La independencia nacional, proclamada el 27 de febrero de 1844 en la Puerta de la Misericordia y en el Baluarte del Conde, contó con el respaldo de las demás poblaciones   dominicanas. Este apoyo se manifestó con el desconocimiento de las autoridades haitianas y la presión por su abandono inmediato de Santo Domingo. Como respuesta, los legisladores haitianos, reunidos en Asamblea Constituyente el 4 de marzo de 1844, autorizaron al presidente Charles Herard a movilizar a la guardia nacional para garantizar el servicio público y la tranquilidad general. Además, por sus poderes extraordinarios, tenía la facultad de   incorporar a las fuerzas de tierra y mar a los jóvenes en edad militar, lo cual no resultaría difícil, pues, según el historiador Dorsainvil, luego de la independencia del Este se expresó en Haití un sentimiento generalizado de estupor, cólera y la expresión de un fuerte sentimiento patriótico. Esto facilitó, dice este autor, la participación entusiasta de la juventud en la formación de la armada haitiana, compuesta por 25 mil hombres. Otros afirman que esta cifra era mayor.

Para cumplir con esta declaratoria de guerra contra la independencia dominicana, Herard anunció un plan conocido como la Campaña del Este, en el que contemplaba restablecer en Santo Domingo el dominio ejercido por Jean Pierre Boyer desde 1822, recuperar las propiedades que muchos tenían en el Este, impedir la ejecución del Plan Levasseur y proteger su independencia de Francia u otras potencias. Tras ese objetivo las tropas haitianas fueron divididas en tres columnas. La primera, liderada por Herard, sería la del centro con acceso al valle de San Juan; al general de caballería Agustín Souffront, se le asignó el comando de la segunda, que debía penetrar por el valle de Neiba para reunirse con el presidente en Azua; y la tercera, al mando del general Jean Louis Pierrot, era la columna del norte y tenía a Santiago y Puerto Plata como sus objetivos militares.  El punto culminante de este plan era la reunión de las tres columnas al tomar Santo Domingo.

Herard creó un ambiente de guerra en sus subalternos con la movilización de los militares y de la población en general, y con arengas como la pronunciada el 15 de marzo en Las Caobas. En esta dijo a sus tropas que llegaría a Santo Domingo en pocos días, y que tenía asegurado el éxito con su ejército de treinta mil hombres, un parque de artillería poderoso y armas de gran calibre. De igual modo, expresó que no vacilaría “en emplear la fuerza y la voluntad que debe sofocar la revuelta y hacer que la bandera que la independencia ilustró vuelva a ondear sobre la catedral de la más antigua ciudad del Nuevo Mundo.”

Conscientes de que las autoridades haitianas buscarían recuperar el control de Santo Domingo, la Junta Central Gubernativa, presidida por Tomás Bobadilla, tomó medidas para contrarrestar esas pretensiones. De estas, en sus Calendas históricas y militares dominicanas (1985), el general Radames Hungría Morel destaca las siguientes:

  • el restablecimiento de los regimientos 31 y 32, compuestos nuevamente por dominicanos a cargo de los coroneles Manuel Mora y Feliciano Martínez;
  • la asignación de la organización de la defensa del Cibao a Matías Ramón Mella;
  • el coronel Antonio Duvergé quedó a cargo del cordón sur, pero, pronto fue sustituido por el general Pedro Santana, comandante en jefe del Ejército Expedicionario de la Frontera Sur; y
  • la formación de una flotilla con las goletas Eleonore, María Luisa y María Chica. Juan Bautista Cambiaso, colaborador de los trinitarios; quedó a cargo de sus operaciones.

Los historiadores clasifican la resistencia de los dominicanos a las invasiones haitianas en cuatro campañas militares. La primera ocupó los meses marzo-abril de 1844, y tuvo como punto culminante a la batalla de Azua (19 de marzo). A esta precedieron las acciones neiberas en la Fuente del Rodeo, el bautismo de sangre de la defensa de la independencia, según José Gabriel García; en Las Marías, Las Jicoteas y en el río Jura, camino a Azua. El éxito continuó a mediados de abril en El Memiso, donde se expresó el valor de la mujer dominicana deslizando piedras en los desfiladeros de El Pinal, El Perico y El Carbonal. Otra acción garante del control del sur fue el triunfo en Tortuguero (bahía de Ocoa), primera batalla naval del periodo republicano. En estas contiendas destacaron Pedro Santana, Antonio Duvergé, estratega de las emboscadas a gran escala; Fernando Taveras, Vicente Noble, José María Cabral, Feliciano Martínez, Lucas Díaz, Juan Bautista Cambiaso, entre otros.

Durante la primera campaña también se combatió en el Cibao. A partir del 25 de marzo, luego de vencer al general Francisco Antonio Salcedo en Talanquera y Escalante (Dajabón), la ofensiva haitiana comandada por el general Pierrot avanzó sobre Santiago sin grandes tropiezos. Alertadas por Teodoro Henecken, comerciante británico establecido en la sección de Pontón (entre Esperanza y Villa Bisonó), las autoridades dominicanas organizaron la defensa de Santiago y las tropas que, conducidas por José María Imbert y Fernando Valerio, e inspiradas por la acción patriótica de Juana Saltitopa, vencieron al general haitiano Pierrot en la batalla de Santiago, el 30 de marzo de 1844.

Con los avances militares logrados en marzo de 1844, resultó evidente que, contrario al pensar de los militares haitianos, más que una simple revuelta o ilusión temporal, la idea de la emancipación entre los dominicanos era una realidad. De modo que, gracias al triunfo en las batallas de marzo, se consolidó la independencia nacional y se fortaleció la capacidad de combate en las campañas militares siguientes.

La segunda campaña se ubica entre junio-octubre de 1845 y fue la más abundante en acciones militares. Vencidos en el intento de la toma de Hincha, a mediados de junio, los dominicanos avanzaron en los combates de Cachimán, Hondo Valle, Las Caobas y El Puerto. Al mes siguiente, destruyeron las fortificaciones haitianas en El Oreganal y Los Pinos, pero, en Cachimán y en Las Matas, los cuarteles dominicanos fueron ocupados por las tropas haitianas. El dominio de la frontera al suroeste y al norte se logró con el triunfo en septiembre en la batalla de la Estrelleta, en la sabana de las Matas de Farfán, sellada con el combate de Bánica a pesar de la muerte del coronel Elías Piña; y en octubre, con la batalla de Beler. Entre las figuras destacadas de esta campaña están Antonio Duvergé, Fernando Taveras, el general Alfau, José Joaquín Puello, José María Cabral y Francisco Antonio Salcedo.

Entre febrero y abril de 1849, luego de una tregua de cuatro años, el presidente de Haití, Faustin Soulouque, inició la tercera campaña militar contra la soberanía de la República Dominicana, cuyo presidente era Manuel Jimenes. Las acciones se concentraron en Las Matas, El Yaque y Tábara, en San Juan; y en El Número y Las Carreras, lugares que facilitaban el control de Azua. Antonio Duvergé, Matías Ramón Mella, Pedro Santana,  Remigio del Castillo y José María Cabral, están entre los comandantes de estas acciones.

La cuarta de las campañas militares por la independencia de la República también sucedió durante la presidencia de Soulouque, mientras que por el Este gobernaba Pedro Santana. En la última campaña, las tropas dominicanas resistieron a las haitianas en las batallas de Santomé (próximo a San Juan) y de Cambronal (al este de Neiba), en diciembre de 1855. En enero siguiente, sucedió la batalla de Sabana Larga, en la frontera con Dajabón. Gracias al empeño de Pedro Florentino, José María Cabral, Fernando Valerio, Benito Monción, José Antonio Salcedo (Pepillo) y otros, los dominicanos cerraron el ciclo de la ofensiva militar haitiana al salir victoriosos en estas batallas.

En el fracaso de la Campaña del Este, concebido por el presidente Charles Herard y seguido por sus relevos incidieron muchos factores, como muestra, Jaime de Jesús Domínguez aporta los siguientes:

  • la falta de apoyo en el pueblo haitiano;
  • la carencia de recursos para costear las operaciones militares;
  • la unificación de la sociedad dominicana;
  • el valor de los dominicanos en la defensa de la libertad;
  • el apoyo ofrecido por los comerciantes extranjeros establecidos en el país;
  • el reconocimiento de la independencia dominicana dado por Inglaterra en 1848, y por Francia en 1849. Junto a los Estados Unidos, estos países impusieron una tregua al presidente Soulouque en 1851; y
  • las luchas internas por el poder en Haití.

El presente bosquejo indica que la independencia anunciada el 27 de febrero se consolidó con la resistencia dominicana a la ofensiva que, con acciones militares intermitentes, pero con la amenaza continua, presentó el liderazgo haitiano hasta 1856. Escaramuzas, emboscadas, combates y la toma de puntos estratégicos facilitaron el triunfo dominicano en las batallas campales. Se impuso la razón, a pesar de la desventaja local en el número y la formación de los combatientes, y en la disponibilidad de material bélico.

En parte, gracias a las derrotas sufridas en las campañas reseñadas y al desenlace que puso fin a la anexión de la República Dominicana a España (1863-1865), Sylvain Salnave, presidente de Haití, planteó el reconocimiento de la independencia dominicana en 1867. Siete años después, los presidentes Ignacio María González y Michel Domingue, firmaron en Puerto Príncipe el Tratado de Paz, Amistad, Comercio, Navegación y Extradición. Este, a pesar no haber sido ratificado, dejaba implícito el reconocimiento de la soberanía de la dominicana. Desde entonces, aunque tortuosas en ocasiones, entre las naciones que ocupan la isla ha prevalecido el recurso de la diplomacia, no el de las balas.

EN ESTA NOTA

Héctor Luis Martínez

Historiador y educador.

Héctor Luis Martínez, historiador, editor y educador dominicano. Profesor titular de la cátedra de Historia Dominicana. Ha colaborado en las revistas Clío, de la Academia Dominicana de la Historia; País Cultural, del Ministerio de Cultura; Ecos, del Instituto de Historia (UASD); e Historia, del Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Articulista invitado de los periódicos Listín Diario, Hoy y El Universitario.

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