En el Centro de Estudios Generales, que dio paso a la fundación de la Universidad Santo Thomás de Aquino el 28 de octubre de 1538, se destacaron figuras como Fray Pedro de Córdoba, Vicario Provincial y creador del Primer Catecismo Cristiano para Indios, Fray Bernardo de Santo Domingo, Fray Domingo de Villamayor y Fray Antón de Montesinos, quien el 21 de diciembre de 1511 pronunció el encendido y crítico Sermón de Adviento ante el Virrey Diego Colón, su corte y los encomenderos de la ciudad de Santo Domingo, en nombre de la Orden de los Predicadores.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo -UASD– fue creada el 28 de octubre de 1538 mediante la bula “In Apostolatus Culmine” por el Papa Paulo III, para desarrollar su accionar académico en Santo Domingo. A partir de entonces la primera universidad del Nuevo Mundo recibió el nombre de la Pontificia Universidad Santo Thomás de Aquino, como parte de las gestiones realizadas por los sacerdotes de la Orden de los Predicadores Santo Domingo de Guzmán, quienes iniciaron su labor religiosa y educativa desde 1510 en adelante.
Tras obtener la Real Cédula de fecha 11 de febrero de 1509, que les concedía el pase a las Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas, el grupo pionero de los dominicos arribó al puerto de Ozama, Santo Domingo, en La Española, en los últimos días del mes de septiembre de 1510[1]. En sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15 frailes. En ese mismo año dieron pasos para la fundación de la Casa de los Apóstoles, la creación del Convento de los Dominicos y el establecimiento del Centro de Estudios Generales, lugar donde se registraron las primeras experiencias pedagógicas en los estudios de mayor nivel que los elementales en La Española.


En el Centro de Estudios Generales se destacaron figuras de la talla de fray Pedro de Córdoba, como Vicario Provincial y creador del Primer Catecismo Cristiano para Indios, Fray Bernardo de Santo Domingo, Fray Domingo de Villamayor y Fray Antón de Montesinos, quien el 21 de diciembre de 1511 pronunció el Sermón de Adviento frente al Virrey Diego Colón, su corte y los encomenderos de la ciudad de Santo Domingo, en nombre de la Orden de los Predicadores, siendo algunas de sus palabras las siguientes:
Voz del que clama en el desierto. Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquellos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto, que en el estado que estáis, no os podéis más salvar, que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe en Jesucristo.[2]
Concluida la misa, el virrey Diego de Colón y los oficiales reales se dirigieron al convento de los dominicos para regañar al predicador por el escándalo sembrado en la ciudad, acusarlo de "desobediencia" al Rey y exigirle que se retractase en público el domingo siguiente. Siete días después, Fray Antón Montesino volvió a subir al púlpito y, lejos de desdecirse, se ratificó en las denuncias y afirmó que los encomenderos no podían salvarse si no dejaban libres a los indios y que irían todos al infierno si persistían en su actitud explotadora. El sermón provocó todavía mayor alboroto que el del domingo anterior, y los oficiales reales enviaron al rey cartas de protesta contra los frailes.
Fray Antón Montesino fue enviado a España para dar cuenta y razón de su sermón al rey Fernando Católico. Tras vencer muchos obstáculos e impedimentos, Montesinos logró entrevistarse con el soberano, a quien expuso un largo memorial de los agravios de los conquistadores contra los indios: hacerle la guerra a gente pacífica y mansa, entrar en sus casas y tomar a sus mujeres, hijas, hijos y haciendas, cortarles por medio, hacer apuestas sobre quién les cortaba la cabeza de un tajo, quemarlos vivos, imponerles trabajos forzados en las minas, etcétera.
Aquel sermón el inicio del cristianismo liberador, el reconocimiento de la dignidad de los indios y el respeto a la diversidad cultural y religiosa en la América India. Tres años después, Bartolomé de Las Casas renunciaba a su función de encomendero, se convertía en el defensor de los derechos de los indios y, según el filósofo Enrique Dussel se constituyó en el germen de la Teología de la Liberación y la Filosofía de la Liberación, que él y otros filósofos y teólogos latinoamericanos sustentan.
En 1512 se dio el primer paso orientado a la creación de otra unidad educativa en la Catedral de Santo Domingo para la enseñanza media y algunas materias de nivel superior para clérigos y servidores de la iglesia y los diáconos que así lo desearan, por disposición del obispo Fray García de Padilla. Por medio de la una Real Cédula de febrero de 1513 se dispuso que ¨los hijos de caciques de La Española que muestren buena disposición sean enseñados en el arte de la gramática, entre otras cosas de ciencias, por el Bachiller Heruam Xuares¨[3], un encomendero.
Todo apunta a que el aprendizaje de los ¨hijos de caciques¨, iniciado por los dominicos tuvo gran éxito, ya que años más tardes los representes de la Orden de Predicadores solicitaron a la monarquía que le fuera permitido enviar a la península ibérica niños, indios de letras, para que, al retornar a La Española ya mejor formados, contribuyeran a la enseñanza del apostolado cristiano.
El resultado positivo de la labor educativa realizada por los dominicos en La Española, motivo que el rey Carlos I de España y Carlos V de Alemania en 1518 enviara al Monasterio de Santo Domingo a seis frailes y estudiantes que deseen ¨enseñar y los hábitos¨. El número de seis por año indica que la población de estudiantes aumentaba. En mayo de 1523 se instruyó que: ¨al que leyere Gramática en Santo Domingo le den los oficiales 30, 000 maravedíes de salarios¨.
No obstante, todo parece indicar, que la labor educativa de los dominicos no gozó del apoyo de las autoridades coloniales, ya que en marzo de 1530 el Presidente de la Real Audiencia y Obispo, Sebastián Ramírez Fuenleal, en lugar de apoyar los esfuerzos desplegados por los sacerdotes de la Orden de los Predicadores, en carta dirigida a la monarquía sugiere que: ¨(…) se podría fundar un colegio, do fuesen enseñados en la fe los naturales y los hijos de los que han venido; también maestros de todas las ciencias¨[4].
Los dominicos tuvieron serias diferencias con los franciscanos y con otras órdenes religiosas tanto en la isla La Española como en el resto del territorio continental en relación con la política indigenista, las cuales tuvieron que ser dirimidas en varias ocasiones hasta en los mismos linderos de la Corte de Madrid, donde cada orden trató de imponer su control en la educación.
A pesar de todas las dificultades, los esfuerzos de los dominicos dirigidos hacia la educación continuaron de forma sostenida. Fue así como en el año 1532 de la mano del bachiller Álvaro de Castro, clérigo de la órden y tesorero de la Catedral de Santo Domingo, fue creada la Cátedra de Sagrada Teología en el monasterio de la Orden de los Predicadores en Santo Domingo. El regente de este monasterio, Fray Antón de San Martín, fue elegido ese mismo día para ocupar esa cátedra por 4 años.

La fundación de una institución dedicada a la educación superior estuvo en correspondencia con el nivel de desarrollo socioeconómico de La Española y de la trascendencia que tuvo la ciudad de Santo Domingo, en tanto puerto que sirvió de base a la expansión colonial de España por el Nuevo Mundo, lo que había sido consignado en una carta del Cabildo Secular del 20 de julio de 1538. Ese honor se lo llevaron los dominicos con la promulgación de la Bula In Apostolatus Culmine por parte del Papa Pablo III el 28 de octubre de 1538 con la creación de la Universidad Pontificia Santo Thomás de Aquino[5], la cual obtuvo su obtuvo su reconocimiento oficial por Real Cédula del 23 de febrero del 1558 por Carlos I de España y Carlos V de Alemania[6].|








Habían trascurrido dos décadas de fundada la Universidad Santo Thomás de Aquino en La Española, cuando, a propuesta del Cabildo y de un grupo de personas influyentes de la ciudad de Santo Domingo, encabezados por el encomendero Hernando de Gorjón, el rey Felipe II le otorgó una Real Cédula, desde Valladolid, el 23 de febrero de 1558, fundando de este modo la Universidad de Santiago de la Paz, siguiendo el modelo de la Universidad de Salamanca de España, la cual fue regenteada por los sacerdotes jesuitas, quienes mediante múltiples subterfugios pretendieron desconocer la primacía de la universidad fundada por os dominicos.
Aunque desde el inicio del proceso de conquista y colonización se ofrecían servicios médicos hospitalarios y ambulatorios en la ciudad de Santo Domingo, no se tiene información documental de que la carrera de medicina formara parte de los planes de estudios de la Pontificia Universidad Santo Thomás de Aquino. Estos servicios eran ofrecidos por profesionales graduados en universidades españolas o por médicos prácticos, lo cual era muy común en esa época. Las disciplinas seleccionadas para la Universidad Primada de América en sus inicios fueron: Teología, Filosofía, Gramática, Matemática, Derecho y Artes. La Iglesia Católica y la monarquía española, con la contribución de las autoridades inquisitoriales, mantuvieron un control dogmático absoluto en lo relativo a la orientación de la educación superior en la colonia donde tanto los profesores como los estudiantes tenían que ceñirse exclusivamente a lo que decía el texto.
Los libros de textos recomendados por los superiores dominicos y que eran utilizados en la enseñanza en la Universidad Santo Thomás de Aquino, durante casi doscientos años, eran los siguientes: En Filosofía, las doctrinas de Santo Tomás de Aquino recogidas en sus textos Summa Teológica, Summa Contra gentiles y otros, así como el Tratado de Lógica de Aristóteles; en Matemáticas, Elementos y Geometría Sintética de Euclides; en Teología, selecciones de la Biblia, resúmenes de Santo Tomás de Aquino y Manuales de Sermones; en Gramática, el texto de Gramática Castellana de Elio Antonio de Nebrija; en Retórica, estudios de Quintiliano; en Medicina, los textos de Hipócrates, Galeno, Averroes y Avicenas. Esta última disciplina se comenzó a impartir en la Universidad Santo Thomás de Aquino a partir de los años finales del siglo XVIII. En la época colonial todas las cátedras, salvo la Gramática, se impartían en Latín y mayormente implicaban interpretaciones de los libros originales resumidos por el cuerpo docente de la academia.
La invasión del corsario inglés Francis Drake a la ciudad de Santo Domingo por espacio de un mes, entre enero y febrero de 1586, constituyó un duro golpe para todo el desenvolvimiento económico, social, político y cultural de la colonia, ya que además de pedir un rescate de 250 mil ducados, que finalmente debió reducirse a 25 mil ducados por la miseria imperante, procedió a llevarse todas las campañas de las iglesias, así como a incendiar todas las edificaciones y a destruir los archivos coloniales. Toda la parte inicial de la historia de la primera institución de educación superior de América se perdió a causa de ese fuego, lo que implicó que durante varios siglos su condición de Primada de América fuera puesta en duda por historiadores españoles, peruanos y mexicanos.
El original de la Bula fundacional de la Pontificia Universidad Autónoma de Santo Domingo se perdió cuando los marinos que acompañaban al corsario inglés Francis Drake incendiaron la biblioteca del Real Convento de los Dominicos. Su copia primigenia se extravió cuando Napoleón ordenó el traslado de los tomos de Bulas del Archivo Vaticano, perdiéndose entre ellos el tomo en que se hallaba la copia directa primigenia de la Bula In Apostolatus Culmine.
A pesar del hecho histórico e irrefutable de una Universidad formando jóvenes y expidiendo títulos reconocidos tanto en España como en América, sin contradicción ni oposición por parte de ninguna autoridad, la pérdida de su documento fundacional contribuyó a que algunos historiadores negaran su autenticidad y pusieran en tela de juicio su valor jurídico. También, a que las Universidades de San Marcos de Lima y de México recabaran la primacía fundacional universitaria de América.
El investigador dominico Padre Vicente Beltrán de Heredia, catedrático de la Universidad de Salamanca, después de una búsqueda exhaustiva en los fondos del Archivo Vaticano, encontró en el año 1951, en el Inventario de Bulas Perpetuas del papa Paulo III, la partida o registro correspondiente a la Bula In Apostolatus Culmine, prueba de que ésta había sido aprobada y despachada. También encontró la solicitud de los dominicos dirigida al Papa para que su Estudio General del Real Convento de La Española fuera elevado a la categoría de Universidad[7].

En 1959, el historiador dominicano César Herrera encontró en el Archivo de Indias de Sevilla la copia legalizada de la Bula In Apostolatus Culmine que data de 1542, la más antigua que se conserva. Una copia de ésta hoy se exhibe en el Museo Histórico de la UASD. Los trabajos de esos investigadores han sido difundidos por toda América por Sor Águeda María Rodríguez Cruz, catedrática de la Universidad de Salamanca y doctora Honoris Causa de nuestra Pontificia Universidad Autónoma de Santo Domingo, Primada de América.
Una puñalada mortal al desarrollo de la Universidad Santo Thomás de Aquino fueron las Devastaciones de Osorio de 1605 y 1606, hecho que contribuyó a la paralización casi total del desarrollo de Santo Domingo, por cuanto implicó la desolación y la miseria por más de cien años, afectando en consecuencia todo el desenvolvimiento logrado en su incipiente ordenamiento educativo. Fue así como la ciudad de Santo Domingo fue abandonada por la mayor parte de sus pobladores, quienes emigraron principalmente a Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Perú, Chile y México. La universidad reducía su enseñanza a las materias concernientes a la formación de sacerdotes. La academia recibía presiones del gobernador Osorio y de los sucesivos gobernadores, quienes estuvieron interesados en su control y hasta en la designación de sus autoridades.
En un documento del 14 de abril de 1632 el padre Luis de San Miguel se dirigió a la Corona Española, en el cual pone de manifiesto la reducción de la educación superior en la colonia de Santo Domingo a su mínima expresión: ¨En este Convento leénse artes y dos secciones de Teología Escolástica y Moral… tiene por Bula particular las mismas preeminencias que la Universidad de Alcalá de Henares en España¨[8]
Los primeros Estatutos de la Regia y Pontificia Universidad Santo Thomás de Aquino que se conocen fueron aprobados en 1754 y todo indica que estuvieron vigentes por espacio de varias décadas, pues se conserva una impresión realizada por el gobierno francés que encabezó Toussaint Louverture en 1801, los cuales fueron elaborados a partir de una adaptación de los Estatutos de la Universidad Alcalá de Henares de España.
Entre las cosas a destacar en esos Estatutos, además de la perspectiva escolástica que dominaba a la academia, se encuentra la oferta curricular: Derecho Civil y Canónico, Medicina, Artes, Matemáticas, Filosofía y Teología; las máximas autoridades eran electivas (Rector y Vicerrector), cuyas elecciones se celebraban anualmente y en el caso del Rector se alternaban las elecciones entre los religiosos de la orden de los dominicos y los demás maestros y doctores. Para ser Rector se requería tener 30 años o más y el grado de Doctor o Maestro.
La Universidad Santo Thomás de Aquino, en correspondencia con lo que ocurría con sus homologas de Europa, el Claustro Mayor era el máximo organismo de dirección, constituido por el Rector, Vicerrector, Cancelario, Decanos y Profesores. También existía un Claustro Menor, con atribuciones más bien administrativas, el cual estaba integrado tan sólo por el Rector, el Vicerrector y el Cancelario. Las cátedras se obtenían por oposición, salvo la de Teología y Escrituras, que proveían de los prelados de la Orden de los Predicadores. La duración de la cátedra era de cinco años; pasado ese periodo volvía la oposición. El acto de graduación de un doctor era todo un acontecimiento en la ciudad de Santo Domingo[9].
En la década de 1760, al amparo de un intenso intercambio comercial con la zona francesa, Santo Domingo español comenzó a disfrutar de una considerable mejoría en su economía. Esta situación se reflejó en un cierto dinamismo de los estudios superiores, tanto en la universidad como en los centros educativos religiosos: seminarios y conventos. En ese orden creció el número de alumnos y profesores, a la par que aumentó el prestigio de la enseñanza impartida en esos centros en toda la Cuenca del Caribe. Esto hizo que se incrementara el número de estudiantes procedentes de Cuba, Puerto Rico y Venezuela. Todo ello, muy a pesar del cierre del Colegio de Gorjón y la Universidad Santiago de la Paz de la Orden de los Jesuitas, en virtud de su expulsión de América dispuesta por el rey Carlos III en 1767, por haber asumido la defensa de los planteamientos filosóficos del sacerdote Francisco Suárez, quien propugnaba por la renovación del tomismo, al sostener la independencia de la filosofía y la teología.
En el año 1778 se ordenó mediante Cédula Real la apertura del Seminario Conciliar, al tiempo que se dispuso la creación de nuevos arbitrios para su manutención. En 1779 se recomendó la elaboración de nuevos estatutos para la Universidad Santo Thomás de Aquino. El 24 del año 1870 el fiscal de la Real Academia de Santo Domingo en un documento oficial enjuicia la conducta de los alumnos de la Universidad en los últimos dos años, quienes, con motivo de la fiesta de Santo Thomás, realizaban una serie de actividades ¨escandalosas¨ que la burocracia terrenal y espiritual estimaba violaban las normas que regían la sociedad de su época.
Las actividades criticadas y motejadas como ¨escandalosas¨ eran, entre otras, el uso de máscaras, la realización de paseos, el tocar música, el tomar refrescos y la realización de bailes durante varios días, lo que denota serios prejuicios -incluyendo los raciales- en esos sectores, el clima de inquietud existente en la juventud, la cual aprovechaba esas festividades religiosas para expresar de manera burlesca su desaprobación de las reglas sociales vigentes impuestas por una burocracia colonial hipócrita[10]. En el año 1783, el Seminario pasó a funcionar en el lugar del antiguo Colegio de Gorjón. En 1786 se estimaba que el número de doctores que asistían con regularidad a la academia de estudios superiores era de 50 y el de cursantes de todas las facultades ascendía a 200 personas.
Tras una cruenta guerra entre España y Francia generada por la decapitación del antiguo rey de Francia, Luis XVI, pariente del rey Carlos IV de España como parte de la dinastía de los Borbones, la corona española cedió la parte oriental de la isla de Santo Domingo, que había ocupado durante tres siglos, mediante el Tratado de Basilea firmado el 22 de julio de 1795, a cambio de recibir de la Francia revolucionaria las regiones de Cataluña, Vascongadas y Navarra, que habían sido ocupadas desde el estallido de las hostilidades en 1793.
En medio del conflicto, Toussaint Louverture, en mayo de 1894 se pasó al bando francés, al darse cuenta de que España había tomado a las denominadas Tropas Auxiliares Negras solo como fuerza de choque contra la Francia revolucionaria, pero que no estaba dispuesta de forma sincera y decidida a abolir la esclavitud, como erróneamente seguían creyendo Jean François Papillon, George Biassou y Pablo Alí, entre otros, quienes se mantuvieron fieles a la Corona Española.
Ya en el año 1898 Toussaint Louverture había logrado vencer a España en todos los territorios que él mismo había contribuido con anterioridad a ganar en favor de la corona española, al tiempo que logró derrotar a Inglaterra y a los realistas franceses, procediendo a partir de entonces a abolir la esclavitud en toda la isla. Fue así como el 3 de enero de 1801 llegó a la ciudad de Santo Domingo, después de derrotar en varias batallas a las tropas realistas españolas, donde fue recibido por el gobernador Joaquín García y Moreno y las demás autoridades de la colonia con un Tedeum en la Catedral de Santo Domingo, para luego recibir las llaves de la ciudad. La primera medida adoptada por Louverture fue abolir la esclavitud y posteriormente en una Asamblea Constituyente conjunta aprobar una constitución autonomista con respecto a Francia y el emperador Napoleón Bonaparte.
En ese contexto de guerra civil las familias más poderosas económicamente y dueñas de esclavos iniciaron una precipitada migración hacia territorios españoles como Cuba, Puerto Rico y Venezuela. Igual actitud asumieron las máximas autoridades eclesiásticas, a cuya cabeza estaban el arzobispo Fernando Portillo y Torres hasta su muerte en 1798 y el Vicario General Francisco Javier Herrera Blandino (1798-1801), junto a los religiosos que impartían docencia en la Universidad Santo Thomás de Aquino y el Seminario Conciliar, lo que motivó que ambos centros de estudios superiores cerraran sus puertas. No obstante, la mayor parte de los curas del interior desobedecieron las órdenes impartidas por el Arzobispo y el Vicario General de abandonar la antigua colonia española.
El dominio de Francia sobre la parte oriental de Santo Domingo, primero de las manos de Toussaint Louverture, después en los gobiernos de Antoine Nicolás Kerverseau, Louis Ferránd y Joseph Dubarquier, originó el cierre de los estudios superiores regulares y eclesiásticos, ya que casi todos los alumnos dominicanos, puertorriqueños, cubanos y venezolanos abandonaron el país.
Una vez se produjo el retorno del dominio colonial español sobre Santo Domingo, se realizaron esfuerzos orientados a la reinstalación de los estudios universitarios. Varias solicitudes fueron elevadas por ante el Consejo de Regencia, que gobernaba a España por la ausencia del rey Fernando VII, quien había sido hecho prisionero por José Bonaparte y el ejército francés desde 1808. Entre esas solicitudes destacan las del Arzobispo Pedro Valera Jiménez en 1812 y de Don Francisco de Mosquera, diputado de Santo Domingo ante las Cortes de Cádiz, ambas sin obtener resultados positivos.

El 31 de agosto de 1813 el gobernador de Santo Domingo, brigadier Carlos de Urrutia y Montoya, envió un interesante documento al Despacho de la Gobernación de Ultramar, de España, demandando una mayor atención a la educación bajo su gobierno, donde describe la situación de miseria generalizada de la colonia y el desplome total del sistema de enseñanza. En 1814 el gobernador Urrutia recibió instrucciones para la reinstalación de la Universidad Santo Thomás de Aquino, que ya en ese momento era identificada en toda el área del Caribe como Universidad de Santo Domingo.

En el año 1815 abre sus puertas la Universidad de Santo Domingo, creando así las bases para su desarrollo futuro y el de la patria. El Dr. José Núñez de Cáceres, destacado intelectual, catedrático y auspiciador de la primera independencia del país, pasó a ser el Rector a partir de entonces. Durante ese periodo fue vicerrector el filósofo, autor del primer libro de Lógica en el país y municipalista Andrés López de Medrano, quien tras consumarse la independencia efímera pasó a ser su rector hasta 1822, momento en que se produjo la dominación haitiana de la parte este de la isla.
La Universidad interrumpe sus labores tras la ocupación de Boyer en 1822, a causa de la imposición del servicio militar obligatorio a sus estudiantes y profesores, así como en virtud de la resistencia abierta de la Iglesia Católica al gobierno de Jean Pierre Boyer, ya que una parte importante de los docentes eran sacerdotes, la cual se expresó de forma abierta a través de la oposición del Arzobispo Pedro Valera y Jiménez, la Revolución de los Alcarrizos de 1824 y el apoyo de la mayor parte de los sacerdotes de la parte oriental de la Isla de Santo Domingo al proyecto independentista Sociedad Secreta La Trinitaria, que se fundó el 16 de julio de 1838, bajo el lema sacrosanto de Dios, Patria y Libertad.
[1] Vicente Beltrán de Heredia. La Autentícidad de la ¨Bula In Apostolatus Culmine¨, Base de Ia Universidad de Santo Domingo, Puesta fuera de discusión. Ciudad Trujillo: Publicaciones de la Universidad de Santo Domingo, pp. 38-39.
[2] Fray Bartolomé de las Casas. Historia de las Indias, Tomo 3. Imprenta Miguel Ginesta, 1875, pp. 293-294.
[3] Emilio Rodríguez Demorizi. Cronología de la UASD. Editora del Caribe, Santo Domingo, 1970, p. 8.
[4] Ibidem, p. 10.
[5] Vicente Beltrán de Heredia. La Autentícidad de la ¨Bula In Apostolatus Culmine¨, Base de Ia Universidad de Santo Domingo, Puesta fuera de discusión. Ciudad Trujillo: Publicaciones de la Universidad de Santo Domingo, pp. 45-52.
[6] Ibidem, pp. 53-56.
[7] Vicente Beltrán de Heredia. La Autentícidad de la ¨Bula In Apostolatus Culmine¨, Base de Ia Universidad de Santo Domingo, Puesta fuera de discusión. Ciudad Trujillo: Publicaciones de la Universidad de Santo Domingo.
[8] Emilio Rodríguez Demorizi. Apuntes y Documentos. Ciudad Trujillo: Academia Dominicana de la Historia, p. 158.
[9] Estatutos de la Regia y Pontificia Universidad Santo Thomás de Aquino. Santo Domingo: Gobierno Francés, 1754, p. 233.
[10] Cipriano de Utrera, O.M.CAP.: Universidades de Santiago de ¡a Paz y de Santo Tomás de Aquino y Seminario Conciliar de la Ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, Santo Domingo, Padres Franciscanos Capuchinos, 1932, pp. 468-469.
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