El 10mo. Festival Internacional de Teatro Mujeres sobre las Tablas celebra una década de trabajo sostenido por Elizabeth Ovalle, cuyo compromiso desde la Fundación Absoluto Teatro ha creado un espacio indispensable para que la voz femenina ocupe un lugar central en la escena contemporánea. Su visión —rigurosa, sensible y profundamente ética— ha permitido que propuestas latinoamericanas de fuerte contenido simbólico, social y estético encuentren en el festival un puente sólido para dialogar con el público dominicano. 

La directora Ariane Denault Lauzier, junto a la actriz Michelle Chaparro, recibe el reconocimiento.

La pajarera, del Colectivo Teatral Mujeres de Fuego (Colombia), dirigida, escrita y protagonizada por Ariane Denault Lauzier, inauguró esta décima edición del festival como una grieta luminosa: un viaje escénico de rigor y poesía que expone las heridas, la violencia y la resistencia de la mujer latinoamericana. Su montaje —de fuerza emocional y precisión estética— demuestra que el teatro político no necesita grandilocuencias para estremecer, sino verdad, convicción y una poética que arda en escena, marcando desde el inicio el tono profundo y desafiante del encuentro. 

La narrativa de la obra —potenciada por las actuaciones  de las excelentes actrices, Michelle Chaparro y la propia Denault— se sostiene en una propuesta íntima y profundamente humana. Es un teatro que no se limita a denunciar: convoca, rescata, restituye y reinterpreta las voces de mujeres que han cargado en sus cuerpos la historia política de nuestro continente.  

Dramaturgia poética: una memoria continental desde el cuerpo 

Ariane Denault Lauzier, directora, actriz y dramaturga, durante su actuación en escena.

La dramaturgia que construye Denault es una red de significados donde la metáfora brota con naturalidad y el silencio adquiere densidad propia. El texto respira y mantiene una tensión permanente entre lo testimonial y lo simbólico. El cuerpo aparece como jaula, memoria, territorio y también como horizonte posible de esperanza. 

El viaje escénico conduce por Argentina, con un homenaje conmovedor a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; por Ciudad Juárez (México), donde el feminicidio ha creado un paisaje de silencios devastadores; y por Colombia, donde la mujer ha sido territorio violentado en medio de la lucha armada. 

La obra no transita estos espacios de forma lineal: asciende en una espiral donde cada escena profundiza el conflicto emocional y político, tejiendo una memoria continental desde la voz femenina. 

La transición entre países no es geográfica: es sensorial. La luz se contrae, la palabra se hiere, la respiración marca el pulso del dolor compartido.  

Actuación, dirección y poética del cuerpo  

Ariane Denault Lauzier y Michelle Chaparro, en escena durante la obra La Pajarera.

Las actuaciones de Ariane Denault Lauzier y Michelle Chaparro sostienen la pieza con una presencia poderosa, tejida de fragilidad, rigor técnico y una admirable profundidad emocional. El cuerpo-realidad y el cuerpo-símbolo se entrelazan en gestos contenidos, voces que emergen desde capas de memoria y una tensión alerta que estremece sin estridencias. 

En la dirección, Denault construye un montaje depurado e íntimo, donde nada aparece por azar. Cada ritmo, cada silencio y cada desplazamiento responden a una arquitectura mayor: la resistencia femenina como eje ético y estético. Junto a la presencia escénica de Chaparro, configura una coreografía dramática que afina la lectura social, potencia la metáfora y dota a la puesta de un lenguaje contemporáneo y vibrante.  

Escenografía, luz, música y elementos técnicos 

Nueva escena de La Pajarera, con Ariane Denault Lauzier y Michelle Chaparro en una interpretación destacada.

La iluminación construye espacios simbólicos con notable precisión: sombras que respiran junto al cuerpo, proyecciones que delinean geografías emocionales y una penumbra que funciona como cicatriz abierta. 

La música —sumada a las canciones interpretadas en vivo por Ariane Denault Lauzier— añade un nivel de intimidad conmovedora. Su voz y su acordeón sostienen la carga emocional de cada pasaje, acompañando las transiciones sin imponerse y reforzando la textura sonora del montaje. 

La escenografía mínima —dos chaquetas, casas de papel, una cruz, una máscara, sacos de tierra— convierte al cuerpo en el centro de la poética. Cada objeto es signo, memoria y testimonio, permitiendo que universos completos surjan con apenas unos elementos.  

Un final que asciende  

Elizabeth Ovalle, junto a la directiva del Teatro Absoluto, distingue al Colectivo Teatral Mujeres de Fuego, de Colombia.

En el segmento dedicado a Colombia, la obra alcanza su mayor intensidad emocional. Allí, el cuerpo deja de ser prisión para convertirse en territorio insurgente. La escena se transforma en un ritual de duelo y renacimiento. El cuerpo deja de ser jaula y se vuelve ala. 

Cuando cae la última luz, el teatro no queda en sombra: queda en conmoción. 

El público, profundamente movido, se levantó en un aplauso largo, cálido y vibrante, como acompañando el vuelo simbólico de estas mujeres más allá del escenario. 

La pajarera abrió el festival como una grieta luminosa en medio de la oscuridad: un recordatorio de que, incluso en territorios marcados por el horror, la resistencia encuentra forma, una voz que se eleva y un vuelo que desafía el silencio y el olvido. 

¡Bravo! 

Danilo Ginebra

Publicista y director de teatro

Danilo Ginebra. Director de teatro, publicista y gestor cultural, reconocido por su innovación y compromiso con los valores patrióticos y sociales. Su dedicación al arte, la publicidad y la política refleja su incansable esfuerzo por el bienestar colectivo. Se distingue por su trato afable y su solidaridad.

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