En el presente y breve ensayo hablaremos sobre: ¿qué es la cultura de la lengua y su práctica social? El concepto de práctica social no sólo está consignado a los bienes sociales y materiales, sino también en la producción de la lengua y de los bienes culturales y artísticos de la sociedad. Es decir, la lengua es una praxis social de la cultura, la cual no puede ser aislada ni mucho menos marginada en ninguno de los componentes. Existimos humana y socialmente porque somos entes que hablamos y escribimos una lengua dentro de un contexto cultural.
La naturaleza implícitamente sugiere que la cultura de la lengua es una práctica social; ella es la que le proporciona significado a la realidad, porque es el lugar donde las palabras y las cosas encuentran su sentido culturalmente. Bastaría un solo ejemplo: si el lenguaje no tuviese ese referente, no poseería significación ni para el enunciador ni para el enunciatario. Cuando hablamos de la cultura de la lengua, no solo lo hacemos para definirla en su historicidad, sino para contextualizarla y afianzarse como una práctica social y, por ende, como una facilitadora del conocimiento humano que ordena el mundo.

La cultura, además de ser un «modo de entender el mundo», lo normaliza para que la convivencia humana sea más viable, desde luego, dentro de las diferencias lingüísticas y culturales. En sentido general, la cultura es la que nos sostiene en términos humanos; por eso, es tan indispensable entender y respetar las diversidades culturales de nuestra lengua, como son sus variaciones dialectales, porque es una manera de entender y darle sentido a la realidad cultural y social de cada comunidad en una sociedad de hablantes.
No importa la nacionalidad; somos producto de una composición de la lengua que nos permitió nacer en un territorio que se reafirma a través de lo que hablamos y escribimos, porque ella es todo lo que somos. El idioma es una especie de pertenencia social de un país. El concepto de nación debe empezar por la cultura de la lengua para que, a partir de ella, los valores históricos se reafirmen como fundamentos culturales.
Esta posibilidad hace obligatorio que la lengua de cada pueblo esté consignada y protegida constitucionalmente; desde este ámbito surge la inevitable necesidad de su preservación como elemento fundante de la realidad histórica y cultural de una nación. Ahora se concibe la lengua como un elemento indispensable para el desarrollo; no se puede hablar de progreso si no se incluye la cultura de la lengua como parte vital de una agenda nacional. Esto ha provocado una nueva concepción y aplicación del término lengua-nación, donde los gobiernos han tenido que contraer compromisos y revisar sus políticas lingüísticas y culturales.
La lengua es una pertenencia social que le corresponde a cada ser humano, sin exclusión de ningún tipo, por ser la transmisión natural del conocimiento humano, ya que es la que nos permite pensar, discernir, actuar y crear en una sociedad con derechos y deberes. Somos seres que nacimos y habitamos dentro de la cultura de una lengua; nos adherimos a ella consciente o inconscientemente. Bajo ninguna circunstancia podemos desprendernos de su realización material, espiritual, mental o artística.
El doctor en Literatura General de la Universidad de París VIII, Manuel Matos Moquete, en su famosa y contundente obra La cultura de la lengua (1986), escribió:
La lengua es el significante de la cultura de un pueblo, lo que le permite captar el sentido de su historia y del mundo de objetos que lo rodea. Ella es la base de la tecnología y la ciencia, y por ella es que éstas son posibles. Solo la lengua permite la conciliación entre nuestras necesidades de desarrollo económico y social y nuestra historia.
La cultura de la lengua, como propiedad social, es la que le da sentido a la realidad; asimismo, es la que crea no solo nuestros comportamientos, sino también nuestra sociedad. Entonces, la sociedad existe porque existe la lengua como facilitadora del conocimiento humano. La lengua se convierte, entonces, en un modo de producción y significación de la cultura. En este nuevo enfoque, la cultura no solo es capaz de producir bienes simbólicos, sino que también es un proceso de producción que puede “renovar y reestructurar el sentido de una sociedad”. Es decir, la cultura de la lengua es un ente de producción y transformación social. Los conceptos anteriores sobre ella eran muy limitativos; en cambio, ahora es un eje transversal que va construyendo y produciendo bienes sociales y culturales, donde la realidad de los hablantes adquiere sentido y significación.
En el ensayo de María Martínez Lirola, titulado La lengua como forma de comportamiento social, en su parte introductoria, sostiene:
Es evidente que la lengua juega un papel muy importante en nuestras vidas, debido a que cumple diversas funciones que llevan consigo la interpretación de la experiencia (función ideacional), la interacción con otros seres humanos (función interpersonal) y el uso de los diferentes recursos que la lengua necesita para unir una parte del texto con otra y, a la vez, con el contexto que le rodea (función textual). No podemos separar lengua y sociedad, pues no hay duda de que la lengua es uno de los modos principales para guiar nuestra vida social (Kress, 2010; Llamas y Watt, 2010; Teubert, 2010; van Dijk, 2009). Es un recurso que sirve para estructurar las relaciones sociales, y, en cierta medida, la lengua es un reflejo de la sociedad (Blackledge, 2009; Blommaert, 2010; O’Halloran y Smith, 2011), ya que la investigación y el análisis social siempre han de tener en cuenta la lengua. Es decir, «la lengua es como es por su función en la estructura social» (Halliday, 1973a, p. 65), pues siempre hay una relación entre el uso que se hace de la lengua y las situaciones sociales en que se emplea. En palabras de Fowler (1985, p. 62), «la lengua es una práctica social que crea realidad».

Como hemos podido evidenciar, la lengua tiene un rol trascendental en la convivencia de nuestras relaciones humanas y sociales. La lengua ha dejado de ser un simple recetario de transmisión para convertirse en un producto de interrelación social, donde el ser humano piensa y actúa de manera discursiva. La lengua, como sistema de signos, expresiones y representaciones, es la que viabiliza la comunicación entre los seres humanos y moldea nuestro pensamiento.
La lengua es la base de sustentación de los haberes y saberes de la humanidad; ella se ha convertido en una fuente de producción social y de formación del conocimiento y la inteligencia. Es la principal herramienta humana de comunicación y también es un requisito inevitable tanto del desarrollo individual como social. Aunque su cimiento comenzó funcionando de manera rudimentaria y natural, para estar al servicio de la convivencia humana y de la sociedad, hoy, con mayor razón, se hace indispensable su comprensión y empoderamiento, porque estamos viviendo en la época de la información, de la tecnología y del conocimiento.
La cultura de la lengua es una resultante de relaciones dinámicas que se convierte en una práctica social de enunciación, donde tanto el que escribe como el que lee construyen su punto de vista en la decodificación, estableciendo no solo una relación, sino también una dinámica de pensamiento. En este contexto, el autor y el lector pueden discernir en cuanto a la enunciación y a la significación de su contenido.
María Cristina Solís, en su obra Estrategias de lectura y escritura de textos. Perspectivas teóricas y talleres (2002), se adentra en las principales teorías de lo textual, ofreciendo de manera expositiva y didáctica los argumentos más importantes de la organización microestructural a través de las relaciones léxicas, referenciales y la continuidad temática. Desde este ámbito, asume la teoría de Bajtín, que establece que: «La palabra es el signo ideológico por excelencia; ella registra las más mínimas variaciones en las relaciones sociales». Haciendo una vinculación temática, también resalta que: «Un texto es el resultado de la construcción de relaciones dinámicas de significación en la práctica social enunciativa»
Bibliografía:
Lirola, M. M. (2012). La lengua como forma de comportamiento social. Univesidad de Alicate. Departamento de Filología Inglesa, 2.
- Blommaert., J. (2010.). The Sociolinguistics of Globalization. Cambridge: Cambridge University Press. Univesity Press.
- Moquete, M. M. (1986). La cultura de la lengua. Biblioteca Nacional. Colección Orfeo.
- Solís, M. C. (2002). Estrategias de lectura y escritura de textos. Perspectivas teóricas y talleres. Universidad del Valle, página electrónica.
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