El intelectual y escritor Manuel Matos Moquete lanzó críticas a quienes juzgan el espacio de telerrealidad La casa de Alofoke, que reúne a diversas personalidades de las redes sociales, la televisión e incluso de la música, pero considerado por algunos como una vitrina a la vulgaridad.
En una publicación hecha a través de su cuenta de Facebook, Matos Moquete razonó que las "vulgaridades" presentadas en el reality show, que se transmite a través de plataformas digitales, son las que han hecho esa casa muy popular y exitosa.
La casa de Alofoke, en sus dos entregas, ha conseguido millones de reproducciones diariamente a pesar de su contenido, algo que no se ajusta a la visión de un sinnúmero de pensadores sobre lo que debe ser un referente de la cultura dominicana.
El autor de En la espiral de los tiempos se preguntó si el proyecto creado por Esmerlin Santiago Matías García – conocido popularmente como Alofoke -, que ocupa un lugar alejado de los espacios "más encumbrados" de la sociedad dominicana, sería lo que habría llevado a personas cultas, pero "sin popularidad ni éxito” a tratar de censurar o eliminar dicha transmisión.
"En La casa de Alofoke no se leen libros de Borges ni de Pedro Mir. Tampoco se escucha música clásica. Pero se leen y se escuchan infernales delicias: mucho dinero, relojes y carros de lujo, música urbana, sexo y cosas barriales como del Capotillo. ¿Qué tiene eso de malo que no se encuentre en los espacios más encumbrados?".Manuel Matos Moquete, intelectual y escritor dominicano.
Asimismo, aunque dijo que el talento de Matías – empresario, personalidad de radio, streamer y productor discográfico – podría "no ser de su agrado", sostuvo que el mismo debe ser respetado, a pesar del encono en su contra, quien, sin nombre sonoro ni legado de nobleza y sin vender drogas ni desfalcar el erario, ha triunfado por su propio talento.
De Capotillo para el mundo o la "Alofokización" del país
Diversos intelectuales han reflexionado sobre el tema, analizando el impacto de espacios como el creado por Santiago Matías y la difusión de un contenido que tiene como único fin entretener a las masas.
Una de ellas fue la antropóloga Amanda Castillo, quien en su reflexión De Capotillo para el mundo: Alofoke, publicado en Acento, consideró que no todo lo que Santiago Matías está proyectando sobre la sociedad dominicana es negativo, indicando que hay que detenerse a pensar en la realidad en la que nace, surge y se desarrolló este individuo.
Añadió que construir una empresa de comunicación desde el corazón de Capotillo para el mundo, generando ganancias millonarias y empleos, atrae la atención de los centros de poder político y económico, que de alguna forma desean captar esas masas que siguen y mueven Alofoke, a quien se le acusa de haber “enajenado” aún más a los sectores populares.
De igual forma, entiende que la sociedad debe de abrirse a conocer cómo Santiago Matías, salido de las entrañas de la pobreza y la exclusión puede superar todas sus limitaciones familiares, socioeconómicas y culturales, sin hacer lo mal hecho, para lograr convertirse en un ente social de influencia en la sociedad, en un empresario rico de la comunicación y en un hijo respetuoso y padre abnegado.
Por otro lado, el publicista y director de teatro, Danilo Ginebra, quien también se ha referido al tema de La casa de Alofoke, consideró que el verdadero peligro no es la existencia de estos espacios, sino su legitimación, lo que, a su entender, cuando bancos, empresas y organismos del Estado financian tales contenidos, envían un mensaje inequívoco a la juventud.
En su reflexión Alofokización del país: cuando la vulgaridad se vuelve cultura, Ginebra señaló que el espectáculo de la vulgaridad ya no es solo entretenimiento, sino que se ha convertido en referente, en modelo de éxito, en el nuevo lenguaje dominante.
“Abundan los ejemplos: programas que celebran el escándalo, concursos de “influencers” que premian la provocación, políticos que privilegian la coreografía sobre la propuesta y redes donde la notoriedad se confunde con mérito. La mediocridad se normaliza. La inteligencia y el esfuerzo, no”, puntualizó.
Añadió que La casa de Alofoke se ha convertido en símbolo de vitrinas de exhibicionismo: morbo disfrazado de libertad, agresión celebrada como autenticidad y vulgaridad presentada como modernidad.
“Concursos que premian la provocación sexual o la desvergüenza elevan la mediocridad al rango de valor social. El entretenimiento pierde su inocencia y se convierte en pedagogía tóxica”, enfatizó.
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