Así como no existe una razón lingüística para declarar, por ejemplo, que el francés es superior al inglés, tampoco se puede probar que un dialecto del español es lingüísticamente superior o inferior a otro. Las lenguas y los dialectos son sistemas igualmente estructurados y legítimos. La validez o la ‘bondad’ de un modo de hablar se demuestra de acuerdo con el cumplimiento o no de su función. Si un instrumento de comunicación permite la relación y la comprensión entre sus usuarios, es tan ‘bueno’ y válido como cualquier otro que logre ese mismo objetivo.

Por otra parte, no puede olvidarse que las lenguas son fenómenos sociales, comparables a las costumbres y a las tradiciones de los pueblos. A nadie se le ocurre debatir, por ejemplo, si el gesto español (o europeo) de saludar con un beso en ambas mejillas es mejor o peor que el de hacerlo en una sola mejilla, como ocurre en América. Son, sencillamente, hechos que se reconocen y se asumen como tales, sin discusión. Tampoco tiene sentido perder el tiempo polemizando si un sancocho dominicano es mejor o peor que un cocido madrileño. De igual forma, no se argumenta si el habla de un lugar es mejor o peor que otra.

A este respecto, está claro que no existen motivos lingüísticos objetivos que respalden la creencia de muchos dominicanos de que su español es inferior al de otros lugares. El modo de hablar es un elemento fundamental de la identidad de los habitantes de cada país. Si un ciudadano dominicano intentara hablar como un español, provocaría de inmediato, y con razón, el rechazo de sus amigos y familiares, que lo tildarían, cuando menos, de ridículo. Lo mismo sucedería, como es lógico, en sentido inverso. Porque, así como el mejor español de España es el hablado en España, el mejor español dominicano se habla en la República Dominicana.

Ahora bien, no existe un solo modo dominicano de hablar. Como sucede en todos los países, existen diferencias lingüísticas importantes según el nivel sociocultural de las personas y las situaciones en las que se realizan los actos de habla. En otras palabras, no hablan de la misma manera los dominicanos con altos niveles de escolaridad y los que apenas saben leer y escribir. Una razón probable por la que muchos ciudadanos del país tienen una baja autoestima lingüística (piensan que su español es peor que el de otros países) reside en el hecho de que, con frecuencia, las comparaciones no se realizan en igualdad de condiciones. Como es lógico, si se confronta la forma culta de hablar en otros países con las variantes populares dominicanas, estas tenderán a ser consideradas inferiores por alejarse más del modelo estándar oficial. Precisamente eso es lo que ocurre. Es indiscutible, por ejemplo, que la inmensa mayoría de los dominicanos apenas tienen un escaso conocimiento del español culto peninsular por medio de la televisión, de su relación con sacerdotes, con profesionales de diferentes áreas, etc., y desconocen por completo las modalidades españolas populares.

Si el cotejo se hiciera a la inversa, confrontando el habla culta dominicana con la popular de España o de otros países, la opinión cambiaría totalmente.

A manera de ilustración de lo comentado, se presenta aquí la transliteración gráfica de dos breves clips de audio grabados en YouTube. El primero, (A), corresponde a una mujer profesional dominicana y el segundo, (B), a una señora española de nivel sociocultural bajo. Una rápida mirada a ambos textos permite percibir las diferencias que, con toda probabilidad, llevarán a cualquier dominicano a preferir y considerar ‘mejor’ el modo de hablar de su compatriota.

  1. Eh muy temprano, porque ni siquiera existe legalmente todavía para saber cuál es el futuro. Pero, de entrada, ellos enfrentan un sinnúmero de problemas, y el problema que enfrentan es el de qué va a pasar con las ahpiraciones. ¿Van elloØ a traspasar al Partido Revolucionario Mayoritario el mismo problema que está planteado en el Perredé, que es yo o nadie?”
  2. En la semana pasada hubo unoh díaØ de lluvia. Dice, claro, si la tengo que sacá a pasiá, pueØ noh lo pasamoØ divinamente. Pueh, ¿qué hacemoh? Eh, hablamoh mucho, pa que ella se desahogue, contamoØ chihteh, si eØ necesario jugamoØ a lah cartaØ un ratito. Ay, pueh mira, voy a guisá unah lentejaØ. Pueh venga, que yo la ayúo.”

Mucha gente idealiza lo desconocido y olvida la realidad de que ‘en todas partes se cuecen habas’. La variación es un rasgo esencial de toda lengua, que se produce a causa de las cambiantes necesidades de los usuarios. Y, evidentemente, ocurre también en España. Incluso en el habla culta castellana aparecen con frecuencia fenómenos que ‘quebrantan’ las normas académicas. Algunos ejemplos, tomados de la intervención de varios hablantes cultos en distintos programas de la televisión española (TVE – noticias y debates), son los siguientes:

  1. Laísmo (uso de la en vez de le para el objeto indirecto):

‘Su conducta la va a costar el puesto’.

  1. Imperfecto de indicativo en vez del condicional:

‘Si tuviese dinero, me compraba ese coche’.

  1. Concordancia equivocada con sustantivos femeninos iniciados con á tónica:

ese agua’, ‘el mismo arma’.

  1. Cambio de la –d final de palabra a una –z:

‘unidaz’, ‘verdaz’.

  1. Elisión muy frecuente de la /d/ intervocálica postónica:

complicao’, ‘atentao’.

A manera de conclusión, resultan muy pertinentes con respecto a este asunto las palabras de dos de los más destacados lingüistas españoles del siglo XX.

Rafael Lapesa: “La versión culta peninsular de la lengua española no es la única legítima: tan legítimas como ella son las versiones cultas de cada país hispanoamericano.”

Manuel Alvar: “El español mejor es el que hablan las gentes instruidas de cada país: espontáneo sin afectación, correcto sin pedantería.”

¿Por qué cambian las lenguas?

Desde una perspectiva sociolingüística, existen tres causas principales de los cambios en las lenguas: la moda, la influencia extranjera, la necesidad social. De las tres, la más importante es la necesidad social: las lenguas cambian porque las necesidades de sus hablantes cambian.

El siguiente ejemplo permite ilustrar claramente lo anterior: ‘María, tráeme el libro, por favor.’ Si esta oración es pronunciada por un obrero que solo tiene en su casa un libro, la señora entiende inequívocamente el mensaje y actúa de inmediato. Pero si el hablante es un profesor universitario que acumula más de 2,000 libros, se verá obligado a especificar, por ejemplo: ‘María, tráeme el libro de historia que compramos ayer, que se me quedó sobre la mesita de noche…’ La estructura simple de la oración original se convierte ahora en una compuesta, con subordinación, modificadores adjetivos, ausentes en la primera versión.

De acuerdo con el ejemplo, se confirma el principio de que las lenguas cambian porque las necesidades de sus hablantes cambian. La complejidad sociocultural que caracteriza al profesor (ocupación docente, múltiples años de escolaridad, posesión de biblioteca personal, etc.) lo obliga al empleo de una sintaxis más compleja, innecesaria en el caso del obrero.

Orlando Alba

Linguista

Orlando Alba es un lingüista dominicano, socio de Honor de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, ALFAL, miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y académico correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue condecorado por el Estado dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador. Ha sido catedrático de la PUCMM y de Brigham Young University. Su bibliografía incluye numerosos artículos en revistas especializadas y más de una docena de libros que analizan, principalmente, temas relativos al español dominicano. Con motivo de su jubilación, un grupo de colegas reconoció su carrera académica de más de 40 años con la publicación del libro ‘Estudios de lengua y lingüística españolas – Homenaje a Orlando Alba’ (Ed. Peter Lang SA).

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