La banca dominicana enfrenta un momento decisivo. En un contexto económico marcado por el aumento sostenido de la morosidad y los préstamos castigados, especialmente en tarjetas de crédito y financiamientos personales, las entidades financieras se ven obligadas a redefinir sus políticas de crédito para proteger su cartera, responder a los nuevos riesgos del entorno y, al mismo tiempo, cumplir con su rol fundamental en la dinamización de la economía.
Según los datos más recientes publicados por la Superintendencia de Bancos, la cartera vencida del sistema financiero alcanzó los RD$39,282 millones al cierre del primer trimestre de 2025, lo que representa un incremento de 49.3 %respecto al mismo período del año anterior. Particularmente preocupante es el caso de las tarjetas de crédito, cuya morosidad alcanzó el 5.7 %, y el crecimiento de las provisiones de los bancos. En este escenario, el sistema enfrenta una realidad incómoda: el modelo de crédito fácil y consumo sostenido por financiamiento empieza a mostrar sus límites estructurales.
En respuesta a esta coyuntura, los bancos han deber deberán reconfigurar sus estrategias de otorgamiento de crédito. En lugar de seguir expandiendo líneas de financiamiento masivo con poco análisis de riesgo, las entidades deberían priorizar perfiles con mayor estabilidad financiera, reforzando sus sistemas de scoring crediticio, y limitando el crédito rotativo a clientes que muestran señales de estrés financiero. Internamente, algunas instituciones ya están revisando políticas de refinanciamiento, limitando el número de productos por cliente, y adoptando esquemas de recuperación anticipada antes de que una deuda entre en mora severa.
La Junta Monetaria, consciente del freno en la demanda interna y la creciente presión sobre los hogares y las empresas, aprobó el pasado 13 de junio un programa de provisión de liquidez por RD$81 mil millones, con el objetivo de crear condiciones más favorables para el crédito y contribuir a la recuperación económica.
El programa incluye tres componentes clave. Primero, la liberación de RD$50 mil millones del encaje legal, equivalente al 2.4 % de los pasivos sujetos a encaje, destinados exclusivamente al financiamiento de sectores productivos como la construcción, la manufactura, la agropecuaria, las exportaciones y las micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES). Estos recursos deberán canalizarse con una tasa de interés no superior al 9 % anual y con plazos de hasta dos años, lo que representa un estímulo significativo en comparación con las tasas actuales del mercado.
Segundo, se autorizó el uso de RD$14 mil millones remanentes de una medida anterior de encaje legal de noviembre de 2024, originalmente destinada al sector vivienda, ahora redirigidos también a sectores productivos bajo las mismas condiciones. Y tercero, se dispuso el aplazamiento por seis meses de RD$17 mil millones correspondientes a facilidades de liquidez rápida (FLR) que vencían entre junio y diciembre de este año. Con esta última medida, se evita que miles de deudores tengan que refinanciarse a tasas más elevadas en un entorno de política monetaria aún restrictiva.
La combinación de estas disposiciones busca reanimar el crédito sin poner en riesgo la estabilidad macroeconómica. Los modelos de proyección del Banco Central indican que la inflación se mantendrá dentro del rango meta de 4 % ± 1 %, lo que permite cierto margen de maniobra para relajar las condiciones monetarias sin poner en peligro el control de precios. En esencia, las autoridades buscan otorgar al sistema financiero el oxígeno necesario para volver a colocar crédito donde más se necesita: en las actividades productivas que generan empleo, inversión y consumo sano.
En ese sentido, se requiere disciplina y criterio. Los bancos no pueden repetir los errores del pasado ni usar la liquidez disponible para ampliar indiscriminadamente las carteras de consumo. La morosidad actual debe leerse como una advertencia del modelo crediticio anterior. Por eso, la reconfiguración del crédito no debe ser solo táctica, sino estratégica. Se requiere priorizar el crédito de calidad, dirigido a sectores con capacidad de repago y potencial económico, evitar la exposición desmedida a perfiles vulnerables, y trabajar de la mano con las mipymes en esquemas preventivos que reduzcan el sobreendeudamiento.
Además, es vital reforzar los programas de educación financiera para los usuarios, fomentar una cultura de ahorro, y construir sistemas más inclusivos, pero sostenibles. El crédito, cuando es bien utilizado, es una herramienta de desarrollo. Cuando se vuelve un instrumento de supervivencia cotidiana, se convierte en un riesgo sistémico.
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La columna “La Banca Dominicana por Dentro”, es desarrollada por Jesús Geraldo Martínez, en el interés de aportar al fortalecimiento del Sistema Financiero Dominicano desde una perspectiva analítica y práctica orientada a la formación de conocimientos y divulgación de informaciones exclusivas de dicho sector. Para contactar con el autor. Email jesusgeraldomartinez@icloud.com, o seguir a @Jesusgeraldomartinez en Instagram
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