El gobierno del presidente Luis Abinader debe procurar que la manifestación planificada para realizarse en Friusa, en Higüey, NO derive en violencia y, por vía de consecuencia, en un escándalo que afecte la imagen de la República Dominicana como país democrático y respetuoso de los derechos humanos.

Una convocatoria que se planifica para denunciar la presencia de inmigrantes haitianos en el país, como supuestos invasores del territorio nacional, y como supuestos tomadores de decisiones en una barriada donde los haitianos son los que tendrían -según alegan los convocantes- la última palabra.

No es cierto que Friusa sea un dominio de los haitianos, y el gobierno lo sabe. En Friusa viven y conviven amigablemente, sin odios ni diferenciales sustanciales, haitianos trabajadores y empleados y marginados dominicanos, que también aprovechan el dinamismo económico de la zona hotelera para vender sus servicios, que van desde la mano de obra hasta el comercio minorista.

Quienes van a la protesta, de acuerdo con la propaganda que hacen los promotores, no viven en Friusa. Tampoco les importan los ciudadanos dominicanos que allí viven. Van con su racismo, su agitación y su odio a perseguir y acosar a todo aquel que la parezca haitiano, lo que de paso pone en riesgo a los dominicanos negros. Muchos de los que promueven esta actividad han llamado a asistir con armas, lo que indica que la marcha no sería exactamente "pacífica". De entrada, se violentará la tranquilidad y todos los habitantes de Friusa, que verán perturbada su vida habitual.

Algunos de los promotores de la marcha han dicho en los medios de comunicación que invitan a los que deseen marchar en Friusa a ir armados, con pistolas, revólveres, punzones, puñales, machetes, para si encuentran un haitiano “darle para abajo”, es decir: asesinarle.

El Gobierno, como responsable del Estado, no debe permitir, bajo ninguna excusa, que particulares usurpen la delicada misión de las instituciones públicas, de hacer valer las leyes y administrar el uso de la fuerza cuando sea necesario.

El interés de los manifestantes será utilizar la marcha como una excusa para reclamar al gobierno la deportación de más personas haitianas, para reiterar su criterio -falso- de que el país está seriamente afectado por la presencia de haitianos, y que estamos perdiendo la soberanía, que estamos "invadidos".

La seguridad de los haitianos y dominicanos que residen en Friusa, y que trabajan en la zona hotelera o sirven a los turistas de formas diversas, está en duda por la marcha del domingo. La intención es maligna y retorcida, porque parte de un criterio falso, y porque desconoce que la seguridad de la República Dominicana está garantizada por quienes deben ofrecer esa garantía: Las autoridades, por vía del Ministerio de Defensa, de la Policía Nacional, de la Policía Turística o del Ministerio de Interior y Policía.

La marcha del domingo se convierte de ese modo en una conspiración contra la tranquilidad y la seguridad de ciudadanos dominicanos y extranjeros que viven en la zona Este, y que muchos se encuentran en el barrio de Friusa, porque es el lugar donde han encontrado una oportunidad de trabajo.

Se debe dar por sabido que el gobierno, por vía de los organismos de inteligencia y seguridad, por vía del Ministerio de Defensa, habrá puesto en marcha algún operativo para evitar la violencia, la agresión planificada, contra extranjeros y dominicanos, que viven pacífica y pobremente, en ese barrio de Verón.

La soberanía dominicana es la garantía de la tranquilidad y la independencia del país. No es cierto que un grupo pacífico de migrantes, trabajadores, represente ningún atentado contra la República Dominicana.

Lo que sí representa un atentado al turismo, a la estabilidad y el desarrollo de Friusa, es la presencia masiva de personas que acudan en ánimo de provocación. Ellos entienden que allí hay muchos haitianos y se creen con derecho a acosarlos, agredirlos, atemorizarlos. Y eso es ilegal, y ofrece una imagen denigrante de un país que se caracteriza por la receptividad de los extranjeros, por la acogida de los visitantes, y que ha hecho riqueza, reducido la pobreza, y colocado a Punta Cana, Verón, Bávaro y esa región en un elemento esencial del desarrollo y la prosperidad de los dominicanos.