Los residuos plásticos de la Unión Europea están llegando a Indonesia ocultos en cargamentos destinados a sus fábricas de papel. El plástico no reciclable termina en vertederos, ríos o es incinerado, contaminando el medio ambiente y poniendo en peligro la salud de comunidades vulnerables.
Para Bukhori Bukhori, el vertedero de Gedangrowo es una mina. Una mina de unos 30 por 30 metros de superficie copada de montones de basura tan altos que ocultan los bosques de palmera propios de esta parte de Java Oriental. Por uno de los costados de esta mina pasa una carretera de tierra. Es la que usan los vehículos que alimentan regularmente el vertedero con su valioso producto.
Son camiones provenientes de las mayores plantas de reciclaje de papel de Indonesia y lo que desechan es la basura menos pura, aquella que ni sus modernas máquinas son capaces de procesar.
Normalmente son virutas mezcladas de plástico, cartón y papel pero no es difícil encontrar embalajes enteros escritos en italiano, español, holandés o alemán. Basura made in UE.
"A menudo encuentro dólares estadounidenses, euros, dólares de Singapur o de Malasia", dice con alegría. Pero no es el dinero extranjero lo que le interesa. Bukhori está aquí por el plástico.
En Gedangrowo, como en toda esta región de Java Oriental, la basura plástica es tan común que ha convertido en uno de los combustibles más usados.
Muchos pequeños negocios, como factorías de Tofu o productores de cal, mantienen calientes sus hornos y calderas quemando plástico. Es una fuente de energía eficaz, barata y muy accesible en esta parte del mundo.
Solo tiene pequeño problema: su combustión libera gases y metales pesados altamente contaminantes y tóxicos con potencial para causar cáncer y graves daños al sistema inmunológico de los seres humanos.
El rastro del plástico europeo
En noviembre de 2024, los autores de esta investigación encontraron en Gedangrowo y otros municipios cercanos envases de plástico de agua San Benedetto, vendida en Italia y España, botellas de detergente Svelto de Italia, toallitas húmedas Dutsch comercializadas en Países Bajos y Bélgica, un bote de loción solar española Delial, un envoltorio de verduras secas Minestrone Tradizione Findus etiquetado en italiano y empaques de comida para perros Pedigree, fabricados en Polonia para el mercado de la Unión Europea.
Esta lista no tienen nada de extraordinario. Los activistas indonesios encuentran semanalmente centenares de envases plásticos como estos desde que empezaron a aparecer en 2019.
La legislación vigente en la UE prohíbe las exportaciones de plásticos difíciles de reciclar a países no pertenecientes a la OCDE, incluida Indonesia. Pero los envíos de residuos no peligrosos destinados al reciclaje –conocidos como "residuos verdes"– están sujetos a reglas acordadas entre la UE y el país importador.
En Indonesia, esas reglas estipulan que las balas de papel para reciclar que llegan desde la UE solo pueden contener hasta un 2% de contaminantes. El 98% restante tiene que ser puro papel.
Pero la propia Unión Europea reconoce su incapacidad para controlar el problema y señala directamente a los contrabandistas.
En un informe oficial de su órgano ejecutivo, la Comisión Europea, se afirma que "entre el 15 % y el 30 % de los traslados de residuos podrían ser ilegales" y califica el tráfico de desechos como "uno de los crímenes ambientales más graves de la actualidad".
Al ser preguntada directamente sobre la cantidad de basura plástica que está saliendo de Europa mezclada en cargamentos de papel, la oficina de prensa de la Comisión dijo que "no dispone de datos sobre tales niveles promedio de contaminación".
Fred Penning es el extrovertido CEO de CWM International, la empresa contratada por Indonesia para inspeccionar todos los envíos de papel para reciclar que salen de la Europa continental.
Penning asegura que el nivel de contaminación de los envíos que ellos revisan es incluso menor al 2%. “En términos muy simples, las fábricas indonesias solo quieren materia prima. No quieren nuestra basura. Por eso estamos aquí”. Asegura que nada escapa a su ejército de 60 inspectores aunque reconoce que su supervisión se limita a los envíos legales y correctamente clasificados.
“Enviar tu basura a otros países no es reciclaje”
La ingeniera ambiental indonesia Yuyun Ismawati, fundadora de la ONG ambiental Nexus, dice que los dos grandes agujeros por las que el papel reciclable altamente contaminado termina en el sudeste asiático son el fraude y la "clasificación errónea".
Ismawati también cree que el problema es tan grave que se debería cambiar la forma de hablar de él, porque “enviar tu basura a otros países no es reciclaje”.
Quemar plástico para hacer comida
Gran parte de la basura plástica llega a esta región de la isla de Java termina usada como combustible en pequeñas factorías de tofu como la de Dua Bersaudara, en la aldea de Tropodo. El plástico alimenta las calderas que mantienen el agua hirviendo para que el tofu sea cocinado.
En 2019, un informe conjunto de tres organizaciones ambientalistas entre las que se incluye ECOTON confirmó que las dioxinas procedentes de la quema de plástico habían entrado en la cadena alimentaria local.
El estudio científico comprobó que los huevos de gallina recolectados cerca de una de las fábricas de tofu en Tropodo contenían el segundo nivel más alto de dioxinas jamás medido en el continente asiático.
El único nivel superior se detectó en huevos recolectados cerca de Bien Hoa, en Vietnam, una de las zonas más contaminadas con Agente Naranja (un herbicida usado como arma química durante la guerra de Vietnam).
Los estudios epidemiológicos han vinculado la exposición a dioxinas cloradas —como las encontradas en los huevos de Tropodo— con enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, porfiria, endometriosis, menopausia prematura, alteraciones en los niveles de testosterona y hormonas tiroideas, y un sistema inmunológico debilitado, según el informe.
Pero muy poco ha cambiado desde 2019 y el recolector de basura plástica Bukhori lo sabe bien. En los últimos 5 años ha combinado su trabajo en los vertederos con empleos esporádicos en Pabrik Kertas Indonesia, conocida como Pakerin, una de las principales recicladoras de papel del país.
Durante su tiempo en la empresa, ha visto llegar contenedores procedentes de España, Irlanda, Alemania, Reino Unido, Canadá, Malasia, Hong Kong y Singapur, todos altamente contaminados con plástico y otros desechos.
De hecho, durante años la contaminación de los cargamentos eran tan alta que esta factoría permitía a los habitantes de las aldeas cercanas acceder directamente a los contenedores para recoger todo lo que pudieran vender o reciclar.
El testimonio de Bukhori y otro exempleado de una de estas factorías confirman la llegada contenedores cargados con papel para reciclar proveniente de la Unión Europea que superan ampliamente el límite de contaminación de 2% de contaminación que establece la ley.
Las manos que separan el papel del plástico
Apenas son las 9:00 de una sofocante mañana de octubre la aldea de Sumberejo, Java Oriental, pero Muayah, una mujer de 77 años, ya suma horas separando meticulosamente papel y plástico.
Está sentada en el suelo de su patio, rodeada de un mar de basura que su familia le ha comprado a una empresa local. Estos residuos se conocen aquí como "skraps", una mezcla húmeda de pequeños fragmentos de plástico blando, papel y cartón.
Son restos demasiado pequeños y heterogéneos para que las máquinas de reciclaje puedan procesarlas así que la gigantesca factoría Pt. Ekamas Fortuna, situada a pocos metros de la casa de Muyah, vende (mediante un intermediario) estos "skraps" a todas aquellas familias dispuestas a trabajarlas.
La carga completa de un camión pequeño (cinco metros cúbicos aproximadamente) le costó 100.000 rupias indonesias a la familia de Muyah (unos seis euros). Un cargamento que le genera dos meses de trabajo.
La anciana tiene un método preciso y repetitivo, como si trabajara en una cadena de montaje. Sostiene con su mano derecha un puñado de virutas que ha sacado del gran cúmulo de basura que tiene en frente y utiliza su mano izquierda para ir seleccionando los pequeños y amorfos pedazos de cartón que aparta en un montículo menor y atesora a su lado.
El objetivo del proceso es agrandar este último montículo y mantenerlo lo más puro posible porque Muyah lo revenderá al mismo intermediario que reparte los "skraps".
Si todo va bien recibirá unas 760.000 rupias por ello, unos 47 euros. Luego venderá todo el plástico restante a los productores artesanales de cal de su comunidad y recibirá otros tres euros más.
"Mi hija también ayuda. Todos los días son así, hasta la noche", cuenta Muyah entre los gritos de su nieto que juega a dar grandes saltos entre los montículos de basura sin procesar.
El resultado final del negocio es de unos 22 euros mensuales. Mas o menos lo mismo que reciben las cerca de 1.500 familias que en este municipio se dedican al reciclaje de papel y cartón. 22 euros por mes. Ese es el sueldo de Muyah recibe por separar la basura que el mundo envió a su país.
Europa cierra la puerta (y abre una ventana)
"La mala gestión en terceros países de los residuos exportados desde la UE es un fenómeno bien conocido. Aproximadamente la mitad de los residuos exportados tienen como destino países no pertenecientes a la OCDE, los cuales suelen contar con normativas ambientales y de salud pública menos estrictas y, por lo tanto, no toman completamente en cuenta los impactos ambientales y sanitarios del tratamiento de residuos. Es tráfico ilegal de residuos también agrava el problema". Son palabras de la Oficina de Prensa de la Comisión Europea al ser preguntada sobre la situación en Indonesia.
Según la Comisión, estos desafíos se abordan en la nueva normativa de la UE sobre el traslado de residuos, que a partir de 2026 prohibirá todas las exportaciones de desechos plásticos a Indonesia, entre otros países.
A partir de 2027, también se prohibirá la exportación de residuos "de la lista verde", lo que incluye el papel para reciclaje, a países no pertenecientes a la OCDE.
Eso significaría el fin de los envío a la grandes empresas papeleras de indonesia y un durísimo golpe para la industria de reciclaje de Java Oriental. Sin embargo, la UE señala que podrían otorgarse excepciones a países que "cumplan con condiciones ambientales específicas".
Indonesia ya ha presentado quejas ante la Organización Mundial del Comercio, argumentando que sus fábricas de papel podrían verse "significativamente afectadas por esta regulación" y el agregado comercial de esta país en Bruselas, Antonius Budiman, ya está trabajando para garantizar que los residuos de papel de la UE sigan llegando después de la fecha límite de 2027.
La normativa contempla excepciones siempre que el país receptor pueda "demostrar su capacidad para tratar estos residuos de manera ambientalmente responsable".
Al preguntarle directamente por la llegada de basura plástica escondida en los cargamentos de papel para reciclar Budiman responde que ninguna empresa papelera indonesia le ha informado nunca de esa situación. Pero si estas acusaciones son ciertas, dice, hay una pregunta que debe responderse:
"¿Quién tiene la culpa aquí? ¿Es el importador indonesio que compra los cargamentos o los operadores de la UE que envían ese papel contaminado a Indonesia?"
Humo negro y piedra caliza
Puji tiene 41 años y el rostro ennegrecido por el humo. Trabaja en un agujero en el suelo, a unos tres metros de profundidad. Su tarea es mantener ardiendo un horno subterráneo sobre el que se amontona un castillo cilíndrico de piedra caliza que, al alcanzar los 900 grados centígrados se convertirá en polvo de cal.
Es un proceso artesanal que ha sido usado en todo el mundo desde hace siglos. En Europa existen construcciones casi iguales a esta, que datan del siglo I antes de Cristo. Pero hay algo que distingue los hornos de esta parte del mundo de todos los demás: el combustible.
Cada par de minutos Puji llena sus puños de virutas de plástico y las lanza con todas sus fuerzas al interior del horno. Casi inmediatamente una espesa nube negra surge entre el castillo de rocas y se proyecta hacia el cielo de Java.
Algunos ancianos se reúnen a observar la humareda y algunos niños juegan alrededor. Cae la tarde en la aldea de Sumberejo. Muchos otros hornos se encenderán hoy y arderán durante tres noches y tres días, hasta que el polvo de cal esté listo para usar.
El largo viaje del plástico europeo, iniciado a más de 10.000 kilómetros de distancia, terminará hoy aquí. O muy cerca de aquí. En los vertederos como el de Gedangrowo, o quizás en las aguas del cercano río Porong. O en los pulmones de Puji y sus paisanos. En los miles y miles de pulmones que respiran cada segundo en Java Oriental.
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This investigation was developed with the support of Journalismfund Europe.
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