Desde hace unos años, se ha generalizado en el mundo hispánico el uso del denominado ‘lenguaje inclusivo’ o no sexista, que se expresa mediante la mención explícita de ambos géneros: ‛los dominicanos y las dominicanas’, ‛los y las artistas’. El intento se concentra de manera especial en textos escritos, pero también se manifiesta en discursos orales de cierta formalidad.
Este uso surge como reacción al valor genérico o abarcador que tiene el masculino en español estándar, según se ilustra en la oración ‘Los hijos deben respetar a sus padres’. En este caso, se entiende que el sustantivo masculino hijos es extensivo a hijas, y que padres envuelve a madres, es decir, que ambos nombres se refieren tanto a un sexo como al otro.

Sin embargo, para algunas personas, la aplicación de esta función abarcadora del masculino ejemplifica lo que se suele llamar sexismo lingüístico, porque creen que resulta discriminatoria. Sería un reflejo en la lengua del predominio que históricamente han tenido los hombres sobre las mujeres en diversos ámbitos de la vida: el social, el laboral, el político, etc. Quienes asumen esta posición consideran que dicho uso constituye una manifestación de la desigualdad existente entre los sexos, y que implica ‛una ocultación de la mujer a través del lenguaje’. Lo apropiado sería que la oración ‘Los hijos deben respetar a sus padres’ fuera transformada en ‘Los hijos y las hijas deben respetar a sus padres y a sus madres’.
La situación anterior obliga a realizar varias aclaraciones importantes. Se debe entender que la mención explícita de ambos géneros, aceptable en algunas situaciones muy concretas de énfasis, como al iniciar un discurso con la frase Señoras y señores, y que puede tener sentido en un contexto como ‘No tiene primos ni primas’, en el habla natural no es necesaria y no se puede justificar con argumentos lingüísticos. Se explica, acaso, desde la perspectiva de la corrección política, pero no desde el punto de vista de la corrección en el uso de la lengua.
En el análisis de esta cuestión es preciso tener en cuenta dos factores básicos:
1. Género y sexo no representan la misma cosa: son realidades de distinta naturaleza.
2. El masculino es el miembro no marcado de la oposición morfológica binaria de género.
Distinción entre género y sexo
Lo primero que debe quedar claro es que los conceptos ‘género’ y ‘sexo’ corresponden a esferas completamente distintas. El sexo es un carácter físico, una condición orgánica, de los animales y las plantas, que permite distinguir en cada especie, individuos machos de individuos hembras. Por su parte, el género es una categoría gramatical, una propiedad que indica las relaciones del sustantivo con otras palabras del enunciado y que, en el caso del español, clasifica los términos en masculinos o femeninos. Dicho en palabras de Alarcos Llorach, ‛el género es un accidente o morfema que caracteriza al sustantivo, dotándole de una de las dos posibilidades combinatorias que llamamos masculino y femenino, las cuales, mediante la concordancia, permiten la manifestación explícita de ciertas relaciones entre las unidades (o palabras) del enunciado.’
A todos los sustantivos españoles, sin excepción, se les asigna un género: masculino o femenino. Y no hacen falta análisis minuciosos para descubrir que la inmensa mayoría de tales palabras hacen referencia a realidades, abstractas o concretas, sin sexo. Por ejemplo, por cada nombre de persona, como es el caso de niño–niña, existe un sinnúmero de otros sustantivos, de referentes inanimados, que designan las partes de su cuerpo (cabeza, corazón, ojo, oreja, hueso, espalda, uña, dedo…), su vestimenta (camisa, pantalón, zapato, blusa, falda…), su comida (pan, queso, leche, carne, arroz…), etc., a los que se les ha fijado un género gramatical completamente arbitrario, que no tiene nada que ver con el sexo. Si el sustantivo se refiere a seres animados, es frecuente que haya una forma distinta para cada uno de los dos géneros. En tales casos, existe correspondencia entre la distinción biológica de sexo y la diferencia gramatical de género. La oposición se expresa de la siguiente manera:
a. por el uso de sufijos de género añadidos a la misma base: doctor/doctora, gato/gata;
b. con palabras distintas de acuerdo con el sexo del referente: hombre/mujer, caballo/yegua.
Esta correspondencia en los nombres que se refieren a seres animados es, sin duda, lo que motiva la confusión de ambas nociones y conduce a algunas personas al convencimiento equivocado de que masculino es sinónimo de macho, y femenino, de hembra. Sin embargo, abundan los casos en los que existe una forma única, utilizada para referirse a los seres de ambos sexos. Entre estos nombres se encuentran los sustantivos comunes en cuanto al género y los llamados sustantivos epicenos. En los primeros, el género es revelado por el determinante anterior y por los adjetivos que acompañan al sustantivo (el solista / la solista; un artista venezolano / una artista venezolana). Los epicenos, en cambio, son los sustantivos que designan seres animados, pero solo tienen una forma a la que corresponde un único género gramatical, independientemente de que se refieran a un sexo o al otro. El género no guarda relación, necesariamente, con el sexo del referente. Hay epicenos masculinos (pez, personaje) y femeninos (ballena, persona, víctima). La concordancia se realiza con el género gramatical del sustantivo, sin que importe el sexo del referente.
Por ejemplo, en la oración ‘José es una persona muy simpática’, a pesar de que José es varón, se utiliza el adjetivo ‘simpática’, en conexión con el género de persona. Y, evidentemente, no solo sería agramatical, sino ridículo, tratar de evitar el supuesto sexismo (en este caso, a la inversa) que envolvería el citado sustantivo, precisando: ‘Ahora pueden pasar los y las personas sentados y sentadas en la primera fila’. En los epicenos que se refieren a animales, si se quiere especificar el sexo del referente, se agregan los términos macho o hembra: hormiga macho, lagarto hembra.
Cuando el referente del nombre es inanimado, que es lo más frecuente, la determinación del género no guarda, obviamente, ninguna relación con lo sexual. Unos son masculinos (libro, piso, cielo, día) y otros, femeninos (silla, puerta, noche, libertad, mano). Existe también un grupo de sustantivos que poseen ambos géneros, los llamados ambiguos en cuanto al género (el dote–la dote, el linde–la linde, el reuma–la reuma).
Continuará…
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