Estados Unidos —primera economía y segundo emisor mundial de gases de efecto invernadero después de China— no participa en esta COP: el presidente Donald Trump ha calificado el calentamiento global como “la mayor estafa de la historia”.
Varios líderes, como el francés Emmanuel Macron, han hecho llamados previos a “defender la ciencia frente a la ideología” en el debate climático.
“Esta será una de las COP más decisivas”, resumió Bill Hare, presidente del think tank Climate Analytics, señalando el contexto geopolítico “con Estados Unidos fuera del liderazgo climático”.
Con sabor amazónico
La sesión inaugural estuvo marcada por la cultura local: la ministra de Cultura, Margareth Menezes, interpretó y bailó la canción Emorio, de Gilberto Gil, junto a la veterana cantante Fafá de Belém.
Lula insistió en que la elección de Belém como sede busca que el mundo mire directamente a la Amazonía. Más de 50.000 personas participarán en el evento, a pesar de la falta de infraestructura hotelera y del alza de precios.
“Queremos que los delegados conozcan la realidad de nuestros bosques y de los pueblos que viven aquí”, dijo Lula.
La Amazonía, fundamental para el equilibrio climático del planeta, es también una de las regiones más afectadas por la deforestación y la minería ilegal.
Diplomáticamente, Brasil lleva más de un año preparando esta conferencia, aunque los trabajos logísticos se extendieron hasta último momento: el lunes por la mañana, los operarios aún ajustaban los pabellones.
Hoja de ruta y desafíos
Sobre la mesa están los grandes interrogantes: cómo responder a las alarmantes proyecciones sobre el clima y, sobre todo, cómo financiar la transición ecológica.
“Lamentarse no es una estrategia. Necesitamos soluciones concretas”, dijo Simon Stiell, jefe de la ONU para el Clima.
Los recientes desastres naturales —como el huracán que azotó Jamaica el mes pasado, el más fuerte en casi un siglo— son recordatorios del costo de la inacción.
Lula presentará el martes una “hoja de ruta” para eliminar progresivamente las fuentes fósiles, según adelantó André Corrêa do Lago, presidente de la conferencia.
Este compromiso, anunciado inicialmente en la COP28 de Dubái, enfrenta sin embargo resistencias políticas e intereses económicos vinculados a la industria petrolera.
“¿Lograremos un consenso sobre las energías renovables? Ese es uno de los grandes misterios de la COP30”, admitió Corrêa do Lago.
Un objetivo que se aleja
Desde hace tres décadas, los países miembros de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático negocian para fortalecer el régimen internacional de lucha contra el calentamiento global.
El esfuerzo culminó con el Acuerdo de París (2015), que compromete al mundo a limitar el aumento de la temperatura global a 2 °C —y preferiblemente a 1,5 °C— respecto de los niveles preindustriales.
Sin embargo, el secretario general de la ONU, António Guterres, reconoce que “es casi inevitable” superar el umbral de 1,5 °C, y llama a reducir las emisiones lo más rápido posible para limitar el daño.
“El objetivo de 1,5 °C no es solo un número; es una cuestión de supervivencia”, subrayó Manjeet Dhakal, representante del grupo de países menos desarrollados. “No se trata de una negociación, sino de nuestra existencia”. (Anna PELEGRÍ, Facundo FERNÁNDEZ BARRIO e Ivan COURONNE)
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