Lo que viene sucediendo con la figura del señor Santiago Matías (Alofoke) y su exitosa carrera dentro del ámbito de los nuevos medios ha generado muchos comentarios y críticas en torno al joven empresario, a quien se acusa, entre otras cosas, de haberle “hecho mucho daño a la sociedad”, mientras su imperio mediático no cesa de crecer.
Matías, de origen humilde y con estudios universitarios inconclusos, puede considerarse un autodidacta en el campo de la comunicación. Como sujeto, representa el producto clásico de las familias disfuncionales de la sociedad dominicana: hijo de una madre adolescente y de un padre ausente e irresponsable, fue criado esencialmente por figuras femeninas – del lado de la madre, muchas veces ausente (doble abandono), la abuela y los tíos – quienes lograron transmitir una serie de valores a un niño particularmente inteligente y sensible.
Su trayectoria profesional es digna de estudio en una sociedad donde romper el círculo de la pobreza resulta una de las experiencias más difíciles, debido a las innumerables trabas que la dinámica social presenta día a día a los sobrevivientes del hambre y la pobreza en todas sus variantes, junto a los riesgos que corren los jóvenes de caer en la criminalidad y las drogas.
Construir una empresa de comunicación desde el corazón de Capotillo para el mundo, generando ganancias millonarias y empleos, atrae la atención de los centros de poder político y económico, que de alguna forma desean captar esas masas que siguen y mueven Alofoke. A este se le acusa de haber “enajenado” aún más a los sectores populares, seducidos por un lenguaje soez y una gestualidad provocativa, junto a un sentido del espectáculo “humillante”, pero muy acorde con los nuevos tiempos del espectáculo actor-espectador, reivindicado en todos los escenarios mediáticos del mundo del entretenimiento mediante reality shows y concursos donde todo es posible.
Ver: Alofokización del país: cuando la vulgaridad se vuelve cultura
Que lo que hace Matías hoy sea producto de 18 años de trabajo, durante 18 horas al día, bajo intensa creatividad, es el mayor logro que puede presentar a sus enemigos y detractores en una sociedad donde el paradigma ético y moral está en crisis. Siendo la corrupción y el dinero fácil lo que realmente inspira a las nuevas generaciones.
Deberíamos abrirnos a conocer profundamente cómo un individuo salido de las entrañas de la pobreza y la exclusión puede superar todas sus limitaciones familiares, socioeconómicas y culturales, sin hacer lo mal hecho, para lograr convertirse en un ente social de influencia en la sociedad, en un empresario rico de la comunicación y en un hijo respetuoso y padre abnegado.
La academia debería organizar seminarios para discutir el fenómeno Alofoke, de la misma manera en que, en su momento, la Universidad Central de Venezuela analizó y discutió en sus escuelas de Ciencias Sociales las letras de las canciones de Rubén Blades (“Pedro Navaja” y “La Chica Plástica”); y hoy, en Estados Unidos, en la Universidad de Yale se estudia en seminarios a Bad Bunny y su disco Debí tirar más fotos, junto al peso de sus giras en la economía puertorriqueña.
¿Cuál es el rol de estos actores sociales vinculados a la música urbana, surgidos de los estamentos más populares de nuestras sociedades? ¿Qué papel están jugando en la transformación social y el rescate de los valores culturales?
Creo que no todo lo que Alofoke está proyectando sobre la sociedad dominicana es negativo. Hay que detenerse a pensar en la realidad en la que nace, surge y se desarrolló este individuo, cuando él mismo reconoce que “uno es una construcción social”. Alofoke se sabe producto de esta sociedad.
Reconocer y seguir su intuición; expresar solidaridad y protección hacia su familia; el respeto a la amistad, la lealtad, el sentido de pertenencia, la necesidad de superación y el respeto a los ancestros hablan de una resiliencia particular, pero también de valores necesarios en las sociedades.
Hay que reconocer entonces que Alofoke, antes de ser un fenómeno económico-comercial de exitosos resultados, es un fenómeno social de inesperadas consecuencias.
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