"…No hay rosal herido

que teniendo espinas

sólo use  su aroma".

Edgardo Hernández-Mejía

"Voz de medio mundo"

"Mirar en la distancia otros tiempos y cotejarlos con los actuales nos obliga a sentir en el rostro, alma y sentimientos, un dejo de tristeza, frustración y desamparo".

Roberto Marcallé Abreu

"Cambios al parecer irreversibles"

El Día/30/06/2025

La palabra traduce las emociones. Entendemos la tristeza, la alegría, el rencor, la empatía, la ira,  la nobleza; la palabra hace de las cosas ininteligibles, inteligibles. Es por ello, que desde lo más recóndito de la historia y la prehistoria, el ser humano ha intentado, mediante símbolos, expresar lo que siente. Sin embargo, no todos tenemos la capacidad inherente, para que esas expresiones se conviertan en verdaderas y valiosas obras de arte.

Han sido muchos los hacedores de la palabra. Los que han logrado transmitir  los sentimientos humanos por medio de un lenguaje que logre conmover a quien recibe el mensaje. Autores como Shakespeare, Dostoievski, Esquilo, Borges, Kafka, Virginia Woolf, Unamuno, Alfonsina Storni, entre otros, han hecho de su escritura el medio para llevarnos a explorar el complicado mundo de las emociones.

El sufrimiento, tema recurrente  en la literatura universal y muy presente en la literatura bíblica (basta ver los libros  Génesis, Job, los evangelios donde se  narra la pasión y muerte de Jesús, etc.), acompaña al hombre desde  que nace hasta que muere. Los personajes de Roberto Marcallé Abreu sufren y no solo eso,  han de sufrir el sufrimiento sufrido.

Premio Nacional De Literatura 2015, ensayista, novelista, cuentista, politólogo, periodista  economista,   diplomático y uno de los intelectuales más accesibles  de la República Dominicana, nacido en Santo Domingo el 30 de marzo del 1948, aborda el sufrimiento como un estilo de vida en cada uno de los relatos de su antología "Confidencias en torno al oscuro destino de la única mujer fatal", Cuentos reunidos, Ediciones Ferilibro, Dirección General de la Feria del Libro, Santo Domingo, 2012.

Don Roberto, de quien el destacado crítico Giovanni di Prieto, ha dicho: "Es indudable que, como he sostenido en varios lugares, Roberto Marcallé Abreu es el mejor novelista que tenemos en el país". Nos muestra, con la maestría  que lo caracteriza, el infinito panorama del sufrimiento que se puede expresar con el decir. En su cuento, "Anecdotario de la comunidad fantasma" (LAS DOS MUERTES DE JOSÉ INIRIO), 1972, escribe:

"Toqué la puerta. Josefa miró por las persianas para ver quién era. Abrió después." ¿Qué?" preguntó. Tenía un pañuelo amarrado sobre la mata de cabellos castaños y una lanilla de color amarillo en las manos. "No hay trabajo", dije. Me miró asombrada. "¿Cómo que no hay trabajo?" "No fue nadie", respondí. Pienso que, sin razón, yo estaba un poco tembloroso. "Tu deber era esperar"  dijo nuevamente. "Está bueno", respondí. "No me hagas un infierno de la vida", casi le grité, y extrañamente, ella no hizo nada ni contestó tampoco". (Pág. 16)

Aquí  el sufrimiento se va acercando, haciéndose camino entre lo que está pasado en la sociedad del “yo” narrado. La cinematografía del fragmento del relato es impresionante. La frialdad y la falta de entusiasmo van ganando terreno en los personajes actuantes, haciendo que el lector comience a crear imágenes vívidas en su mente:

"Así  pasamos los primeros días. Después todo comenzó a agravarse: la leche se acababa, y los niños lloraban con más frecuencia que antes. Al igual que los alimentos corrientes, aunque, por suerte, Josefa había comprado una cantidad grande de plátanos y arroz que podrían durar algunos días más. Pero, con la progresiva escasez de comida, la preocupación retornó a mí, y retornó con impotente inquietud. ¿Cuánto tiempo duraría aquello? ¿Por qué no acaba de una vez? Y después que pasara, ¿qué sería de nosotros? ¿Volveríamos a nuestro antiguo trabajo o tendríamos que pasar al enorme ejército de los desempleados, de los hambrientos? En otro momento, pensé que además de los monstruosos fantasmas del porvenir, también nuestra propia vida estaba en peligro. ¿No nos matarían los que triunfaran en la contienda, sobre todo si se si se trataba de los no sublevados?".(Pág. 18)

Roberto Marcallé Abreu: Sufrir el sufrimiento sufrido

La duda, la desesperación, la intriga, hacen del sujeto sufrido, un objeto del verbo. La acción ahora está en su cabeza. Las preguntas se transforman en montañas de impotencia y el sufrimiento desnuda toda esperanza de un mejor porvenir.

El encierro entre paredes invisible que se acercan lentamente, nos transmite la sensación  de quedar atrapado en medio de cada una de las oraciones que componen lo narrado. Marcallé explora el alma humana e implora a lo explorado:

"Está en medio de un salón cerrado. Es un lugar oscuro. Hay cinco hombres sentados frente a él y entonces le viene a la memoria aquel juicio en el que se le pidió que hablara más alto. Lo observan con curiosidad. Como si él fuera un animal del zoológico. Dos de ellos están armados con fusiles y él sabe que lo tienen en la mira. También sabe que en ese momento, no puede hacer nada. A todos los Mira de una manera indeclinable. No soy un pendejo, se dice. Pero no se lo cree del todo. Él sabe que tiene miedo. Aun así se mantiene firme y erecto en medio del salón". (Las dos muertes de José Inirio) Pág. 90.

El autor de "Cinco bailadores sobre la tumba caliente del licenciado", en su atrapante narrativa, nos corta la respiración. Si el personaje se horroriza,  nos horrorizamos. Si grita, gritamos. Si muere, seguimos viviendo la muerte misma una y otra vez en nuestras mentes. Somos la versión de su inventiva:

"Seguía llorando. Esta vez a gritos. Los niños habían venido del patio y miraban a sus padres. Lloraban. Fernandino se agarró de la falda de Elsa y la llamaba a gritos. Lucas dio dos pasos. Zarandeó a la mujer por los cabellos, y sintió sus manos descender hasta el cuello de Elsa. Ésta lo miraba horrorizada: Fue el único momento en que luchó. Agarró los brazos tensos de su esposo, trató de soltarse de aquellas garras que le cortaban la respiración, que amenazaban con destrozarle el cuello". Un adiós de fango e incertidumbre (EL MINÚSCULO INFIERNO DEL SEÑOR LUCAS) Pág. 141.

Lo individual del sufrimiento, ahora es colectivo. Lo catártico emerge como una sombra ante el espectador. Nos convertimos en parte y en víctimas del dolor. En ""Monstruos de acero y de cristal en el espectacular viaje de un desaparecido" del libro SÁBADO DE SOL DESPUÉS DE LAS LLUVIAS, el desasosiego invade la lectura y la imaginación se hace palabra:

"No te preocupes y al hablar así expuso un rostro de consuelo que María no pudo ver, tan concentrada estaba en la limpieza del piso de cemento de la casa. Ya verás, dijo Justina, cualquier día se aparece otra vez por aquí, te dará detalles más convincentes de las razones que lo llevaron a tomar esa decisión y todo se resolverá de manera satisfactoria, ¡oh!, María. Estaba sufriendo, pero creía estar avanzando en la tarea de tranquilizarla dentro de sus posibilidades, lo importante era que María no notara los temblores que le provocaba esa flecha invisible clavada en lo más hondo de sí, ese desasosiego, ese presentimiento de tragedias por venir, ocultas en las ocurrencias sin aviso de la existencia". (Pág. 167)

Los sentimientos viajan de un extremo a otro tan rápidamente como la misma acción. El ser humano es así. Y así  nos condena don Roberto:

"-No piensas cambiar de opinión- dijo ella. Pero su voz, en esta ocasión, nada le dijo. En ese momento se percató de que había penetrado lo suficiente en ese corazón y manejaba, ya sin quererlo, sus distintas representaciones. Su errático tránsito desde la ternura la ira. Desde el reproche hasta  las lágrimas. Desde la súbita despedida hasta el amargo desconcierto". Para decir adiós… (YA NO ESTAN ESTOS TEMPOS PARA TRÁGICOS FINALES DE HISTORIAS DE AMOR) Pág. 266

Los personaje de este multipremiado escritor, habitan una realidad que traspasa la ficción. Lo cotidiano aquí  es un mundo fantástico que no lo es. Las calles, los barrios, los nombres de cada miembro de la comunidad son tan reales como las historias narradas, pero con la ficción necesaria para no serlo.

"¿Qué  sería  de él? Sus ojos se lo llenaron de lágrimas. Era lo que ocurría siempre. Virginia no resistía las malas situaciones, era débil y cobarde. Siempre lloraba en los momentos difíciles. Y, a pesar de todo, lo comprendía. Lo comprendía bien. Nacieron en el mismo barrio, y desde pequeños estuvieron viéndose, tratándose. Se conocían tanto, que al momento de unirse eran casi como hermanos. Por eso, se sentía mal por lo que había ocurrido. No habían tenido mucha suerte, después de todo. Porque aquel era un pueblo maldito. Una y otra vez trataron de largarse, de buscar un destino diferente. Todo había sido inútil. Un nudo trágico, dramático, algo íntimamente vinculado con el destino, los había mantenido en el lugar. Contra su voluntad. Contra sus deseos. Contra sus más decisivas esperanzas". Confidencias en torno al oscuro destino de la  única mujer fatal. (Pág. 349)

El doctor Marcallé Abreu, quien publicara LAS CALLES ENEMIGAS, unas de sus novelas traducidas al inglés, logra envolvernos en  las marañas del bullicio y al mismo tiempo del silencio, con que los actores involucrados en la trama, resuelven sus diferencias:

"Un proceso de años. De difíciles meditaciones solitarias. De reencuentro consigo mismo. De rememoraciones más bien vagas, pero que se transformaron poco a poco en algo parecido al odio, un odio que, de alguna forma, él debía dejar correr como un torrente  manifestarse, volcarse contra aquellos que directa o indirectamente no habían sufrido el flagelo porque la existencia lo había condenado, un odio que él podía presumir, en las vagas y penumbras que lo iluminaban en algún momento, que terminaría por destruirlo a él mismo. Bueno, se dijo. Se cubrió la cabeza con una boina. Se colocó unas gafas oscuras. Tomó una toalla y enjuagó uno de sus extremos con agua. Se lo pasó por la barbilla y, con otro de los extremos, se secó. Se puso el abrigo. En algún lugar de la división de playwood, había un trozo de papel periódico atrapado con un minúsculo y puntiagudo saliente. Una reunión". (Figuras de unas gafas oscuras y un pasado turbio) ALTERNATIVAS PARA UNA EXISTENCIA GRIS.  Pág. 469

¿Dónde se guarda algo como el sufrimiento? No se puede empaquetar y almacenarlo en góndolas de emociones. El que sufre lo lleva encima, como una carga más,  como una prenda que se exhibe o como una cadena que se arrastra por las calles:

"Ya no reía. Su rostro estaba plagado de manchas oscuras. Había adelgazado y su pelo carecía de brillo. Se le notaba maltratado y pajoso, con un color indefinido. Sus ojos marrones terminaron por perder la luz. Vestía mal, la ropa Se le veía arrugada, sucia. Era evidente que apenas si se aseaba. Sencillamente, estaba como a la espera, mientras la vida le cobraba cada minuto, cada segundo. Si eso era vivir. No solo ella, yo también estaba a la espera. Todo el que la conocía estaba a la espera. Sabía a la perfección lo que tarde que temprano ocurriría Pobre Miosotis,  me dije". (La mujer de los días  contados) DESDICHA, ENFERMEDAD  Y MUERTE CORTESÍA DEL SEÑOR MARCELINO OZORIA. Pág. 531.

Roberto Marcallé Abreu contestaba a una pregunta de la actriz y comunicadora Yanela Hernández: "El hecho mismo de tus propias vivencias, conjuntamente con el dominio de las técnicas,  la capacidad de penetrar la realidad que te han dado los clásicos, es lo que te permite darle a tu arte esa originalidad,  esa condición de testigo de tu momento". Y es así como el destacado maestro de las letras dominicanas, nos hace sufrir el sufrimiento sufrido, como uno más de sus complejos y magistralmente creados, personajes.

Juan Carlos Báez Moreta

Poeta

El autor, Juan Carlos Báez Moreta, es un poeta dominicano, que ha publicado 13 libros de poesías. Es miembro de la Unión De Escritores Dominicanos (UED) y del Centro PEN de República Dominicana. Juancbaez25@gmail.com

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