Ejes del tejido expresivo

Gerardo Castillo  Javier.

Esta cuarta entrega del análisis del libro Sendero entre las piedras (2024) de Gerardo Castillo Javier no estaba prevista que saliera. Sin embargo, una profesora, amiga del poeta, le comunicó su impresión de que yo no había terminado de decir todo lo que quería sobre el libro en las tres publicaciones anteriores. Quiero felicitar a esa profesora. Leyó mi mente. Se aprecia su comprensión de los textos literarios. Es verdad, no he dicho todo lo que quería decir y no lo haré nunca, ni nadie lo hará tampoco. Es ahí donde estriba la hondura de la expresión poética del autor. Nos lleva de cima en sima con su discurso conceptual y estético. Nos atrinchera y arremete con descargas de luces y volutas de sombras. Nos dispara con su fusil filosófico y nos taladra los sentidos y la razón dispuesta al paredón cognitivo.

Es por ello que he decidido seguir profundizando en este texto de carácter ontológico y fundacional, de aproximación y construcción de esencias que identifican al ser poético del autor. Mueve quizás a los lectores la figura de la casa, que no sería más que el lenguaje como casa del ser, a lo Martín Heidegger (1889-1976). También, como han sido mencionados anteriormente, el resplandor, el río, el vacío, las sombras, las cavernas y el yo, conceptos que fungen como ejes o cuerdas que sujetan el tejido expresivo del texto.

Si nos detenemos en cada una de las palabras que sirven como eje por donde circula el yo poeta de Castillo Javier, apreciamos lo siguiente: todo conduce a lo oscuro o a lo profundo. Ejemplo: el resplandor. La luz que de él se emana conduce a la ceguera. Las sombras: por sí sola la palabra sombra habla de lo oscuro. Las cavernas, nadie concibe las cavernas como un lugar de luz, sino de sombras. El vacío, esta palabra con su carga de incertidumbres, está asociada a las tinieblas desde el mismo relato cristiano. Veamos el Génesis 1:2, “… y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo…”. Y la palabra río. Lo primero que se pregunta una persona antes de lanzarse a un río es si es profundo o no.

El yo de abismos y luces  

“Sendero entre las piedras”, de Gerardo Castillo Javier (IV)

Por su lado, la palabra yo no solo ha sido un concepto de abismos y luces, sino una catedral donde convergen todas las puertas que conducen a la cuna donde nace el ser. Estas puertas se abren y se cierran de forma intencional y automática; nos llevan por pasadizos oscuros, y de vez en cuando, aparecen semáforos con luces verdes, rojas y amarillas, indicando el acceso o no a los páramos de la esencia. O sea, lo oscuro y lo profundo son dos categorías sustantivas, no solo de la lengua y el lenguaje utilizado por Castillo Javier, sino la condición de fluir entre ellas. El río adquiere una doble simbología: la de lo profundo y la del fluir. Esta última lleva al poeta por todas las regiones, pesadas y no pensadas, de su prosa poética.

A esa casa simbólica (1), “con el invierno llega el canto de los otros pájaros y colma de oquedades la mañana. Bruscos contornos alados, sombras bajo un cielo ausente y desmedido; sombras que abandonan las ventanas y los dinteles y me arrebatan el poder de verlas cerca” (pág. 37). Hay una relación del poeta con las sombras, las cavernas, el vacío y quizá con la esperanza. “Con las sombras llega el canto de otros pájaros y se colma en oquedades el crepúsculo” (pág. 37).

Ese crepúsculo es el del atardecer, esa transición al misterio; esa es la relación de la luz vs. la sombra, lo cual el poeta utiliza para construir su mundo. La luz y la sombra establecen luchas de opuestos, con lo que puede sugerir el poeta que vive un trance de batallas, de dudas, declives, reflexiones, incredulidades y temblor de fe. Al mismo tiempo, está armado con un lenguaje de esencias, donde le salvan las palabras, la poesía. Es decir, el lenguaje sirve como barca para vadear ríos de sombras: “Viajamos hacia el ocaso. Este ocaso de este río tiene un litoral por horizonte y, como yo, sueña aves oscuras que olvida cuando emerge” (pág. 129). El poeta no olvida su esencia y sabe de las sombras que lo habita. Es más, nos lo pregunta: “¿Eres consciente de las sombras que te habitan?” (pág. 93).

Afirma Castillo Javier: “Hay lugares tan vastos, oscuros y distantes, que ante ellos la luz sucumbe y desaparece” (pág. 91). Indudablemente se refiere a la materia oscura del universo, que sería lo mismo decir, la materia oscura del lenguaje, de su lenguaje.

Segmento de fuerza estética

“Sendero entre las piedras”, de Gerardo Castillo Javier (IV)

Uno de los segmentos con fuerza estética lo encontramos en la sección 49 de la página 51:

“La noche y el río se hermanan en un intercambio de susurros. Quedo, el río discurre sin pretensiones ni poses; la noche en casi silencio se colma de fugacidades discretas. La caverna, como la casa, prolonga y modifica la noche y, sin saberlo, el río las ilumina con el fulgor de la luna que esparce un reflejo de superficie; polvo de plata, reminiscencia instantánea en el río llega e ilumina la casa.”

Una pregunta surge de repente: ¿dónde está el límite del lenguaje de Castillo Javier? Para poder reflexionar e interpretar, mi mundo de analista pone límite al lenguaje. Lo hago, enceguecido por el resplandor fulgurante de la prosa; respetando la casa donde habita el ser, el río que fluye entre sombras y silencios, atravesando las cavernas y montañas petrificadas, tendidas bajo el fulgor de la luna.

Hay en la prosa del poeta una prolongación de su mundo y, por ende, de su lenguaje. Deja circular un río sin fin bajo las cavernas y se puede percibir, entre el viento nocturno y la corriente de ese río: “Un diálogo de hojas secas, un intercambio de antiguos encuentros y saberes; un rumoroso rumor de voces y risas familiares, esa forma de felicidad, que, como la noche y el río, apenas percibimos y nos hace” (pág. 51). (Continuará)

“Sendero entre las piedras”, de Gerardo Castillo Javier (IV)

Domingo 19 de octubre de 2025

Publicación para Acento No. 167

Virgilio López Azuán en Acento.com.do

Virgilio López Azuán

Escritor y académico

Virgilio López Azuán es escritor y académico, exrector de la Universidad Tecnológica del Sur –UTESUR- y ex director general de Educación -MINERD-. Ha cursado maestrías y especialidades en Educación, Lingüística, Estudios Afroiberomericanos y Participación Comunitaria. López Azuán es fundador del Movimiento Literario Efluvismo y ha obtenido diversos premios nacionales de literatura en los géneros, cuento, poesía y teatro. Ha publicado una veintena de libros entre los que se destacan: La pretendida de Verapaz (Novela), Sumer: Poética de los números, Paraísos de la nada, Incendios del Agua, Paraísos de la imagen, Unicornio, Ladran los Huesos, Cuando la mar bota peces, entre otros.

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