“Toda historia es construcción. El futuro es, igual que el pasado, una construcción de aquellos que se deciden a vivir de una manera, de una forma determinada” Frank Moya Pons.
Hace unos días contesté una pregunta que me hicieron en las redes sobre qué debería hacer el gobierno dominicano con respecto a Haití y lo hice resumiendo varias de las propuestas que la gente experta en el tema ha hecho por años. Para mi sorpresa, la propuesta que más reacciones negativas generó fue cuando planteé que nos ayudaría mucho aprender más sobre la historia de Haití. Esta idea no es nueva porque hay organizaciones en ambos lados de la isla que por décadas han buscado mejorar la relación entre ambos países llevando a cabo intercambios, tours educativos, programas de enseñanza del creole y del español respectivamente, entre otros, y hay toda una tradición de colaboración entre intelectuales de ambos países que tuvo su época de oro cuando coincidían en el México de los años ‘70. Después me di cuenta de que estas reacciones no deberían haberme sorprendido porque, por lo menos en parte, ese tipo de comentarios indica que mucha gente entiende el poder inmenso del conocimiento y de las ideas; incluso quienes pretendían minimizar el tema diciendo que quiero resolver los problemas “con retórica”.
Con la arrogancia que a menudo caracteriza a la gente de los países con más poder en la forma en que se relacionan con otros menos poderosos, varias personas contestaron que no tenemos por qué aprender sobre Haití. Ese tipo de respuesta es bastante común en nuestro patio porque en República Dominicana se nos ha condicionado tanto a ver Haití como un problema y a sus nacionales como seres inferiores que hay gente que realmente se cree ese mito y, peor aún, cree que por eso podemos hacer lo que nos dé la gana. Las mismas personas que me argumentaban ofendidas que no es cierto que en nuestro país hay antihaitianismo procedían (¡hasta en la misma oración!) a “explicar” que el problema es que las y los haitianos “son haraganes”, “no tienen visión”, “tienen la culpa de sus problemas” y muchos insultos más a las personas haitianas (y a mi persona) que no voy a repetir aquí.
Esa sensación de superioridad y de querer resolver los problemas entre República Dominicana y Haití tapando el sol con un dedo no nos lleva a ninguna parte. Y es cierto que esta tendencia a solo destacar la historia que nos conviene no es algo que hacemos únicamente en RD. Muchos países tienen esta costumbre de barrer lo terrible que han hecho bajo la alfombra. En nuestro caso lo hacemos, por ejemplo, con la matanza de personas haitianas y dominicanas de origen haitiano de 1937 que casualmente nadie recuerda cuando hablamos de la relación entre ambos países para solo enfocarse en la ocupación haitiana. (Y esa ocupación se utiliza para justificar el rechazo a Haití, un argumento que nunca utilizamos con respecto a Estados Unidos que invadió nuestro país dos veces en el siglo XX ni con España de la que nos liberamos en la guerra de independencia definitiva que fue la Guerra de la Restauración).
Sin embargo, eso no cambia el hecho de que República Dominicana es el único país que comparte la isla con Haití. Y seguir aferrados a esas ideas distorsionadas nos lleva a implementar las mismas supuestas “soluciones” basadas en la fuerza. Usar la represión como se está haciendo ahora con las deportaciones masivas le gusta a mucha gente porque da la impresión de que se está haciendo algo y se está “defendiendo el honor de la patria” cuando en realidad estamos poniendo curitas en una hemorragia y de paso ignorando las causas del sangrado. Por eso quise ampliar esta idea de lo mucho que nos puede beneficiar aprender más sobre Haití que obviamente es solo una entre varias políticas basadas en ideas nuevas que necesitamos considerar. Aquí les presento algunos de esos hechos.
- La Revolución Haitiana fue un acontecimiento y referencia mundial en la lucha por la libertad
La Revolución Haitiana llevó a la independencia de Haití en 1804, mucho antes que lograran lo mismo la gran mayoría de las colonias del mundo y triunfando contra el ejército de Napoleón, el más poderoso de la época. Así nace la primera república negra de la historia, siguiendo los mismos ideales de la Revolución Francesa pero esta vez aplicados también a las personas de color, no solo las blancas europeas como había sido el caso en Francia. Precisamente por el peligro que representaba este ejemplo es que mucha gente minimiza la importancia de la Revolución Haitiana y mucho de lo que conocemos enfatiza lo violenta que fue cuando esa es una característica de todas las revoluciones. De hecho, mucho de lo que se recoge en la historia oficial se basa en las crónicas de dueños de esclavos o sus familiares que tuvieron que escapar de Haití y que presentaban a las y los exesclavos como “salvajes” sin referirse a lo salvaje e inhumano que fue el régimen esclavista del que se liberaron y del que esos dueños se beneficiaron.
- Los revolucionarios haitianos apoyaron a otros pueblos a conseguir su independencia y abolieron la esclavitud en lo que es hoy la República Dominicana
Alexandre Pétion, el primer presidente de Haití, apoyó a Bolívar con soldados, armas, municiones y hasta con una imprenta. El apoyo de Haití fue tan extenso que el propio Bolívar dijo después que: “¡Gracias al pueblo de Haití mis compatriotas serán nuevamente libres!”. Lo único que Pétion exigió a cambio fue que se liberara a todas las personas africanas e indígenas esclavizadas y su apoyo no se limitó a Bolívar sino que también había apoyado a Francisco de Miranda, precursor de la emancipación de Venezuela, y luego a varios de los aliados de Bolívar y al argentino Manuel Dorrego. Incluso durante la ocupación del lado Este de la isla (lo que es hoy República Dominicana) uno de los principales cambios establecidos por el gobierno haitiano fue la abolición de la esclavitud y casi al final de ese período (en 1843), Duarte y sus seguidores colaboraron con liberales haitianos para derrocar a Boyer en una conspiración que abarcó toda la isla e incluyó después la separación nuestra de Haití.
- Haití fue castigado por las grandes potencias y vive las consecuencias de ese castigo todavía hoy
Otro hecho histórico que la mayoría de la población dominicana desconoce y que desafía los prejuicios que mucha gente tiene sobre Haití es el hecho de que las grandes potencias, incluyendo los EEUU, castigaron a nuestro vecino dejando de reconocer su independencia para evitar que personas esclavizadas en otros lugares siguieran su ejemplo. También Francia obligó a Haití a pagar el equivalente a 560 millones de dólares de ahora para finalmente reconocer su independencia “compensando” a Francia por la “mercancía” que perdió con la liberación de los seres humanos que había esclavizado. Una serie del prestigioso New York Times en base a entrevistas con personas expertas y múltiples documentos históricos concluyó que, de no haber sido obligado a pagar esa deuda impuesta militarmente, Haití habría contado con entre 21 mil y 115 mil de millones de dólares adicionales en su economía en los últimos dos siglos.
- La historia (y la política) dominicana incluye varios mitos anti-haitianos
Como han destacado intelectuales como Quisqueya Lora y Lorgia García Peña, desde el siglo XIX las élites dominicanas han fomentado una imagen distorsionada de Haití. Por ejemplo, el terrible caso de las Vírgenes de Galindo (las niñas Águeda, Ana Francisca y Marcela Andújar) que fueron violadas y asesinadas junto con su padre Andrés Andújar en Galindo se ha presentado en diferentes textos de reconocidos intelectuales dominicanos como la obra de militares haitianos. Estos textos incluyen libros influyentes y utilizados en la educación dominicana como Compendio de la historia de Santo Domingo de José Gabriel García y Cosas Añejas de César Nicolás Penson. Sin embargo, los criminales apresados (Manuel de la Cruz, Alexandro Gómez y Pedro Covial o Cobial) eran todos del lado hoy dominicano como se confirmó en el proceso y la sentencia en su contra y en el hecho de que el mismo Penson admitió en su momento que la historia de que habían sido militares haitianos fue “una interpretación popular”.
Mantener viva la memoria de la presencia haitiana en nuestro país se convirtió en lo que el historiador Frank Moya Pons llama el “antihaitianismo de Estado” utilizando “la memoria colectiva, de los temores de la guerra y de los horrores de las matanzas de principios de siglo, y convirtió́ esa memoria en material de propaganda de guerra para sostener vivo el espíritu bélico dominicano”. De manera similar en la historia más reciente, la extrema derecha todavía hoy repite sin evidencia alguna el mito de que hay un plan de las grandes potencias de unificar ambas naciones. Por el contrario, como decía recientemente el historiador Bernardo Vega: “La tesis sobre un supuesto plan de unificación proveniente de países industrializados se mantiene hoy día, aunque no existe ninguna prueba al respecto, excepto esa falsa tesis por parte de Balaguer para combatir la candidatura de Peña Gómez en los años noventa.”
Si realmente queremos tener una inmigración regulada, expandir las exportaciones a Haití (es nuestro tercer mercado de exportación), crear otras oportunidades de colaboración y una relación armónica entre ambos países necesitamos dejar de hacer lo que siempre hemos hecho. Necesitamos dejar de ignorar y maltratar a quienes nos exigen respetar los derechos y la dignidad de las personas haitianas y de sus descendientes y finalmente implementar nuevas políticas con nuevas ideas. La fuerza y la represión las hemos utilizado por décadas y nunca han dado resultado. Para eso no hay que irse al otro extremo de idealizar a Haití ni desconocer que sigue siendo el país más pobre del continente. Pero sí necesitamos recordar que todo lo que afecta a Haití, incluyendo el recrudecimiento de la violencia por parte de las bandas en este momento, nos afecta también en RD por el hecho de que compartimos la misma isla. Atrevámonos a intentar algo nuevo y que respete la humanidad no solo de las personas que vienen de Haití y de sus descendientes dominicanos/as sino también la nuestra.