La educación como pilar del desarrollo
No soy pedagogo ni especialista en educación. Tampoco he hecho carrera en las aulas, aunque a los 19 años tuve la oportunidad de ser profesor durante dos años en el Liceo Experimental Amelia Ricart Calventi de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Como teatrista y estudioso del pensamiento humanista, he dedicado tiempo a profundizar en las ideas de Pedro Henríquez Ureña, Eugenio María de Hostos, Salomé Ureña, Abigail Mejía, Juan Bosch y Joaquín Balaguer, intelectuales cuyo legado en la educación y la cultura dominicana sigue siendo invaluable.
La educación es el cimiento sobre el cual se construye el futuro de una nación. En la República Dominicana, donde el turismo es un pilar fundamental de la economía, la calidad educativa no solo es un derecho esencial, sino también un factor determinante para nuestra competitividad global. Sin embargo, cuando la educación se convierte en un instrumento de intereses políticos o comerciales, pierde su verdadero propósito.
Ya en 1922, Pedro Henríquez Ureña advertía:
"Cuando la cultura orienta mal, cuando se vuelve instrumento de tendencias inferiores, de ambición comercial o política, se ejerce mal."
Más de un siglo después, sus palabras siguen vigentes. No podemos permitir que la educación pública continúe siendo manipulada con fines ajenos a su esencia: la formación integral de ciudadanos críticos, capaces y comprometidos con el desarrollo del país.
Desafíos del sistema educativo
A pesar del aumento en la inversión educativa en la última década, nuestro sistema sigue enfrentando desafíos estructurales que limitan su impacto:
Bajos resultados en evaluaciones internacionales, con deficiencias significativas en matemáticas, lectura y ciencias.
Brecha creciente entre educación pública y privada, reduciendo el acceso equitativo a oportunidades de calidad.
Formación docente insuficiente y falta de programas efectivos de actualización profesional.
Infraestructura deficiente en muchas escuelas públicas, lo que impacta negativamente el aprendizaje.
Desconexión entre la educación y el mercado laboral, reduciendo las oportunidades de empleo para los egresados.
Si estos problemas no se abordan con urgencia, el país seguirá rezagado en términos de desarrollo y competitividad. Mientras tanto, se destinan recursos a iniciativas que no responden a las verdaderas necesidades del sistema educativo.
Educación y economía: un vínculo ineludible
La educación tiene un doble propósito fundamental: formar ciudadanos capaces de analizar su realidad, desarrollar pensamiento crítico y estructurar sus ideas, y, por otro lado, proporcionar herramientas prácticas que les permitan acceder a un empleo digno.
El modelo educativo francés, por ejemplo, ha sido reconocido internacionalmente por su énfasis en la formación analítica y reflexiva. Su estructura prioriza la comprensión, la síntesis y el argumento estructurado de opiniones, elementos esenciales para una ciudadanía crítica y participativa. Sin embargo, cada país debe encontrar el equilibrio entre la formación intelectual y la preparación para el mundo laboral.
En el caso de la República Dominicana, donde el turismo es una de las principales fuentes de ingreso, la falta de formación en idiomas y habilidades técnicas impacta la calidad del servicio y la imagen del país como destino turístico. Para mantener nuestro liderazgo en el Caribe, es fundamental reforzar la educación en áreas clave como:
Idiomas extranjeros, priorizando inglés y francés desde edades tempranas.
Habilidades digitales y nuevas tecnologías aplicadas al turismo.
Lograrlo requiere una estrategia coordinada entre el Estado, las universidades y el sector privado.
Una medida transformadora: líderes comprometidos con la educación pública
Uno de los mayores problemas del sistema educativo es la falta de compromiso real por parte de quienes toman las decisiones. Entonces, ¿Cómo exigir mejoras si los responsables del sistema no dependen de la educación pública?
Una medida concreta y de alto impacto sería que los hijos de los funcionarios de alto nivel asistan a escuelas y liceos públicos. Este cambio no requiere inversión económica, pero sí transformaría la gestión educativa del país.
¿Cómo beneficiaría esta medida al sistema educativo?
- Mayor compromiso de los líderes políticos, pues experimentarían de primera mano las deficiencias del sistema y generarían una presión natural para mejorarlo.
- Mejor gestión de los recursos, ya que habría una preocupación constante por la calidad educativa si los hijos de senadores, diputados, ministros y directores estuvieran en el sistema público.
- Reducción de la brecha entre educación pública y privada, restaurando la confianza ciudadana en la educación estatal.
Este modelo ha sido implementado con éxito en países donde la educación pública es vista como una prioridad nacional y no como una alternativa de segunda categoría.
Formación técnica y lingüística: clave para la competitividad
Si queremos un sector turístico fuerte y sostenible, la formación técnica y lingüística debe ser parte central del currículo educativo.
El inglés y el francés deben incorporarse obligatoriamente desde la educación primaria.
El Ministerio de Educación debe establecer una alianza con el Ministerio de Turismo, el sector privado y las universidades para capacitar continuamente a los docentes en metodologías modernas de enseñanza, idiomas, servicio al cliente, programas digitales y propuestas técnicas aspirar a un trabajo en área del turismo.
Existen modelos educativos en el mundo que han demostrado su impacto positivo en el desarrollo económico. Por ejemplo:
Finlandia, con una educación basada en la equidad y la excelencia docente.
Singapur, con un sistema alineado con las demandas del mercado laboral y el desarrollo tecnológico.
Francia, con un modelo educativo que fortalece su liderazgo mundial en formación estructurada y pensamiento crítico.
Estos casos demuestran que invertir en educación no solo mejora la calidad de vida, sino que impulsa el desarrollo y el crecimiento económico de un país.
Del gasto a la inversión educativa
Actualmente, la República Dominicana destina el 4% del PIB a la educación. Sin embargo, una parte significativa de estos fondos se diluye en remuneraciones, sobresueldos, contrataciones y gastos administrativos, en lugar de destinarse a mejorar la calidad educativa y modernizar la infraestructura escolar.
Es imprescindible transformar la educación pública en una prioridad nacional impostergable si queremos una República Dominicana más competitiva y con mayores oportunidades para todos.
Si nuestros líderes políticos tuvieran que vivir la realidad de la educación pública a través de sus propios hijos, su compromiso con la transformación del sistema educativo sería inmediato y profundo.
Es momento de asumir con firmeza el reto de convertir la educación en el motor de un futuro más próspero para nuestro país.
No podemos seguir permitiendo que la educación pública sea vista como una opción de segunda categoría ni que la mayoría de los ministros de educación y responsables del sistema carezcan de una visión que trascienda la mera instrucción académica.
El cambio debe comenzar desde la cúspide, con el compromiso del liderazgo político para que así estén verdaderamente comprometidos con la calidad educativa y el desarrollo del país.
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