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La otra cara, y ahora la misma, de Pastor de Moya se manifiestan en este último libro suyo, Algebra de peces. Un salto de melancolía y de silencios se anida y serena en un ardor de redondez de luz que hacia  atrás y adelante con leve furia totalidad que a veces habitamos cabalgando, y otra vez sereno se desplaza en la  espina del verso, que conjuntado todo camina por la espina dorsal de una construcción poética y suerte que se agita en estas páginas, mismas, me llevan a un tiempo que es también  tiempo, aquel instante que se ha prologando en instante y que ahora es instante de pronto con tres poemas que hallé en una página de un suplemento cultural, cobra nitidez, y leo, el asombro, que para mí determina el acto poético, me envuelve, me sorprende: plena y serena verdadero, pero cierta sensación del hombre que creció a  fuerza de golpes, se hizo adulto, aún prevalece en la memoria viva , de aquellos poemas  que hoy, son

Reposo de las piedras

Nada de lo que ocurre entre estas

cuatro paredes tienen importancia;

espera o desespera: no resultara nada

Jean Paul Sastre

me asomo a los barrotes y el patio

es un hormiguero virulento de cuchillos

tumulto desmedido de la rabia

instante del embate y el cuidado

dos hombres cruzaran sus armas en alarde

de destreza y de terror

(toda demostración se hará en vano)

o acaso

de ser libre eternamente y en otras piedras 

Nota: he aquí el tiempo de estos versos, el tiempo de su escritura, el tiempo de su lectura ahora, el tiempo 

Pastor de Moya.

                                        

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                Oblicuidad temporal

El perfecto tiempo en la poesía de Pastor de Moya

Decir que el tiempo fija y determina las obras imaginadas (poesía, narrativa teatro y otras de sus manifestaciones) error y más no fija, sí rectifica el acto creativo en gesto imaginado. Es, y ya, y, más, el único tangible y en que reside de la obra es en tiempo presente, único tiempo de realidades. La obra, cuando es, Es, no hay que esperar tiempo para que sea. Es. Ir al confirmar este decir nuestro que procede de tanto decir sucesivo  

                  Negación de las cosas 

El hombre corre entre la sombra

y la luz

hacia la fuerte del sueño

el final d todo es el principio

en el revés de las cosas está

la puerta del suicidio

otoñecen las lunas del olvido

y todo muere

en el primer crepúsculo nace la vida

de mis mundos

inhalo los mares en cada orgía

inhalo la música de los colores

afirmo en cada si/no

estoy en la nada sin descubrir

el hombre la razón

la otra bestia

De modo que no hay que esperar por un ambiguo tiempo, el futuro, porque carece de certeza, decir: el tiempo dirá: ingenuidad. consolación, inseguridad de ser y lo que hace. Alguien, el pensar es amplio, dirá así el comportamiento histórico: el tiempo desentierra, desempolva pone a la luz relieve si eso es tarea, más la nueva naturaleza, creada, suficiente es porque la siempre obra contempla los instantes sucedidos con igual naturaleza y fervor, privilegiando el instante.

Ecuaciones dimensionales del ser

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Pastor en este libro estructuró su tiempo creativo, siendo él mismo, tiempo. Un acto lúdico, propio de su hacer. 

Algebra de peces, el título, primera clave de esta construcción, se trata de un poemario nuevo más en su organización interna, en la puesta en papel, en los poemas, en las páginas, en los espacios, en los trazados, en el tiempo en que fueron gestados y puestos en líneas que atrapan, y en natural proyección refleja el plano de esos poemas, de esa confusión morfológica que atraparon el pensar. el imaginar en un instante que necesariamente se prolonga.

Algebra de peces conduce sin equivoco a un trastrueque, a un tejido que sacude la misma temporalidad, campo que soporta la estatura del libro que responde a formas geométricas ordinarias que provoca la necesaria dispersión, trasciende lo de ser mismo y celebra un modo de acomodar lo que ya fue y lo que ya es revoloteando la cronología que marca pero que no ata, peces en este ambiente del ser, lo cierto, lo verdadero que recae en lo que ES no importa el momento que fue, porque ellos, los poemas, contrapunteándose en las páginas en centrifuga forma líquida, en trastorno de vocales y consonantes y en el mismo ritmo vertebrar, tejen un  genuino tiempo: el del autor Pastor de Moya. Suyo son, escritos en momentos, en circunstancia, distantes igualmente cercanas que se reafirman y agrupan en un instante en que se escribió la vida.

La escritura del ojo

El paisaje avizora lo que le duele el ojo.

Ahí los arboles… despacito, despacito.

Extremidades largas, pero breve.

Columnas luminosas escritas de pájaros.

Y allá dentro (en el centro) en el negro corazón de bosque,

Cabezas de sapos cuelgan como hojas secas

y mueven la lengua (sus lenguas)

lanzando un viscoso aliento que rueda

y se vuelve liquido pastoso sobre el páramo.

Este libro, poesía junta, Algebra de peces, apareció de pronto. Supuesto destinatario, el ideal lector, léalo de la forma en que más le convenga, de principio a fin, de atrás para adelante y de adelante para atrás, o por el medio, léalo a su conveniencia, que, en cada lectura, encontrará al poeta.

                       El pez cero

es tan cuadrada el agua en la pecera

el pez salta y se desnada hacia el misterio

muda su primera escama

y el prisionero lo mira

y piensa en su camisa

ahora el pez no es rojo

pero ha teñido de sangre la pecera

(lo que lo aleja del cuerpo es la agonía)

el prisionero piensa al pez

y piensa en el estupro de su primera víctima

¡oh gran pez!

sangrado misterio

condena nocturna.

Pastor de Moya

José Enrique García

Poeta y novelista

Nacido en 1948, Licenciado en Educación y Letras de la Universidad Católica Madre y Maestra, Doctor en Filología por la Universidad Complutense de Madrid y Miembro de número de la Academia Dominicana de Lengua. Ganador de premios como Siboney de poesía con su obra El Fabulador, Premio Nacional de Novela con Una vez un Hombre. Escritor del Ritual del tiempo y los espacios, Un pueblo llamado pan y otros cuentos infantiles, ensayos como La palabra en su asiento y El futuro sonriendo nos espera.

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