. El género especulativo se contamina del melodrama y la filosofía del lenguaje. La máquina o el extraterrestre no son el fin, sino la excusa formal para que el espectador contemple la naturaleza de la comunicación, la memoria y el destino.

  1. La Deconstrucción Genérica del Superhéroe

Incluso el género más industrializado y normativo, el cine de superhéroes, ha tenido que someterse a la lógica de la hibridación para mantener su relevancia cultural. La épica simple de la lucha del bien contra el mal ya no es suficiente.

Franquicias post-2000, notablemente con el trabajo de Christopher Nolan (The Dark Knight), infundieron al cine de superhéroes elementos del neo-noir y el thriller criminal con una capa de drama shakesperiano sobre la moralidad. El héroe ya no es un ícono de la pureza, sino una figura fracturada y solitaria, sumergida en un entorno urbano que se siente tan corrupto y real como el de un film noir de los años cuarenta. Esta disolución ha creado subgéneros donde el tono dramático y la ambigüedad moral (antes reservados al cine de arte) se vuelven la norma, demostrando que la demanda por complejidad psicológica ha trascendido las fronteras de la crítica académica para instalarse en el gusto masivo.

III. El Crítico Ante el Palimpsesto Cinematográfico

Ante esta realidad de destrucción preceptiva —donde, como señalaba Andrea Fraser sobre la crítica de arte, la obra se define por su contexto específico y su audiencia, destruyendo la vieja universalidad—, ¿cuál es la tarea del historiador y crítico?

Nuestra función ha mutado radicalmente. Ya no somos custodios de las categorías formales. Somos, por necesidad, arqueólogos de la imagen.

Debemos aprender a leer la imagen cinematográfica del siglo XXI como un palimpsesto, un pergamino donde las capas genéricas anteriores (la comedia, el terror, la acción) se transparentan, pero han sido reescritas por una nueva tinta: la urgencia contemporánea por la crítica social, la alegoría política y la meditación existencial.

La tarea es proponer una metacrítica que aborde la condición hipermedial y la economía política de las imágenes. Debemos discernir si esta hibridación es una genuina liberación creativa—una demostración de que la semiosfera artística es infinitamente traductible—o si, por el contrario, es la última artimaña de la industria.

Aquí reside el doble filo y el peligro que mencionaba. La hibridación, impulsada por los algoritmos de las plataformas de streaming, corre el riesgo de generar una estandarización posgenérica. Si todo es una mezcla, ¿acaso nada es ya distintivo? Si el sistema de recomendación sugiere "si te gustó el drama con toques de fantasía, prueba este thriller con toques de musical", la hibridación podría pasar de ser un gesto artístico de ruptura a una fórmula industrial para asegurar la permanencia del espectador. El espíritu de la "Poética sin fronteras" podría ser cooptado por una lógica algorítmica.

El gran desafío del crítico en esta era es hacer lisible lo visible—el objetivo eterno de nuestra disciplina—en un territorio donde lo visible es un flujo incesante de imágenes contaminadas y reescritas. La verdad estética hoy no reside en la pureza del género, sino en la intensidad y la relevancia con que las capas hibridadas logran interpelar la fragmentación de nuestro mundo. La disolución genérica es, en última instancia, la única forma que el arte tiene de ser fiel a la complejidad de nuestro presente.

Conclusión

La destrucción de los géneros, esa "poética sin fronteras" que nació en las artes visuales y la literatura como síntoma de la Posmodernidad, ha encontrado en el cine de los años 2000 su campo de batalla definitivo. El cine híbrido no es una moda, sino un imperativo estético que refleja la realidad cultural de la globalización, donde la multiplicidad y la contaminación son la norma.

La función de la crítica, por lo tanto, es despojarse de la nostalgia por la clasificación y abrazar el análisis de la contaminación y la intersección. Al igual que el arte visual dominicano tuvo que romper con las academias para encontrar su modernidad, el cine global ha roto con los géneros para encontrar su voz contemporánea. En este emocionante y caótico panorama de la imagen palimpsesto, nuestra tarea es seguir estimulando la reflexión, buscando la estructura y el sentido en medio de la aparente anarquía.

Gustavo A. Ricart

Cineasta y gestor cultural

Soy cineasta, gestor cultural y crítico en formación. Desarrolló mi carrera entre la creación audiovisual y el pensamiento crítico, combinando la práctica artística con estudios universitarios en Historia y Crítica del Arte. Actualmente cursa una maestría en Gestión Cultural, con el firme propósito de contribuir a la vida pública desde la reflexión estética y el análisis sociocultural. En paralelo, colabora activamente en proyectos que buscan descentralizar el acceso a la cultura y revalorizar nuestro patrimonio.

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